La revista y los sonidos
El Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino hereda en su nombre una problemática que ha sido largamente discutida, en cuanto a si la categoría “arte” puede atribuirse a lo precolombino. En mi caso, esa problemática es doble, porque me ocupo de lo sonoro, y cuando se habla de arte se piensa en lo visual. En efecto, mi quehacer se enmarca en el ámbito de las personas que estudian el arte en lo sonoro, aspecto asociado normalmente al concepto de “música”. No obstante, lo mío no es música, porque mi campo de estudio se ubica en el pasado previo a la invasión, un ámbito que se denomina corrientemente como ‘música precolombina’, donde no existen partituras, ni melodías, ni armonías o contrapuntos.
Para quienes trabajamos la “música prehispánica” el tema de cómo ubicar nuestro objeto de estudio dentro de la academia es un reto constante, y uno de los factores principales de ese reto lo constituye la nomenclatura. El hecho de escribir en una lengua europea como el castellano nos obliga a utilizar palabras incómodas como “música”, de la que no existe una traducción a ninguna lengua nativa americana, o la palabra prehispánica, hecho que supone que antes de los españoles no existiera la realidad que conocemos.
Lo dicho se relaciona directamente con el tema de la publicación, que es la instancia que me permite comunicar mi investigación. En ese sentido, el Boletín, junto con acarrear el problema del arte en su nombre, es a la vez un excelente medio para poner los problemas mencionados en discusión, y pienso que allí radica uno de sus valores. A través de publicaciones académicas como las de esta revista se va decantando la nomenclatura científica y, así como no he visto que la palabra “prehispánico” se sustituya por “previas a la invasión” o algún equivalente –mientras eso no ocurra seguiremos usándola para comunicarnos–, también he comprobado cómo el término “sonido rajado” se ha instalado no solo en Chile, sino en el continente, para nombrar un patrimonio común que antes, al no tener nombre, no existía. Es decir, una publicación como el Boletín cumple una función en el modo como se va conformando la visión de lo estudiado, las palabras y métodos compartidos en diferentes campos.
La misma ambigüedad relativa al concepto “arte”, o al campo de la “música prehispánica” hace del Boletín una buena plataforma para compartir ciertos contenidos que son un poco ambiguos e inciertos, y que circulan entre “arte”, “música”, “acústica” y “performance”. Estos contenidos son inclusivos, porque abarcan muchas cosas, pero también son un poco imprecisos y, por lo tanto, difíciles de adaptar a nuestras categorías científicas. Me parece interesante este aspecto, porque esta revista hace circular esos contenidos en personas que no son músicos, lo cual es necesario para un tema que no es “música”, pero que constantemente se lo enmarca bajo ese rótulo. Este hecho lo encuentro muy necesario, porque en la investigación no solo me interesa el dato, la detección de problemas, su interpretación y comprensión, como parte de un universo del pasado, sino también observar su circulación, constatar qué personas o tipos de personas lo acogen, lo reinterpretan, lo valoran de muchas maneras diferentes.
Cuando publico en el Boletín debo renunciar a mostrar el campo del sonido, el cual debo transformar en un texto escrito. Publicar esos temas en el Boletín implica no utilizar sonidos, sino escritura. Con eso, mi tema pierde su principal valor, que es acústico, pero le permite circular por los canales habituales de la academia, donde el tipo de temas relativos al sonido circula poco. Permite que circulen en ámbitos de arqueólogos, antropólogos, etnomusicólogos y muchos otros especialistas, la mayoría de los cuales posee pocos referentes respecto a mi objeto de estudio. Los temas relacionados con los sonidos previos a la invasión son algo hasta ahora bastante desconocido para los arqueólogos, porque su preparación no considera por lo general lo auditivo, pero también es desconocido para los músicos, porque su preparación se concentra en el estrecho margen de lo que se concibe como ‘música’ en las culturas eurocéntricas. Por eso, el tema de la circulación es relevante en mi campo de estudios.
La primera vez que publiqué en el Boletín, en 1987, lo hice acerca de las flautas arqueológicas del extremo sur andino. Fue una de mis primeras incursiones en la escritura académica y, desde entonces, he seguido publicando en diversos medios académicos, donde puedo informar con rigor científico acerca de mi investigación. Esta revista relaciona mi tema con otros diversos, dentro del mismo ámbito del arte precolombino y, por lo tanto, con una plataforma común que es muy necesaria y que pocas revistas académicas poseen. Eso me permite plantear perspectivas e interpretaciones del pasado y a su vez me nutre con nuevas formas de interpretar.
Paralelamente he estado publicando en revistas informales y en plataformas digitales. Esto me ha permitido intercambiar con cultores, músicos intérpretes, artesanos e interesados en el tema provenientes de diferentes estratos sociales, con diferentes formaciones y diferentes perspectivas. Muchos de ellos son personas que conocen una práctica relacionada con mi objeto de estudio, la cual a su vez me informa sobre sus perspectivas acerca de la performance, el uso de los objetos, y su conceptualización. El tema tiene allí una presencia creciente, asociada a preguntas identitarias urgentes, propias de nuestra herencia colonizada.
Todo lo anterior forma parte del ecosistema de información que se ha ido gestando lentamente en torno al objeto de estudio de lo sonoro en tiempos anteriores a la invasión. El interés creciente por las culturas originarias ha ido formulando preguntas y entregando visiones constantemente revisadas. El Boletín, junto con otras publicaciones académicas, informan a investigadores, universidades e instituciones asociadas a la investigación científica, mientras que los medios informales llegan a artesanos, autodidactas, músicos, artistas y personas de pueblos originarios interesados en el tema. En cada uno de esos ámbitos el tema es recibido de forma diferente, e interpretado de forma distinta desde un punto de vista que puede ser considerado como complementario.
Dentro de ese ecosistema de información veo el Boletín cumpliendo un rol importante, al entregar una información seria, responsable y fidedigna que aporta al gran tema de la identidad. Todo lo anterior se sustenta en el reconocimiento de esta publicación como una revista académica de muy buen nivel, lo que le otorga la seriedad suficiente como para posicionarse dentro de ese ecosistema como un referente académico de gran importancia. La rigurosidad y cuidado de su edición lo posicionan como un referente muy necesario dentro del ecosistema informativo actual.
José Pérez de Arce Antoncich*
* Investigador independiente.
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E-mail: jperezdearcea@gmail.com