Este editorial es para informar que, con el presente número, he decidido dar por finalizada mi labor como Editor General de esta revista. No he encontrado mejor forma y oportunidad para hacerlo que rindiendo cuenta de mi gestión en momentos en que celebramos el trigésimo quinto aniversario de su aparición y conmemoramos el primer año de la alianza suscrita por el Museo Chileno de Arte Precolombino (mchap) y la Universidad Adolfo Ibáñez (uai).
Creo innecesario retrotraerme a los tiempos fundacionales del Boletín porque están relatados en otra publicación (Berenguer & Torres 2011: 94-97), excepto reconocer que la revista difícilmente habría despegado sin el respaldo que le dio desde el primer día el fundador del mchap, Sergio Larraín García-Moreno, la asesoría artística prestada por Carlos Alberto Cruz Claro durante 15 años y el continuo apoyo de Carlos Aldunate del Solar hasta su retiro de la dirección de la institución en 2020. En realidad, cuando el etnohistoriador José Luis Martínez y el que escribe propusimos esta publicación, no dimensionábamos la aventura en que nos embarcábamos. Antes he señalado: si en aquel diciembre de 1986 nos hubieran dicho que algún día estaríamos celebrando tres décadas y media de existencia del Boletín, francamente no nos habría sorprendido. Éramos lo suficientemente inexpertos como para creer en la perpetuidad de lo que emprendíamos. Pero si nos hubieran dicho lo mismo 5, 10 o 15 años más tarde, no lo habríamos podido creer. Es que, como hemos manifestado anteriormente (Berenguer & Torres 2011: 282-284; Berenguer 2016), la vida de la revista ha sido compleja. En sus primeros 15 años era publicada solo cuando había recursos para costear su impresión y, por cierto, cuando había artículos para publicar, lo que no era fácil de conseguir dada la pequeña cantidad de autores interesados en escribir sobre el ámbito temático del Boletín. He ahí los motivos que explican la “ocasionalidad” de la revista durante sus primeros 18 años, modalidad de aparición que hoy provoca extrañeza, pero que era relativamente común en las revistas chilenas de prehistoria, arqueología y antropología de los años 60, 70 y 80. Pero no estoy aquí para escribir una apología de su resiliencia, sino para recordar algunos hitos, contextos y definiciones que han marcado su recorrido de un modo cualitativo y cuantitativo.
Después de 43 números y más de 250 artículos publicados pertenecientes a alrededor de 500 autores, no hay dudas de que el Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino ha sido un exitoso proyecto editorial. Se trata obviamente de un logro colectivo que corresponde a los sucesivos equipos editoriales, diseñadores y colaboradores que han trabajado en la revista a lo largo de los años, a los colegas que en diferentes épocas han integrado el Comité y el Consejo Editorial, a los autores que han confiado en el Boletín para enviar sus manuscritos, a los evaluadores que han consagrado su tiempo a revisarlos y a los colegas que citan sus artículos contribuyendo a elevar la importancia de la revista en los medios científicos y académicos internacionales. A ellas y ellos, muchísimas gracias.
Concentrando esta revisión en los hitos más relevantes, la primera mitad de la década del 2000 fue particularmente rica en ellos. En 2001, se publicó el primer número monográfico con editores invitados, dedicado en esa ocasión al arte rupestre, uno de los tópicos más recurrentes a través de las décadas. La cantidad ligeramente mayor de contribuciones de ese dosier comparado con los números misceláneos, nos hizo vislumbrar que la intercalación de estos últimos con números temáticos podía ser una buena estrategia para sobrellevar la escasez de artículos que sufría entonces la revista, estrategia que se fue imponiendo con el tiempo, especialmente desde 2010 en adelante.
En 2004, después de una crisis que llevó a preguntarnos sobre la factibilidad y conveniencia de continuar publicándolo, seguida por el decisivo respaldo del Consejo Directivo de la Fundación Larraín Echenique, el Boletín recibió un renovado impulso (Berenguer & Torres 2011: 282). Por de pronto, dejó de ser una revista de aparición ocasional y su único número de aquel año pasó a ser el primero en el que los manuscritos se evaluaron por pares calificados, adoptándose para ello el sistema “doble ciego”.
Al año siguiente –en el comienzo de lo que llamo la etapa moderna de la revista− el Boletín entró en la carrera por acceder a los principales índices de revistas científicas internacionales. Ajustarse a los criterios requeridos en las bases de postulación exigió adoptar la modalidad de publicar un volumen anual con dos números semestrales. Para una revista que, rara vez publicaba más de seis artículos por número, convertirse de la noche a la mañana en una de aparición bianual fue una dura prueba, tanto que, por mucho tiempo, se debieron repartir entre el número de junio y el de diciembre los pocos artículos que llegaban. Esto explica las ediciones con bajísima cantidad de artículos de la segunda mitad de esa década. Sin embargo, ello no fue obstáculo para que en 2008 la revista lograra ser indizada en SciELO Chile, hecho que por entonces –se nos decía– constituía un paso indispensable para postular a índices internacionales de importancia. Aquel fue también el año en que se estrenó la sección del Boletín en la página web del mchap, espacio que se utilizó hasta 2016, cuando empezó a operar la versión del sitio web de la revista inmediatamente anterior a la actual. Un año antes, en 2007, se introdujo una sección de debate, en la cual un artículo era comentado por tres o cuatro especialistas invitados, con derecho a réplica de los autores. Después de cuatro debates estos fueron discontinuados, básicamente porque no conseguimos compatibilizar las revisiones de pares calificados con los tiempos y modos requeridos por los comentarios y las réplicas. Valdría la pena estudiar una forma de lograr esa compatibilidad, toda vez que estas discusiones desempeñan un importante papel en el avance del conocimiento, y son muy apreciadas por autores y lectores en general.
Otro hito digno de mencionar en este recuento es la creación en 2009 del isotipo del Boletín, consistente en cuatro cruces anidadas y lados escalonados que pueden ser visualizadas como vistas en elevación de ocho pirámides dispuestas en simetría axial o en espejo. El ícono intenta ser una síntesis visual de la América originaria, pues reproduce en forma total o parcial motivos que se hallan ampliamente distribuidos en el arte amerindio del continente. Pero, además, los cuadrantes generados por las cruces simbolizan los cuatro campos del conocimiento que conforman el núcleo temático fundacional del Boletín: el arte precolombino, la arqueología, la etnohistoria y la antropología.
Lo sembrado a partir de 2005 comenzó a dar frutos recién en 2014 y 2015, cuando la revista obtuvo su indización en dos de los más prestigiosos índices internacionales: Scopus y Thomson Reuters, Arts & Humanities Citation Index, Web of Science (WoS) Core Collection. Parte de este logro se debe a que el mchap invirtió cada vez más recursos en reforzar el equipo editorial: en 2013 pasa de tener una sola coeditora a dos, y en 2016 a disponer de un equipo editorial de cinco integrantes. En esa década el volumen de trabajo se incrementó enormemente; de hecho, el promedio de artículos publicados por número en los últimos 10 años es prácticamente el doble de aquellos publicados en los primeros 25. Claramente, la revista comenzó a ser percibida por los autores cada vez más como un buen lugar para publicar sus artículos.
Otro hito a destacar en esta segunda década es el término de las ediciones impresas en papel en 2018, hecho que la convierte desde entonces en una revista exclusivamente electrónica o digital. El cambio coincide con pasos similares de otras publicaciones, como parte de una tendencia general en las revistas científicas. En el caso del Boletín, la decisión estuvo desde un comienzo fuertemente determinada por la necesidad de eliminar costos de impresión, almacenaje y despacho.
A los celebrados hitos de Scopus y WoS se sumó en febrero de 2020 un informe de SCImago Journal and Country Rank que mostró la sobresaliente posición del Boletín en el ranking de revistas científicas de América Latina, pasando a integrar el exclusivo grupo de revistas Q1 en cuatro categorías, hecho que se considera bastante excepcional. Además, logra un lugar destacado entre las revistas de artes visuales del mundo, siendo la primera de acceso abierto (open access) en ese ranking y la séptima en el mundo en la misma categoría en el listado general.
Un mes después de conocida esta noticia, la pandemia de COVID -19 se enseñoreó por todas partes, la situación económica del mchap se volvió difícil y la sobrevivencia del Boletín se vio –por primera vez en 15 años− seriamente amenazada. En ese contexto se gestó una alianza entre el mchap y la uai para compartir costos, responsabilidades, saberes y sueños en torno al Boletín. La asociación del Museo con la Facultad de Artes Liberales de la uai aspira a convertir la revista en un espacio de encuentro donde, a partir del citado cuarteto temático original −arte precolombino, arqueología, etnohistoria y antropología− confluyan y dialoguen el pensamiento y los conocimientos de las ciencias sociales, el arte, la historia y las humanidades. Producto de esta unión, a fines de 2020 se incorporaron al Comité y al Equipo Editorial tres historiadores del arte de la uai y comenzó un estimulante intercambio de ideas y experiencias que augura prometedoras instancias de colaboración interinstitucional, no solamente en función de la revista, sino también de proyectos de investigación, iniciativas museológicas, actividades académicas y encuentros de especialistas; por ejemplo, reeditando quizás –en versión siglo xxi– nuestras legendarias Jornadas de Arte y Arqueología.
Este año 2021 lo considero en muchos aspectos como de transición entre lo que el Boletín ha sido hasta ahora y lo que va a ser en el futuro. Semejante a como fue el año 2004, cuando el antiguo Boletín no terminaba de finalizar y el nuevo no acababa de empezar. Un catalizador importante ha sido la asesoría contratada por la uai con la anuencia del mchap para consolidar la revista. Esta consultoría nos ha hecho conscientes de la necesidad de perfeccionar su gobernanza, ampliarnos a toda América tanto organizacional como autoral y temáticamente, actualizar los procesos, objetivos y alcances de la revista, aumentar la cantidad de artículos publicados, mantener los altos estándares de la publicación e incrementar su visibilidad. Todo esto ha potenciado en el Boletín un espíritu de permanente avance, actualización, mejoramiento e innovación. En este proceso ha sido gratificante constatar que, en la versión 2021 del informe de SCImago Journal and Country Rank, los puntajes del Boletín y su posición en los rankings continúan en alza (Berenguer 2021: 7). Son resultados que premian el esfuerzo y confirman las convicciones, pero también invitan a continuar superándose, porque en materia de revistas científicas no hay misión cumplida, todo está en constante evolución. Es así como este año el Boletín se dispone a implementar la plataforma Open Journal System (ojs) como herramienta en la gestión editorial, a usar el sistema Digital Object Identifier (doi), a avanzar a la modalidad de publicación continua de artículos desde 2022, a postular al Directory of Open Access Journals (doaj) y ha adherido al Committee on Publication Ethics (cope). Cabe destacar que, merced al aporte de la Universidad Adolfo Ibáñez y gracias al trabajo conjunto entre esta institución y el Museo Chileno de Arte Precolombino, se ha renovado el sitio web por completo, con un diseño inteligente, amigable y particularmente bello. Es que no por privilegiar lo funcional, se debe olvidar que se trata del sitio de una revista de artes visuales.
Todavía quedan muchos desafíos por delante, pero con lo hecho hasta ahora existen buenas razones para sentir satisfacción y esperar confiados en lo que depararán los tiempos que vienen. Cuando veo la gran cantidad de colegas que hoy escriben sobre arte precolombino o de raíces precolombinas en esta y otras publicaciones de arqueología, etnohistoria y antropología, no puedo dejar de recordar lo “despoblado” que estaba este campo hace tres décadas y media, y me gusta pensar que el Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino ha tenido algo que ver en este crecimiento. Siento que, en la aventura editorial que una vez emprendimos, la revista fue acogiendo en sus páginas a miembros dispersos de una comunidad disciplinaria en formación, y creo entrever que en los próximos años asistiremos a la consolidación de todo un ecosistema transdisciplinario en torno a la investigación de las artes visuales de la América originaria, en cuya épica el Boletín podrá reclamar con mucha legitimidad un lugar protagónico.
Al finalizar este editorial, quisiera agradecer al Museo Chileno de Arte Precolombino por la oportunidad que me otorgó de dirigir esta revista durante todos estos años y a la Universidad Adolfo Ibáñez por la confianza que depositaron en mí durante este primer año de colaboración entre ambas instituciones. Al despedirme, solo me resta comunicar que el nuevo Curador Jefe del Museo, el arqueólogo Benjamín Ballester Riesco, será el nuevo Editor General del Boletín a partir del próximo año. Un investigador talentoso, preparado y productivo, para con quien solicito colaborar con el mismo compromiso que le han brindado a este Editor.
Reconocimientos Deseo agradecer a los doctores Atilio Bustos-González y Fernando Guzmán Schiappacasse, al cineasta Orlando Lübbert Parra y al equipo editorial del Boletín, por las observaciones hechas a distintas versiones de este texto. Por supuesto, ninguno de ellos es responsable de la manera en que interpreté sus comentarios.
REFERENCIAS
Berenguer, J. 2016. Presentación. Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino 21 (2): 5-7.
Berenguer, J. 2021. Presentación. Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino 26 (1): 7-9.
Berenguer J. & A. Torres 2011. Compartiendo memoria. 30 años del Museo Chileno de Arte Precolombino. Santiago: Museo Chileno de Arte Precolombino-Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.