José Berenguer: sapiencia, seriedad y una amistad que agradezco

CARLOS ALDUNATE DEL SOLAR

Me es difícil cumplir con este encargo. Entre José Berenguer y yo compartimos una larga vida profesional, de compañerismo y amistad que excede el medio siglo y que es imposible resumir en pocas páginas.

Nos conocimos en los inicios de los años setenta del siglo pasado, cuando Chile estaba bajo el gobierno de la Unidad Popular, en las aulas del Pedagógico de la Universidad de Chile. Era un escenario de tiempos tumultuosos que llamaban a una discusión bastante frenética de las distintas posiciones ideológicas del momento. Además, era casi imposible tener clases normales, pues la escuela estaba permanentemente ocupada por estudiantes y, a menudo, los exámenes se tomaban fuera de los recintos universitarios, incluso en el paradero de micros frente al Pedagógico. A pesar de ello, no olvido lo palpitantes y crecedores que resultaron para nosotros esos momentos y lo formativo que resultó para mí ese escenario tan ideologizado que conocía poco.

Estábamos en la prehistoria del estudio de la arqueología chilena: recién se abría un proyecto de la Universidad de Chile para estudiar esta disciplina por primera vez en el país. Estaba concebido como una especie de posgrado, pues se requería tener un título o estudios universitarios avanzados en otras disciplinas para participar en los cursos. Pepe venía de Geografía y yo de Derecho. Allí hicimos amistades profundas con otros compañeros, por eso no puedo dejar de mencionar a Victoria Castro y Angela Jeria, ambas fallecidas, especialmente a Vicky, con quien nos unieron intereses académicos, profesionales y de amistad inolvidables.

Fuera del ambiente académico de esos cursos, recuerdo el especial atractivo que suponía no tener sede fija para nuestros estudios, siendo necesario trashumar por distintas facultades del Pedagógico y otros lugares como museos, para los estudios de Geología, Biología, Filosofía, Lingüística, etc., que se daban en diferentes lugares de la Universidad de Chile. Ello significó conocer otros profesores y alumnos que daban sentido y riqueza a la vida universitaria. Los trabajos y prácticas de terreno en diversos lugares del país nos permitían no solo acercarnos con mayor profundidad a lo que sería el ejercicio de nuestra disciplina, sino también a establecer contactos estrechos entre los compañeros y profesores, con discusiones acerca de nuestros estudios y la situación política del país, siempre apasionantes.

El golpe de Estado produjo un quiebre entre nosotros debido a la partida de Pepe a Ecuador, para trabajar como arqueólogo en el Instituto Otavaleño de Cultura, donde estaba su amigo y colega Fernando Plaza. Más tarde, a su regreso a Chile, se reanudó el acercamiento profesional que duraría más de cuarenta años, siempre tejido con relaciones de compañerismo y amistad entre él, Vicky y mi persona, y que fue fuente de muchos proyectos, con resultados relevantes. No sé si fuimos nosotros u otros los que nos denominaron como “Grupo Toconce”, nombre derivado de la localidad donde trabajábamos.

Fue en esa época cuando se iniciaron los trabajos que nos encargó don Sergio Larrain García Moreno para formar el Museo Chileno de Arte Precolombino. En esta empresa, a la que don Sergio se refería como “una aventura”, comenzamos a trabajar desde la formación y registro de las colecciones hasta la inauguración de la institución. En este proceso, que duró casi dos años, Pepe tuvo un rol pivotal y fue nombrado Curador General del nuevo museo, cargo que ejercería por más de cuarenta años. Su seriedad, rigurosidad y sapiencia, fueron rasgos que imprimieron a la institución el prestigio académico del que actualmente goza. En este largo período, Pepe luchó para que el museo tuviera una relevante dedicación hacia la investigación, a pesar de que el financiamiento no siempre coincidía con este deseo. Personalmente, dio ejemplo al no abandonar sus propios proyectos académicos y de investigación, a pesar de sus exigentes trabajos en la institución, siendo el curador responsable de las numerosas exposiciones y actividades académicas.

Uno de los más relevantes aportes de Pepe al museo fue la fundación y dirección del Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, que paulatinamente fue creciendo desde una publicación ocasional a su estado actual, con dos ediciones anuales que están indexadas en los mejores puestos de este tipo de publicaciones científicas, con importantes aportes internacionales. La vigencia de esta publicación hoy cumple 40 años.

Los primeros trabajos de campo de Pepe como estudiante de arqueología en la Universidad de Chile fueron en el sitio Loa Oeste 3, en la confluencia entre los ríos Loa y Salado. Pienso que este primer encuentro con el Loa fue crucial para él, pues de esta región nació una de sus más importantes líneas de estudio, el río Loa Superior, donde trabajó y continúa trabajando hasta hoy, con abundantes y muy relevantes estudios arqueológicos, etnohistóricos, y muchos otros como el importante patrimonio de arte rupestre y la expansión incaica de las localidades ribereñas entre el volcán Miño y el río Salado. Estos aportes son de consulta indispensable para quién se aproxime al estudio en estas regiones.

Aparte del Loa Superior, Pepe ha tenido otros intereses en su larga trayectoria como investigador. Entre ellos destacan sus aportes al período Tiwanaku, especialmente referidos a su expansión en el norte de Chile. Sus trabajos sobre arte rupestre, también en el norte, han sido de enorme riqueza, particularmente en cuando a semiótica, acercándonos a las ideologías andinas que él ha explorado desde muchos ángulos, como el chamanismo y las prácticas alucinatorias. Sus contribuciones al conocimiento de los períodos tardíos de Atacama son de principal relevancia, especialmente en lo que se refiere al Qapaqñan, o sistema de vialidad Inka en esta región. El tráfico de caravanas y las redes de contactos entre regiones ha sido un interés recurrente desde su tesis doctoral hasta ahora. Por otra parte, Pepe ha estado preocupado permanentemente de la práctica y futuro de las disciplinas arqueológicas y antropológicas en la arqueología chilena. Sus estudios arqueológicos referidos a la desaparición de personas durante el gobierno militar fueron la iniciación de los trabajos de arqueología forense en el país.

No quisiera terminar estas palabras sin mencionar la relación personal que hemos mantenido con Pepe durante este largo período de nuestras vidas. Admiro en él su seriedad, capacidad y entrega a sus principios, sean ellos de índole personal, profesional o académico, su fidelidad, entrega y una amistad que agradezco.

Carlos Aldunate del Solar*

* Presidente de la Fundación Larrain-Echenique, Exdirector del Museo Chileno de Arte Precolombino.