Pastores y caravaneros en el arte rupestre de San Juan (Centro Oeste de Argentina)
Herders and caravaneers in the rock art of San Juan (West Central Argentina)
En este artículo se presentan los resultados del análisis de representaciones de llamas observadas en sitios del sector cordillerano de la provincia de San Juan, con el objetivo de contribuir a la caracterización y comprensión del registro de arte rupestre del Centro Oeste de Argentina vinculado con dichas figuras. Los hallazgos muestran diversos diseños o patrones formales de llamas, los que indican una amplia presencia de estos animales durante la segunda parte del Holoceno Tardío en el oeste sanjuanino. Igualmente, permiten proponer una cronología general y la vía más probable para el tráfico caravanero trasandino en ese sector. El registro analizado aporta, además, elementos que permiten discutir la probable monta de la llama por los nativos locales y la posible vinculación de un singular personaje antropomorfo con un ícono distintivo del norte de Chile, el “Señor de los Camélidos”.
Palabras clave: arte rupestre, llamas, caravaneo, San Juan, Centro Oeste de Argentina.
INTRODUCCIÓN
La llama (Lama glama) tuvo una gran importancia económica en el mundo andino, pues aportaba carne, sangre, fibra, cuero, combustible, sebo y un modo de transporte (Nielsen 1998). Además, como manifestación de su dimensión simbólica, formaba parte de diversas ceremonias que incluían su sacrificio (Lecoq & Fidel 2003; Prieto et al. 2014). Si bien su hábitat principal eran las tierras altas del Perú, oeste de Bolivia, norte de Chile y Noroeste Argentino (noa), la información histórica y arqueológica señala una amplia dispersión del animal por sectores de Colombia, Ecuador y Paraguay (Bonavia 1996). En Argentina, su presencia llegó hasta territorios tan lejanos como el litoral y Cuyo (García 2017; Cornero 2021). En esta última región, la crianza intensiva de la llama ocupó un lugar muy importante en la economía indígena del norte de la provincia cuyana de San Juan, fundamentalmente por su utilización para el tráfico caravanero (Gambier 1988, 2000); no obstante, las evidencias son aún demasiado escasas y equívocas como para reconocer con precisión el rol desempeñado por este animal en las comunidades locales. La inexistencia de estudios arqueofaunísticos es un claro ejemplo de esta situación. Sin embargo, los registros de arte rupestre del noroeste sanjuanino aportan nuevos elementos para avanzar en el conocimiento del tema y para alentar el inicio de discusiones sobre el manejo y la significación de la llama en el mundo indígena local.
Efectivamente, en esta región se han registrado varios sitios con petroglifos que muestran camélidos dispersos o concentrados, en grupos pequeños o numerosos, libres o amarrados y, en ocasiones, con carga o montados por personas. En este artículo se presenta dicho registro, se analiza su diversidad de diseños y, en función de un conjunto de atributos frecuentemente asociados a estas imágenes, se propone su identificación como llamas. Asimismo, se discute su posible monta habitual por parte de los nativos locales y, a partir de la distribución de las escenas pertinentes, se evalúa la ruta más probable para el tráfico caravanero trasandino en tiempos previos a la Conquista.
ANTECEDENTES
La llama era el único animal de carga del mundo andino prehispánico. Diversos autores reconocen la existencia de variedades de esta especie (Wing 1975; Wheeler et al. 1992; Wheeler 2012). En general, se acepta que las variaciones principales son la q´ara, de fibra corta o “pelada”, más utilizada para la carga, y la ch´aku, con mayor cantidad de fibra en el cuerpo o “lanuda” (Vilá 2012). En coincidencia con lo anterior, de Acosta señala la existencia de dos variedades en Perú: “unos son pacos o carneros lanudos; otros son rasos, y de poca lana, y son mejores para carga” (1589: 293). Al reseñar el “ganado de la tierra del Pirú”, de Herrera (1739 [1615]: 124) refiere que en viajes de una sola jornada, no mayores a cuatro leguas (unos 22 km), las llamas podían llevar ocho arrobas de carga, o sea, cerca de 92 kg (tomando como referencia el peso de la arroba en Castilla, ya que había diferencias regionales). Por lo tanto, en esas circunstancias no tenían inconvenientes para soportar el peso de un jinete liviano. Según este autor, en viajes más largos las llamas en caravana andaban, en general, cuatro leguas con cuatro o cinco arrobas de peso (46-62,5 kg). Por ello, no puede descartarse que fueran montadas por jinetes de poco peso en viajes de varios días. Un peso de carga máximo similar es señalado por de Ocaña (1605: 278) para el “carnero de Collao y Pacajes”, el que era cargado con metales en el Potosí, y por Cobo (1892 [1653]) , aunque otros autores refieren valores menores (ver discusión en Bonavia 1996).
Según los cronistas, a diferencia del sistema español de riendas utilizado con los equinos, las llamas eran guiadas mediante cordeles atados a sus orejas: “enfrenanse por las orejas, en las quales se les haze vn agujero por donde se les entra un cordel de que tira el que las gouierna para llevarlas donde, y como quiere” (de Ovalle 1646: 53); “Taládranles una oreja y pásanles un cordel, con que los lleban de unas partes a otras gobernándolos como al caballo con el freno” (de Rosales 1877 [1666]).
Un aspecto muy discutible, aunque poco trata-do en la bibliografía, es si las llamas eran montadas. Bonavia (1996: 515-521) analiza diversos datos coloniales y modernos concluyendo que, aunque la monta de llamas no debió ser una costumbre generalizada, no se puede negar que ocurría en determinadas zonas o en ciertas ocasiones.
Las caravanas de llamas han sido registradas en varios sitios con arte rupestre del noa, como la Cueva del Hechicero, Abra Pintada 1, Río Candado 2, Miriguaca, Corral Grande 1, Las Figuritas, Oyola 14, Cueva Inca Viejo (Martel & Escola 2011; Ledesma 2012; López et al. 2015, 2021; Quesada & Gheco 2015; Gentile et al. 2019; Rodríguez et al. 2019); del norte chileno, como Taira, Huancarane, Pampanune, Sora Norte y Santa Bárbara (Niemeyer & Schiapacasse 1981; Briones et al. 2005; Berenguer 2009; Valenzuela et al. 2011) y de Bolivia, como Pultuma, Ulupicas, Paicone Kucho, Oqañitaiwaj (Querejazu 2006; Fauconnier 2016; Nielsen 2017).
De Herrera (1739: 124) señala que “van en una recua destos quinientos, y mil, cargados de cualquier mercadería con ocho, o diez indios no mas”. Estas cantidades parecen exageradas al considerar las representaciones rupestres conocidas (la caravana más larga registrada en Argentina, en la Cueva del Hechicero, tiene solo 35 llamas). Sin embargo, un panel del sitio boliviano de Pultuma muestra un conjunto de más de 180 (Querejazu 2006), lo que sugiere la integración de grandes cantidades de llamas a las caravanas, aunque este aspecto debió depender de las características y necesidades específicas de cada región.
En el noa y regiones vecinas de Chile y Bolivia se han realizado numerosos estudios arqueológicos y etnográficos vinculados con el pastoreo de llamas y el tráfico caravanero (Bonavia 1996; Nielsen 1997, 1998; Pérez 1997; Sepúlveda et al. 2005; Martel & Aschero 2007; Berenguer 2009; Yacobaccio 2010, 2012; Núñez & Nielsen 2011; Gabelman 2015; Berenguer & Martínez 2016; Lecoq & Fidel 2019; Valenzuela et al. 2019). Aunque San Juan constituye un sector marginal con respecto a aquella área, existen allí diversas evidencias de la presencia de tales animales.
En esta provincia el registro más antiguo de restos atribuidos a llamas proviene del sitio arq18, ubicado en la cordillera andina a 3761 msnm (Castro et al. 2013; Gasco 2014a). Se trata de especímenes óseos correspondientes al Componente iii, que se extiende entre 5120±60 (lp-1840) y 4310±90 años ap (lp-1973) (Cortegoso et al. 2012). Estos elementos fueron asignados a llama con base en estudios de morfometría geométrica, aunque dichos resultados han sido cuestionados por recientes investigaciones genéticas (Abbona et al. 2020).
El cuerpo de evidencias más abundante y diverso sobre la presencia de llamas en San Juan se ha encontrado en el valle de Iglesia y sectores aledaños. En el sitio Punta del Barro los límites cronológicos aproximados de este conjunto estarían dados por los fechados 2270±120 (Gak-8832) y 1540±60 (Beta-21264) años ap. El primero correspondería al inicio de la aparición de estiércol en un basurero. En este sitio Gambier (1988) recuperó varias figurillas de llamas, textiles realizados con su fibra, cuero, un probable sangrador con restos de sangre y una gran cantidad de estiércol procedente no solo de basureros, sino también del interior de las viviendas. Esta estrecha relación entre el ser humano y las llamas se refleja en la dieta de estos animales, ya que los análisis del estiércol mostraron la presencia de restos de algarroba y semillas de zapallo. Además, en este sitio se encontraron tembetás de clavija, pipas monitor y fragmentos de cerámica gris-negra pulida y roja pulida, que para Gambier (1988, 2000) serían producto de la estrecha relación con los grupos trasandinos de la cultura El Molle.
Para momentos correspondientes a la segunda mitad del primer milenio dc, Gambier (1996-1997) identificó corrales próximos a viviendas en los sitios Bauchaceta y Espota. Más al sur, en el valle de Calingasta, observó un posible corral de ca. 400 m2 y, en Cerro Calvario, acumulaciones apisonadas de estiércol interpretadas como pequeños corrales adosados a las viviendas (Gambier 2000). La dimensión simbólica de las llamas parece constatarse en una tumba de Bauchaceta, en la que los cuerpos de una mujer y de un niño fueron cubiertos por el de una llama (Gambier 1996-1997). Cerca de Punta del Barro se registraron diversos elementos vinculados con el manejo de llamas en el sitio Angualasto: grandes corrales cuadrangulares con anchas paredes de barro y extensos depósitos de estiércol provenientes de los corrales y utilizados como abono. Asimismo, algunas piezas cerámicas, tabletas para alucinógenos, objetos de bronce o cubiertos con mosaico de malaquita y prendas textiles de este sitio serían indicios de frecuentes contactos con los grupos trasandinos del Norte Chico (Gambier 2000).
El conjunto de evidencias descripto se completa con las representaciones rupestres de llamas en algunos sitios cordilleranos, que conforman la base de este trabajo.
SITIOS ANALIZADOS Y METODOLOGÍA
En los últimos años registramos numerosos sitios con arte rupestre ubicados en el oeste de San Juan. La mayoría se agrupa en sectores geográficamente acotados, mientras que otros son sitios aislados (tabla 1). Solo en tres de estos sectores y en dos sitios aislados se observaron representaciones atribuibles a llamas: Agua Negra, Agua Blanca, Conconta, Colangüil y Alero de los Petroglifos (fig. 1). Ninguno de ellos fue excavado o está directamente vinculado con otros que lo hayan sido, por lo que no se puede establecer con precisión una cronología ni una asociación contextual para los patrones de diseño descriptos. Fuera del sector occidental, aunque se han realizado relevamientos en el valle de Zonda y en las sierras de Villicum, Pie de Palo y Valle Fértil, solo se registraron escasos motivos de llamas en los sitios precordilleranos Km 48 y Km 53 (García 2018), ambos atribuidos al período incaico.
Tabla 1. Sectores y sitios con arte rupestre registrados al oeste de San Juan. Table 1. Sectors and sites with rock art recorded in western San Juan.
Figura 1. Ubicación del paso de Agua Negra y de los sectores y sitios mencionados en el texto. Figure 1. Map showing location of Agua Negra pass and the sectors and sites mentioned in the text.
El arte rupestre de los sitios analizados está constituido exclusivamente por petroglifos realizados con la técnica del picado. En algunos casos pueden distinguirse claramente las llamas de otros camélidos, en las formas tendientes a la ortogonalidad o de cuerpos robustos, los que no se encuentran en los patrones locales de representación de guanacos. Para esto, se recurre generalmente a diversos elementos indicativos de domesticación o uso (fundamentalmente amarres en las patas, montas, riendas atadas en las orejas y cargas), a similitudes con otras materialidades (específicamente, las estatuillas incaicas) y datos contextuales de cada panel. Con respecto a los caballos, las principales características que los distinguen de las llamas en los registros locales son la cola larga, orejas más largas, cuello robusto e inclinado y, en el caso de los équidos, la eventual monta en el lomo (García 2019). Especial atención debe prestarse al hecho de que, a diferencia de los caballos, las llamas aparecen generalmente montadas sobre o cerca de las ancas, como muestra una estatuilla de Punta del Barro (fig. 2). Asimismo, en los casos pertinentes las cargas aparecen sobre las ancas o sobre el lomo, sin representaciones que aludan a la presencia de alforjas. A lo anterior se suma un elemento definitorio: las pátinas de los motivos considerados como llamas muestran tonos amarillentos opacos, cremas, marrones o grises según el sitio y el soporte, perfectamente diferenciables de los matices más claros de las representaciones coloniales.
Figura 2. Microescultura de madera hallada en el sitio Punta del Barro que representa una llama montada (fotografía de Carlota López). Figure 2. Wooden micro sculpture of a llama and rider found at the Punta del Barro site (photo by Carlota López).
Para determinar el grado de homogeneidad de los diseños atribuidos a llamas se consideró el ancho del cuerpo. Teniendo en cuenta que, en las representaciones locales, el largo del cuerpo del animal generalmente es similar al de la línea que une las patas delanteras con el cuello y la cabeza, se estimó el ancho del cuerpo en relación con el largo de las patas. Así, se establecieron los siguientes tipos: 1) ancho: el ancho del cuerpo es mayor que el largo de las patas; 2) normal: el largo de las patas equivale entre 1 y 1,5 veces el ancho del cuerpo; 3) delgado: la relación entre el largo de patas y ancho del cuerpo es de entre 1,5 y 2,5; 4) muy delgado: el largo de las patas es superior a 2,5 veces el ancho del cuerpo (fig. 3). Estos parámetros son referenciales y no implican correspondencias con las dimensiones reales de los animales.
Las imágenes de este trabajo han sido tratadas con Adobe Photoshop y con Microsoft Picture Manager a fin de realzar las representaciones, aunque en el proceso se ha intentado minimizar la distorsión de colores.
Figura 3. Módulos que señalan el ancho del cuerpo de las llamas en la región analizada: a) muy delgado; b) delgado; c) normal; d) ancho. Figure 3. Modules indicating the body width of llamas analyzed in the region: a) very thin; b) thin; c) normal; d) wide.
DESCRIPCIÓN DE LAS REPRESENTACIONES DE LLAMAS
Agua Negra
La quebrada con mayor número de representaciones rupestres de llamas es la de Agua Negra (tabla 2, fig. 4). Se trata de una zona estrecha, de aproximadamente 45 km de largo en su sector cordillerano y presenta varias quebradas cortas transversales. Los motivos de llamas se han encontrado específicamente en tres de estas quebradas, denominadas an1, an2 y an3 (García 2013, 2022). Algunas muestran llamas en caravanas y otras en agrupamientos de diverso tamaño, en todos los casos asociadas directamente con antropomorfos, varios de los cuales aparecen montando los animales.
Tabla 2. Características de las representaciones de llamas de Agua Negra. Table 2. Characteristics of llama representations at Agua Negra.
Figura 4. Representaciones de llamas en la quebrada de Agua Negra (fotografías del autor). Figure 4. Llama representations at Agua Negra ravine (photos by the author).
Agua Blanca
La quebrada de Agua Blanca se ubica al norte de la de Agua Negra. Allí se observaron numerosos bloques con petroglifos distribuidos a lo largo de 10 km. Seis de esas rocas muestran representaciones de llamas (tabla 3).
Tabla 3. Características de las representaciones de llamas de Agua Blanca. Table 3. Characteristics of llama representations at Agua Blanca.
Figura 5. Representaciones de llamas en la quebrada de Agua Blanca (fotografías del autor). Figure 5. Llama representations at Agua Blanca ravine (photos by the author).
Conconta
Más al norte, en el sector donde la quebrada cordillerana de Conconta sale al piedemonte, se han registrado numerosos petroglifos. La concentración principal está sobre el margen derecho del arroyo Fiero, en el sitio conocido localmente como Peñasquitos. Otros dos agrupamientos menores se ubican sobre el margen derecho del arroyo Conconta. En 18 rocas se han observado representaciones atribuibles a llamas (tabla 4, fig. 6).
Tabla 4. Características de las representaciones de llamas de Conconta. Table 4. Characteristics of llama representations at Conconta.
El caso más llamativo es el de la roca 5, ya que presenta una gran figura humana con cuatro llamas de tamaño mucho menor, dos a cada lado (fig. 6e). Abajo a la izquierda (derecha del antropomorfo) aparece una llama orientada hacia la derecha, montada cerca de las ancas y con una rienda atada a la parte alta del cuello. En la parte central de la roca se encuentra un segundo animal, de cuerpo orientado hacia la parte superior. Las dos llamas ubicadas a la izquierda de la figura humana (una de cuerpo delgado y otra normal) están montadas sobre las ancas y son guiadas por riendas atadas en un caso al cuello y en el otro aparentemente a la altura de las orejas.
Figura 6. Representaciones de llamas en la quebrada de Conconta (fotografías del autor). Figure 6. Llama representations at Conconta ravine (photos by the author).
Colangüil
La quebrada de Colangüil es la más septentrional de las analizadas. Presenta tres rocas con imágenes atribuibles a llamas (tabla 5, fig. 7). En la roca 1 (fig. 7c), las diferencias entre las dos representaciones del ángulo inferior derecho y las restantes de todos los sitios analizados sugieren la posible presencia de dos variedades de llamas. En el caso de la roca 3 (fig. 7a), las representaciones muestran una marcada desigualdad formal y de pátina con respecto a otra cercana ubicada en la misma roca, que correspondería a un caballo. En esa representación del caballo se observa un jinete con sombrero montado en el lomo del animal, cuyo cuerpo es semicircular, con el cuello inclinado y una aparente rienda colgando de él.
Tabla 5. Características de las representaciones de llamas de Colangüil. Table 5. Characteristics of llama representations at Colangüil.
Figura 7. Representaciones de llamas en el sitio Colangüil (fotografías del autor). Figure 7. Llama representations at the site of Colangüil (photos by the author).
Alero de los Petroglifos
Se trata de un pequeño abrigo rocoso ubicado en el extremo noroeste de San Juan, dentro de la reserva San Guillermo. En el frente se observa una roca con cuatro llamas representadas de perfil absoluto (fig. 8), similares a las halladas en sitios del río San Juan (García 2018) y atribuidas al período incaico por su asociación con los materiales de superficie del alero pertenecientes a dicha cultura. En concordancia con esto, en torno a esta roca se halló cerámica incaica en superficie.
Figura 8. Representaciones de llamas en el sitio Alero de los Petroglifos (fotografía del autor). Figure 8. Llama representations at the Alero de los Petroglifos site (photos by the author).
DISCUSIÓN
Las representaciones analizadas pueden reflejar diferentes situaciones que involucraban llamas. Las concentraciones de estos animales en las que alguno aparece amarrado, sugieren su manejo en acciones de pastoreo. A su vez, la presencia de individuos interactuando con los animales o montándolos indicaría ciertos momentos relacionados con dicha actividad. Por el contrario, los motivos con animales en fila (algunos de ellos montados) y en algunas ocasiones sorteando obstáculos geográficos (fig. 4b) podrían estar vinculados con actividades caravaneras. En estos casos, a diferencia de lo observado en otros hallazgos del norte chileno, noa y Bolivia, las llamas no están atadas entre sí, aunque ello podría responder a modalidades locales de manejo de los animales.
En tiempos históricos la comunicación trasandina se realizaba a través de varias sendas ubicadas a lo largo del sector provincial del cordón andino (fig. 9). Según Igarzábal (1872), el paso de Agua Negra era utilizado fundamentalmente para el traslado hacia Coquimbo de gente montada. Desde el punto de vista geográfico, la vía más directa y despejada para atravesar la cordillera era precisamente la quebrada de Agua Negra (fig. 9). No extraña, por lo tanto, que las representaciones de caravanas se observen únicamente en este camino. En definitiva, del registro analizado se puede deducir que, si bien en varios sectores se realizaban actividades de pastoreo, solo aquella quebrada era utilizada como ruta caravanera en tiempos prehispánicos, o al menos, era la principal.
Hasta el momento, no se han hallado otras evidencias directas del uso prehispánico de este u otros pasos del sector, pero sí aparecieron en sitios del norte de San Juan diversos elementos provenientes del centro-norte de Chile, lo que sugiere la utilización de los mismos. Entre estos se destacan las pipas monitor y vasijas cerámicas y tembetás hallados en Punta del Barro, y tabletas para alucinógenos así como piezas completas de cerámica Diaguita Clásica y Copiapó Negro sobre Rojo provenientes del sitio Angualasto (Gambier 2000).
Figura 9. Principales sendas cordilleranas históricas asociadas a los sitios con representaciones de llamas. Figure 9. Main historic mountain trails associated with sites containing llama representations.
Las variaciones en el diseño de las llamas podrían responder a múltiples causas, tales como diferencias cronológicas, cuestiones estilísticas, edad, experiencia, decisiones individuales o identidad grupal de los agentes, y también por diferencias fenotípicas de los animales representados. Con respecto a esto último, cobra relevancia el registro de Colangüil en el que las dos figuras de llamas de cuerpo ancho y con mayor pelaje sugieren la presencia de una variedad distinta a la realizada usualmente en ese y en los restantes sitios. Por lo tanto, es probable que los diversos motivos de este sitio sean un reflejo de la presencia de estos dos tipos de llamas (posiblemente q´ara y ch´aku) en el noroeste sanjuanino. Por otra parte, en las cuatro escenas de caravaneo de Agua Negra las recuas se dirigen hacia la derecha (en dirección a Chile), lo que sugiere una realización de las representaciones previa al cruce cordillerano, quizás durante un último descanso antes de realizar el paso.
Con respecto a la cronología, la presencia recurrente de diversos elementos vinculados con las llamas se observa aproximadamente desde 2000 años ap. De ahí que resulte muy llamativo que su registro en arq18 se sitúe entre ca. 4500 y 6000 años ap. La explicación podría estar relacionada con la efectividad de las técnicas utilizadas para diferenciar las distintas especies de camélidos. Las determinaciones de llamas realizadas por Gasco (2018), mediante morfometría geométrica en el sitio Laguna del Diamante para especímenes datados entre 782±35 (aa-58290) y 1100±40 años ap (lp-1043) (Durán et al. 2006), han sido puestas en duda por un reciente estudio de adn antiguo de camélidos. Según Abbona y colaboradores (2020: 10), el hecho de que solo se identificaran guanacos en tres sitios cercanos a Laguna del Diamante a partir de elementos óseos de similar antigüedad, debilita la presencia de Lama glama propuesta para ese sitio. Esto permite suponer que el tamaño de los huesos no sería un indicador confiable para ser utilizado como única señal para distinguir guanacos de llamas. Dado que la metodología empleada para Laguna del Diamante y para arq18 es la misma (Gasco 2014b), si las críticas de Abbona y colaboradores fueran correctas, implicarían ciertos problemas de la morfometría geométrica para manejar la variabilidad interna de Lama guanicoe y, consecuentemente, para identificar llamas a través de la medición de algunos elementos óseos. Estas dudas ya habían sido planteadas por Medina y colaboradores (2014), para quienes esta aproximación tiene una capacidad limitada para discriminar especies dentro del género Lama, ya que la variabilidad métrica del guanaco sería muy amplia y se superpondría a la de la llama. Para estos autores es indispensable contar con estándares de tamaño de poblaciones locales. La situación se torna más compleja en regiones como las Sierras Centrales, por la “falta de aplicabilidad de otros indicadores, como las características de las fibras (que no se conservan en el registro arqueológico regional) o la morfología dental” (Medina et al. 2014: 347).
Teniendo en cuenta el estado de la cuestión y en virtud de los indicios de los sitios Punta del Barro y Angualasto descriptos anteriormente, parece conveniente considerar los 1500 años previos a la conquista española como marco cronológico más probable para la realización de las representaciones rupestres de llamas en los sitios analizados. En este contexto, algunos elementos brindan mayor precisión. Específicamente, el diseño de cronología más confiable sería el lineal ortogonal o sub-ortogonal, con las llamas de perfil (figs. 7c y 8), cuyas asociaciones arqueológicas lo ubican en el período incaico, tanto en San Juan (García 2018) como en el noa y norte chileno (Gallardo et al. 1999a; Vilches & Uribe 1999; Gallardo & Vilches 2001; Sepúlveda 2004; Berenguer et al. 2007).
Un tópico muy interesante es el de la posible monta de las llamas en época prehispánica. La opinión de los cronistas acerca de que el animal pudiera transportar personas ha estado siempre muy dividida (ver revisión en Bonavia 1996). En este trabajo, las imágenes son claras respecto de la monta, pero ¿podría tratarse tal vez de caballos? De hecho, así han sido interpretados recientemente los casos estudiados en Chile, en el marco de una perspectiva que explica las figuras ecuestres en relación con el proceso represivo español contra diversos símbolos e imágenes andinas y sus soportes (Martínez 2009). Así, al no ser percibido como un sistema de registro y comunicación, el arte rupestre continuó en uso y a través de él las poblaciones andinas pudieron expresar sus nuevas condiciones de dominación mediante una serie de representaciones que incluyeron figuras ecuestres. En este caso, en un proceso de resignificación y transformación de dos referentes, primero se colocaron las figuras humanas sobre los camélidos, y luego estos fueron transformados en caballos. Por lo tanto, podrían diferenciarse dos momentos en este cambio formal de la representación ecuestre. El primero, durante el siglo xvi y principios del xvii, se destaca por la combinación de atributos de camélidos y caballos en la figura animal. En el segundo, siglo xvii, aparece la figura del caballo y el personaje montado se representa con sombrero (Arenas & Martínez 2007). Los estudios de Gallardo y colaboradores (1990, 1999b) en Aiquina (Río Salado, Atacama) muestran convincentemente cómo en el norte chileno el motivo ecuestre tendría una cronología hispánica y se habría desarrollado en torno a la figura del apóstol Santiago que, en su versión andina, está asociado tempranamente con el “Dios de los Cerros”, el continuador conceptual de Illapa, la deidad andina del trueno, el rayo y el relámpago. Imbuido con los poderes que le permiten manejar estos elementos y accionar positivamente sobre la incertidumbre y el precario equilibrio de las actividades humanas, el grabado ecuestre evoca la imagen de Santiago (apropiada y resignificada por las poblaciones locales) y se transforma en un símbolo de la resistencia cultural nativa al nuevo orden impuesto por los españoles (Gallardo et al. 1990). El motivo ecuestre también fue identificado en los sitios chilenos Tiquina, Suca, Angostura de Chiza, Huancarane, Alero de Santa Bárbara, Chuschul, Quebrada Tambores y Tulán-64, y en el sitio argentino Candados (Arenas et al. 2019).
En estos casos, el jinete es siempre representado de frente, con objetos alargados en una de sus manos (interpretados como espadas, lanzas, etc.) y el otro brazo se extiende hacia el animal, sugiriendo a veces la presencia de riendas. Por su parte, algunos de los animales muestran un engrosamiento en el sector de los cascos y, en un motivo hallado en Tulán-64, el camélido posee un vientre abultado para semejar un caballo. Según Arenas y Martínez (2007), al comienzo de la transición de la representación ecuestre se mantiene el patrón de ejecución indígena del camélido, pero se le van agregando atributos del caballo y el jinete. Los autores lo ejemplifican refiriendo a un panel del sitio Zapagua (Jujuy, Argentina), en el que a figuras de camélidos se agregaron el personaje montado y la cola y el morro del caballo, fácilmente distinguibles por su distinta pátina. ¿Pueden los casos sanjuaninos responder a esta misma dinámica de transformación y resignificación? Como se observa en la figura 7a, una roca de Colangüil presenta un camélido resignificado, con la cola alargada y un jinete esquemático que ya aparecía previamente sobre las ancas (extremo inferior derecho), y un caballo montado por un personaje con sombrero (centro de la figura). En el primero, todo el motivo parece haber sido retocado, y junto con el segundo, muestran una pátina más clara, diferente de la de los motivos del sector inferior izquierdo. Algo similar sucede con la representación de Conconta (fig. 6h), en la que solo se alargó la cola, sin modificar el jinete. Por un lado, estos ejemplos sugieren un proceso de apropiación y resignificación similar al del norte chileno. Pero, por otro, dicho proceso no habría alcanzado a todos los motivos de llamas montadas, y en algunos (como los mencionados) los jinetes no son agregados posteriores. En efecto, las restantes representaciones de monta no muestran agregados destinados a “caballizar” un camélido, ni los jinetes tienen objetos (posibles armas en sus manos), ni se encuentran en el centro del lomo de los animales, ni ninguno de estos tiene el lomo o la parte inferior de las patas engrosadas, ni existen elementos incorporados con distintas pátinas. A continuación, en la tabla 6, se comparan los casos ecuestres mencionados.
Tabla 6. Comparación de animales montados de San Juan, norte de Chile y el Noroeste de Argentina. an: Agua Negra; ab: Agua Blanca; ct: Conconta; cg: Colangüil; ap: Alero de los Petroglifos; aq: Aiquina; tq: Tiquina; ac: Angostura de Chiza; sb: Santa Bárbara; qt: Quebrada de Tambores; t64: Tulán 64; cd: Candados; zg: Zapagua. Table 6. Comparison of mounted animals in San Juan, northern Chile and Northwestern Argentina. an: Agua Negra; ab: Agua Blanca; ct: Conconta; cg: Colangüil; ap: Alero de los Petroglifos; aq: Aiquina; tq: Tiquina; ac: Angostura de Chiza; sb: Santa Bárbara; qt: Quebrada de Tambores; t64: Tulán 64; cd: Candados; zg: Zapagua.
La tabla anterior muestra claramente cómo los casos de San Juan asignados a monta de llamas se diferencian del resto. En este contraste es clave la falta de agregados en el animal (orejas, vientre, cola), la monta sobre las ancas y la ausencia de elementos occidentales que caractericen a los jinetes (fig. 10). Podría sumarse la ausencia de motivos coloniales en los sitios sanjuaninos, con la excepción de Colangüil (el único que queda cerca de un poblado). Por otra parte, esas diferencias se observan también al comparar los motivos analizados con los correspondientes a caballos provenientes de sitios de San Juan (fig. 10).
Figura 10. Animales montados de sitios del norte chileno y argentino: a) Zapagua (Arenas & Martínez 2007: fig. 3); b) Tulán-64 (Arenas et al. 2019: fig. 21); c) Tiquina (Arenas et al. 2019: fig. 5); d) Angostura de Chiza (Arenas et al. 2019: fig. 12); e) Candados (Arenas et al. 2019: fig. 23b); f) Santa Bárbara (Arenas & Martínez 2007: fig. 1e); g) Aiquina (Gallardo et al. 1990: fig. 3); h) Colangüil; i-l) Quebrada Pintada; m, r) Agua Negra; n, p) Conconta; o, q) Agua Blanca (h-r, fotografías del autor); h-l) Representaciones de figuras de caballos con y sin monta de sitios de San Juan; m-r) imágenes de los sitios analizados. En estas últimas, obsérvense las colas cortas, la monta en las ancas y la ausencia de diferencias en las pátinas que hagan pensar que la figura tiene agregados. Figure 10. Mounted animals atsites in Northern Chile and Argentina: a) Zapagua (Arenas & Martínez 2007: fig. 3); b) Tulán-64 (Arenas et al. 2019: fig. 21); c) Tiquina (Arenas et al. 2019: fig. 5); d) Angostura de Chiza (Arenas et al. 2019: fig. 12); e) Candados (Arenas et al. 2019: fig. 23b); f) Santa Bárbara (Arenas & Martínez 2007: fig. 1e); g) Aiquina (Gallardo et al. 1990: fig. 3); h) Colangüil; i-l) Quebrada Pintada; m, r) Agua Negra; n, p) Conconta; o, q) Agua Blanca (h-r, Photos by the author); h-l) representations of horses with andwithout riders at sites in San Juan; m-r) images of the sites analyzed. In the latter, note the short tails, the riderssitting on haunches and the lack of difference among the patinas, which suggeststhat the figures were added to.
Una objeción importante para pensar que las imágenes rupestres descriptas reflejan la realidad estaría dada por la capacidad de carga de las llamas, que difiere mucho según los autores. Sin embargo, es importante mencionar dos cosas al respecto. Por un lado, Bonavia (1996: 522) refiere un caso “demostrado” de un individuo de 75 kg que viajaba montado en llama en tiradas de 60 km. Naturalmente, se puede considerar como un caso excepcional. Pero, por otra parte, resulta al menos arriesgado extrapolar los tamaños y resistencias de las llamas actuales, al igual que las características de la preparación y desarrollo de las caravanas modernas, a situaciones ocurridas entre 500 y 2000 años atrás. La ausencia de análogos modernos no parece ser un argumento sólido para descartar la monta prehispánica de llamas, por lo que las imágenes de Agua Negra bien podrían representar situaciones reales. Aún así, la monta de llamas pudo ser fundamentalmente una práctica local o restringida a algunos sectores del área andina.
Una mención especial merece el personaje de la figura 6e, registrado en Conconta. Se trata de un antropomorfo de frente, con proyecciones cefálicas, que parece tener una prenda que le llega casi hasta las rodillas. A ambos costados y en una posición inferior se ubican las cuatro llamas ya descriptas, tres de las cuales están montadas. Estas figuras están representadas a un tamaño mucho menor, lo que resalta la importancia del personaje principal. Esto último hace recordar al “Señor de los Camélidos” descripto en sitios del Alto Loa, en el norte de Chile, que constituiría uno de los aspectos del “personaje frontal” o “de los cetros” de los Andes centrales y centro sur (Berenguer 1981, 1999; Berenguer et al. 1985; Chacama & Espinoza 1997; Cabello & Gallardo 2014; Sinclaire 2017). Como señalan López y colaboradores (2021), este personaje (presente en el sitio Cueva Inca Viejo, de Salta) tiene algunos atributos comunes a lo largo de los Andes, pero también aspectos particulares en cada región o sitio. Según Sinclaire (2017), por el contexto pastoril y caravanero en el que generalmente aparece, podría tratarse de un “guardián de los camélidos”, protector de las manadas, rebaños y recuas. Aunque formalmente las similitudes con el caso de Conconta son escasas (en particular la centralidad del personaje, la representación frontal, las proyecciones cefálicas y los pies destacados –elemento de rara ejecución en el arte rupestre sanjuanino–), su asociación con las llamas distribuidas a su alrededor y su gran tamaño con respecto a estas permiten suponer un papel similar al atribuido en el norte chileno. En este sentido, la de Conconta podría ser una representación simplificada y reinterpretada del personaje trasandino, en la que, más allá de algunas diferencias formales (por ejemplo, no tiene los brazos doblados en “V”, ni sostiene varas o elementos lineales espigados en sus manos), prevalecería su rol protector de los camélidos domésticos, característica enfatizada por la monta de tres de las cuatro llamas de la imagen. Si esta interpretación fuera correcta, la figura podría reflejar no solo la escala espacial de dispersión de este ícono y probablemente de los rituales, información e ideas asociadas, sino también la extensión que podían alcanzar los circuitos caravaneros que transitaban por sitios del norte chileno.
La presencia de este personaje no sería el único indicio de tales relaciones, ya que estas pueden inferirse también a partir del hallazgo en San Juan de tabletas inhalatorias de sustancias psicoactivas similares a las de aquella región (Gambier 2001; Torres & Repke 2006) y a las del noa (Sprovieri 2010). Dos de esas tabletas provienen de Tudcum y Angualasto, en el norte de la provincia, y presentan personajes frontales, aunque la falta de datos contextuales dificulta su ubicación temporal, ya que, al igual que el personaje frontal, estos elementos tuvieron una amplia difusión entre 1000 y 2000 años ap.
CONSIDERACIONES FINALES
Varios sitios del oeste sanjuanino exhiben probables representaciones de llamas que habrían sido realizadas durante los últimos 1500 años de ocupación prehispánica. Algunas imágenes muestran agrupamientos de estos animales, de los cuales varios están atados, cargados, montados, son llevados mediante riendas por personas o simplemente están espacialmente asociados con personajes antropomorfos, por lo cual se estima que reflejan escenas vinculadas con el pastoreo de llamas. En otros casos, la evidente presencia de caravanas con camélidos guiados, cargados y montados permite deducir que también se trata de llamas. La distribución latitudinal de estas escenas indica una amplia extensión de estas actividades en el oeste de San Juan. Sin embargo, las imágenes de caravanas están restringidas a la quebrada de Agua Negra, lo que sugiere que la comunicación trasandina realizada con esa modalidad se concentraba en esa ruta, probablemente por ser la que menos dificultades presentaba. En este sentido, el tránsito caravanero constituye un importante antecedente de la focalización del posterior vínculo histórico reciente entre San Juan y Chile a través del paso de Agua Negra. Dada la ausencia de información del extremo noroeste provincial, no puede descartarse el uso de otras rutas alternativas.
De ser correcta la interpretación de estos camélidos como llamas, un dato significativo derivado del registro rupestre sería la probable presencia de dos variedades en el oeste sanjuanino. En efecto, las representaciones halladas en una de las rocas del sitio Colangüil muestran especímenes de posibles llamas lanudas, distintas a las de la mayoría de los otros registros analizados, los que podrían corresponder a la variedad de fibra corta y más apta para la carga. Un aporte adicional del registro analizado son los numerosos casos de llamas montadas, actividad que parece haber sido frecuente al menos en el noroeste sanjuanino.
Finalmente, resulta sugerente la presencia en Conconta de un personaje de gran tamaño vinculado con llamas, análogo al “Señor de los Camélidos” del norte de Chile y posiblemente asociado (al igual que este) a la protección de estos animales, hecho que podría vincularse con el flujo de información canalizado a través del tráfico caravanero. Así, este no se habría restringido simplemente a ciertas materialidades más visibles en el registro arqueológico del norte sanjuanino, sino que también pudo aportar elementos simbólicos a la configuración de las creencias de las poblaciones nativas locales.
Agradecimientos Los relevamientos que sirvieron de base a este trabajo se realizaron en el marco de proyectos de investigación financiados por cicitca–unsj 80020190100012sj y conicet pue 2292016010. Agradezco a Silvia Cornero por compartir gentilmente valiosa información inédita relacionada con la presencia de llamas en sitios cercanos al curso medio del río Paraná. Extiendo mi agradecimiento a Oscar Riveros, Oscar Damiani, Carlota López, Susana Carrizo, Nadia Rodríguez, Anabel Rodríguez y Ana Eguaburo por su inestimable colaboración en las tareas de relevamiento, y a los evaluadores del manuscrito, por sus valiosos comentarios y sugerencias.
Abbona C., G. Adolfo, J. Johnson, T. Kim, A. Gil & S. Wolverton 2020. Were domestic camelids present on the prehispanic South American agricultural frontier? An ancient dna study. Plos One 15 (11): 1-16.
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Arenas, M., B. González & J. Martínez 2019. Arte rupestre en los corregimientos coloniales de Tarapacá y Atacama. Problemáticas comparativas locales. Estudios Atacameños 61: 73-109.
Berenguer, J. 1981. En torno a los motivos biomorfos de la Puerta del Sol en el norte de Chile. Boletín del Museo Nacional de Historia Natural 38: 167-182.
Berenguer, J. 1999. El evanescente lenguaje del arte rupestre en los Andes atacameños. En Arte rupestre en los Andes de Capricornio, J. Berenguer & F. Gallardo, eds., pp. 21-30. Santiago: Museo Chileno de Arte Precolombino.