Editorial

BENJAMÍN BALLESTER RIESCO

El segundo número del volumen 27 del Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino cierra el primer año de trabajo de un nuevo Equipo Editorial en la conducción de la revista, iniciado en enero de 2022. Los desafíos fueron muchos, pero el más complejo, sin lugar a dudas, ha sido conocer y aprender a manejar una máquina por completo desconocida, cuya mecánica de acción fue heredada de nuestros antecesores. El proceso, por lo tanto, ha estado lleno de descubrimientos y sorpresas en el funcionamiento de un motor que al primer encuentro se nos presentó como una entidad misteriosa y mágica, casi indescifrable, donde solo eran visibles sus resultados (los artículos y los números), pero jamás su dinámica interna, engranajes y sistemas técnicos. Aunque difíciles, estos desafíos han sido también hermosos, pues han ayudado a pensar las fuerzas y los dispositivos que hasta entonces le daban vida al Boletín y, con ello proyectar cambios e innovaciones en su tecnología. La revista, en tanto aparato cultural e intelectual, se revela de manera novedosa, inédita, nunca antes vivida. Ahí yace, esperamos como Equipo, nuestro potencial de creación y reorientación hacia un proyecto futuro que nos sea propio y del cual seamos cómplices.

El presente número contiene ocho artículos y se caracteriza por su diversidad temática, disciplinar y de objetos de estudio. Reúne en un único cuerpo a códices mesoamericanos, pinturas en iglesias coloniales, relatos y mitos orales, cantos y bailes contemporáneos, textos manuscritos, objetos precolombinos de metal, poesías, vasijas cerámicas decoradas, grabados rupestres y cabezas cercenadas. Un surtido que despierta a la luz de la historia, la música, la etnografía, la medicina, la arqueología, la traducción y la lingüística, pero en especial, del arte en su sentido más amplio y permisivo, a veces divergente, e incluso, ecléctico. Es precisamente gracias al arte, en tanto foco principal –aunque en algunos casos más evidente que en otros–, que este enjambre polisémico y heterogéneo logra convivir, articulando en un mismo soporte material lo visual, lo literario, lo acústico y lo performativo. Si bien cada texto exhibe su riqueza propia, asociados encierran un potencial asombroso de creación y expresión, de escape a las fórmulas tradicionales de la investigación con esperanza en la innovación.

El artículo que abre este número tiene en su autoría a Rodrigo Moulian, Carolina Lema, Pedro Araya, Jacqueline Caniguan y Pedro Mege, quienes ofrecen una investigación que se sumerge en las profundidades de la lengua en búsqueda del linaje simbólico del sol y de la luna. Una travesía lingüística y semiótica que cruza diferentes culturas, pueblos, épocas, textos y relatos. Un ejercicio que logra manifestar la proximidad humana y social a lo largo de generaciones en el Cono Sur del continente americano, a partir del estudio de ciertos patrones simbólicos y correlatos en las constelaciones semióticas de estos astros en las culturas de la familia lingüística chon.

El segundo trabajo trata sobre el saber enciclopédico y la medicina nahua a través del análisis de uno de los capítulos de la famosa obra de Bernardino de Sahagún Historia general de las cosas de Nueva España, de 1577. Sus autores, Alejandro Viveros y Julio Vera, proponen un ejercicio de reflexión acerca de la traducción cultural ocurrida en las primeras décadas de contacto entre el mundo mesoamericano y la Europa colonial, expresado, en este caso, en el conocimiento de la medicina nahua. Desde imágenes y textos, el artículo devela el cruce y la confrontación de saberes y tradiciones distintas, que gracias a ciertas negociaciones lograron ser fundidas en el cuerpo material de un libro, de la mano del cronista y sus colaboradores indígenas.

Paula Martínez es responsable de la tercera contribución de este número. La autora invita a observar el manuscrito Galvin de Fray Martín de Murúa de una manera inusual, desviando la mirada de las llamativas y coloridas imágenes que deslumbran a primera vista, para orientarla ahora hacia sus contornos, en dirección a los textos que acompañan cautelosamente los dibujos y pinturas. Martínez propone que esos versos corresponderían a un cantar histórico sobre los gobernantes incas, una poesía oral destinada a mantener la memoria dinástica en época colonial, que además posee una manera particular de ser leída. Como en el artículo anterior, el debate acerca de la continuidad de las tradiciones indígenas y la irrupción de las fórmulas europeas toma fuerza, y en casos excepcionales como estos, se revela nítidamente el impacto en el campo cultural del choque de ambos mundos.

Le sigue el artículo de Tiziana Palmiero, Alberto Díaz y Jean Franco Daponte, acerca de la presencia de arpas en ciertas representaciones rupestres de época colonial en el desierto de Atacama, específicamente del sitio arqueológico de Chillaiza ii, ubicado en la región de Tarapacá. Evidencia visual que se compara y discute con otros correlatos gráficos, tales como pinturas murales en iglesias, láminas de libros e imágenes figuradas sobre objetos, todos ellos también plasmados sobre soportes del período colonial. Complementan su análisis con información documental de la época y el registro actual de arpas de las principales iglesias altoandinas de la región. Un estudio que ejemplifica de manera elocuente la naturaleza de este número del Boletín, pues emplea múltiples fuentes para abordar un mismo problema.

El quinto trabajo de este número también versa sobre arte rupestre, aunque enfocado hacia otros referentes. Alejandro García centra su atención sobre una serie de motivos grabados en piedra que, de acuerdo a su propuesta, serían representaciones de llamas ligadas a pastores y al uso de caravanas, en la provincia de San Juan, en el Centro Oeste de Argentina. Un debate necesario, considerando la escasa evidencia de estos animales en el registro faunístico de la región. El argumento del autor se basa en la morfología de los animales y el estilo de los motivos, pero en especial, en el hecho de que algunos de estos animales aparecen montados por personas, no en su lomo como es habitual con los equinos, sino en sus ancas, tal como lo han documentado algunos cronistas en época colonial.

El siguiente artículo se concentra en la costa norte de Perú y en contextos arqueológicos de la cultura Chimú. Jakelyn Ciprian y Henry Gayoso estudian la costumbre funeraria de situar pequeños objetos de metal en determinadas partes de los difuntos. Lo hacen a partir de una cantidad importante de tumbas excavadas en el patio principal del Templo Viejo de la Huaca de la Luna. El gran tamaño de la muestra les permite generar diversas comparaciones y correlacionar algunas variables, tales como la edad y el género del difunto, con la parte del cuerpo donde se hallan las ofrendas de metal, así como el tipo específico de objeto depositado. El análisis arqueológico es acompañado de información histórica y etnográfica de esta misma costumbre en la región, lo que les ayuda a dar mayor peso y solidez a sus interpretaciones sobre este fenómeno, ligado, según Ciprian y Gayoso, a factores mágicos y simbólicos, donde estas piezas habrían cumplido el rol de artilugios propiciatorios en el proceso de la muerte.

María Alba Bovisio y María Paula Costas firman el séptimo artículo que compone el presente número del Boletín. En él, las autoras investigan el fenómeno de las cabezas trofeo en la costa sur de Perú a partir de las representaciones plasmadas en una colección de vasijas cerámicas de la cultura Nazca depositadas en el Museo Etnográfico Juan B. Ambrosetti de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, en Argentina. El análisis de las piezas se realiza con una metodología esencialmente iconográfica, que se complementa al momento de la interpretación con antecedentes arqueológicos similares para la región, además de relatos sobre esta práctica identificados en la documentación etnohistórica de la época de contacto con los europeos. Las autoras proponen que las cabezas trofeo estarían asociadas a la renovación de los ciclos vitales de la comunidad y funcionarían como ofrendas/wakas poseedoras de camay, la fuerza vital que permite engendrar. En particular, aquellas que pertenecen a varones adultos jóvenes se identificarían con el poder o autoridad del grupo, “cabeza de linaje”, así como con el ancestro que da origen a esa comunidad, confiriendo de este modo el sentido cosmológico de las cabezas trofeo Nazca.

Cierra el número el texto de Isabel Araya, quien plantea una propuesta crítica acerca del papel de la danza y la música afrolatinoamericana en los procesos de reivindicación política e identitaria en la zona de Arica, en el norte de Chile. Mediante una etnografía comprometida e involucrada, la autora señala que el Tumbe Carnaval sería una herramienta artístico-política para la denuncia de abusos, la reparación de injusticias y la reconfiguración de los roles a nivel de género y de reconocimiento de las comunidades afrodescendientes. Un trabajo que recuerda el poder de la expresión artística más allá de la estética y la contemplación, como un insumo material consciente y eficaz en la lucha por una sociedad distinta.

Agradecemos a autoras y autores, tanto de aquellos artículos que llegaron a ser publicados en este número, como de los que quedaron en el camino y de quienes continúan mejorando sus manuscritos. Estamos en deuda con ustedes, pues editar, más que una tarea de seleccionar y publicar artículos externos, es un compromiso profundo e íntimo con la escritura de otras y otros, en el que inevitablemente generamos un vínculo y cierto nivel de cercanía, con sus investigaciones, intereses y formas de expresión. Como equipo, hemos crecido con cada manuscrito que ha pasado por la revista, con cada evaluación y corrección, con cada intercambio de correo o diálogo en pro o en contra de argumentos, posturas y soluciones durante el proceso editorial. Por eso y mucho más, gracias por seguir colaborando con el Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino. Benjamín Ballester Riesco