Editorial BB 30 1

Este año 2025 el Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino celebra 40 años de historia. Como si fuera poco, el presente volumen (30.1) marca un hito significativo en la trayectoria de la revista, pues constituye el número 50 desde su fundación en 1986. Desde entonces y con este nuevo ejemplar, hemos publicado 306 artículos académicos, 54 editoriales o presentaciones y dos homenajes en poco más de 6500 páginas. Un proyecto extraordinario que habla por sí mismo en términos de su envergadura, persistencia y calidad, detrás del cual hubo muchas personas e instituciones, siempre con el Museo Chileno de Arte Precolombino como soporte principal. Qué decir de las autoras y los autores de los textos, los verdaderos responsables de dar cuerpo y contenido a cada una de las publicaciones, así como de quienes han conformado a lo largo de todo este tiempo el Equipo Editorial de la revista, colaboradores y colaboradoras incondicionales de la edición y del formato. Sin olvidar jamás a las lectoras y lectores, grandes culpables de la continuidad y valorización de este medio de difusión del conocimiento sobre los pueblos originarios y sus predecesores americanos. Está obra escrita en cuatro décadas es suya, de todas y todos ustedes.

La labor actual del Equipo Editorial del Boletín es, precisamente, dar continuidad a este enorme legado, justamente a través del legado. Tras 40 años la revista posee una línea e identidad propia y consolidada a lo largo del tiempo, pero que aun así hay que saber resguardar y proteger, sobre todo en una era de proliferación masiva de revistas y de una voraz industria editorial en el campo académico. En efecto, los estándares internacionales y los requerimientos de los sistemas de indexación empujan hacia esta homogeneización de las publicaciones seriadas con una fuerza tal que a veces se vuelve muy complejo nadar contra esa corriente para conservar una esencia propia. Pero, la fuerza de la tradición del Boletín ayuda a frenar ese flujo externo, apoyado en su historia, en el museo y en un campo del conocimiento que todavía ansía un espacio propio y abierto de comunicación y difusión del saber especializado sobre las artes, las culturas y las expresiones simbólicas que contiene y contuvo el continente americano. Nuestro trabajo, en ese sentido, es mantener el bastión vigente ante la vorágine de los fríos índices y cuartiles de la máquina académica que predomina en el primer cuatro del siglo xxi.

Una tarea que no es sencilla ni gratuita, dado que requiere de grandes esfuerzos humanos, intelectuales y de tiempo. Enhorabuena, contamos con un equipo profesional y altamente capacitado para llevar a cabo esta tarea, compuesto por Marcelo Alarcón como Editor 1 (desde hace 8 años), Carole Sinclaire y Alex San Francisco como Editores 2 (1 y 4 años, respectivamente), Víctor Jaque como Editor Gráfico (10 años), Isabel Spoerer como Correctora de Estilo (7 años) y Martha Seelenberger como Traductora (desde este año), a lo que se suma quien suscribe como Editor del Boletín (4 años). De este equipo depende todo el funcionamiento editorial de la revista, desde que llegan los manuscritos hasta que son finalmente publicados en internet. A esto se agrega el trabajo realizado por los equipos de comunicaciones, programación y gestión del Museo Chileno de Arte Precolombino. No podemos no considerar a las evaluadoras y evaluadores que revisan todos los manuscritos que ingresan al proceso editorial, una labor ad-honorem pocas veces reconocida de la cual dependen revistas como esta. A todas ellas y todos ellos, mis felicitaciones y agradecimientos por sostener y engrandecer el legado que significa este Boletín.

Este aniversario se celebra, además, con una renovación institucional, dado que, a la alianza sostenedora realizada por el Museo Chileno de Arte Precolombino y la Universidad Adolfo Ibáñez, vigente desde el año 2021, se incorpora a partir de este número la Pontificia Universidad Católica de Chile. Una triada que ayudará a dar sostenibilidad y crecimiento a la revista en lo económico, académico y comunicacional. Esperamos que este convenio sirva para potenciar nuestros planes de internacionalización y apertura a nuevos círculos de escritores/as y lectores/as a lo largo y ancho del continente americano, así como a otros puntos del planeta.

Como parte de esta asociación se ha querido realizar una completa renovación de nuestro Comité Editorial, desde ahora conformado por un miembro de la Pontificia Universidad Católica de Chile, otro de la Universidad Adolfo Ibáñez, dos del Museo Chileno de Arte Precolombino y uno externo, para conformar un equipo de cinco personas que colaborarán junto al Editor en las tareas esenciales de la revista y su proyección. Los primeros invitados para asumir estos roles han sido, respectivamente, Roberto Campbell Toro, Fernando Guzmán Schiappacasse, Bat-ami Artzi, Felipe Armstrong Bruzzone y, como figura externa a María Isabel Álvarez Icaza, Investigadora Asociada del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Estamos muy contentos y agradecidos de este nuevo equipo, cuya primera tarea será renovar nuestro Consejo Editorial en búsqueda de un mayor alcance geográfico y diversidad disciplinar.

Este número inicia los festejos de los acontecimientos señalados, presentando ocho artículos de primer nivel, todos escritos en español. Cuatro de ellos provienen de Argentina, dos de Perú, uno de México y otro de Chile. Son textos diversos en lo disciplinar y temático, que cruzan la iconografía, el arte ritual, las ofrendas funerarias, la arquitectura monumental, las narraciones figurativas, las revistas culturales y los intercambios. Un volumen en el que confluyen la arqueología, el arte y las representaciones, en algunos casos correspondientes al propio mundo precolombino y en otros a la sociedad contemporánea respecto a los pueblos originarios del continente. Encrucijadas que ponen de manifiesto uno de los aspectos más valiosos y significativos que este Boletín quiere ofrecer a la comunidad, a saber, el interés por la diversidad y el llamado a la densidad humana. Cualidades que convierten a esta revista en un espacio único en la academia para debatir y socializar investigaciones sobre arte, cultura y simbolismo americano.

Esperamos que esta entrega sea un aporte al público lector de la revista, y que logre fomentar nuevas y distintas investigaciones sobre los temas presentados por sus autores y autoras. A todas y todos ellos, por supuesto, muchísimas gracias por confiar al Boletín sus escritos y a ustedes, por seguir leyéndonos a 40 años de nuestro nacimiento.

Benjamín Ballester Riesco*
Equipo Editorial

 

* Editor del Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Santiago, Chile.
orcid: 0000-0002-7677-717X.
E-mail: bballester@museoprecolombino.cl

Editorial ML 29 2

A la memoria de Alfonso Lacadena García-Gallo (1964-2018).

 

Tengo el agrado de presentarles el segundo y último número de este volumen especial del Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino dedicado a la cultura maya. Tal como señalé en la edición anterior, se trata de la primera vez que una obra de este tipo se publica en Chile, y al igual que el primero, incluye las últimas investigaciones sobre el tema realizadas por reputados especialistas internacionales. En esta oportunidad, el conjunto de textos se orienta en torno a tópicos como el espacio, el tiempo, las manifestaciones artísticas y tecnológicas de esta cultura mesoamericana, abordados desde la arqueología, la etnohistoria y los sistemas calendáricos.

Mayas coloniales

Dos investigaciones nos aproximan a los mayas de época Colonial (1542-1821 dc) a través de un par de importantes libros, uno de ellos elaborado por los propios mayas y, el otro, por el fraile español Diego de Landa, quien compiló el “alfabeto” –como él lo llamó– de la escritura jeroglífica maya que sirvió varios siglos después para descifrarla.

En primer lugar, el doctor estadounidense John F. Chuchiak, profesor distinguido del Departamento de Historia de la Universidad Estatal de Missouri, especialista en historia latinoamericana colonial con énfasis en la investigación en la historia de México y etnohistoria maya, junto al doctor finlandés Harri Kettunen, profesor adjunto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Helsinki y presidente de la Asociación Europea de Mayistas, Wayeb, además de especialista en epigrafía maya y en estudios metodológicos sobre iconografía maya, presentan su trabajo dedicado a la cartografía temprana de “la Desconocida” península de Yucatán, a través del análisis de los dos mapas incluidos en el famoso manuscrito de fray Diego de Landa, la Relación de las cosas de Yucatán. En su artículo, ambos indagan sobre la identidad de los dos escribas que elaboraron las cartas geográficas confeccionadas entre 1550 y 1566, desde un enfoque paleográfico e histórico. Además, evidencian la importancia que tuvieron estos mapas tanto en la demarcación de las posesiones españolas del Nuevo Mundo, como en la producción de las historias generales oficiales escritas por los cronistas de Indias, y en la ampliación del conocimiento geográfico de la península de Yucatán en los círculos oficiales de la cartografía española del siglo xvi.

El segundo trabajo pertenece a la doctora Florencia Scándar, una joven investigadora argentina sobre el arte indígena americano, vinculada al Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam). Sus principales líneas de investigación son el arte indígena virreinal de la Península de Yucatán y los textos e imágenes mayas de esa época. Su artículo se enfoca en un análisis iconotextual –es decir, donde texto e imagen se complementan para construir, en conjunto, un significado– del fragmento de la quinta y sexta página del libro Chilam Balam de Kaua, manuscrito escrito en maya yucateco con caracteres latinos de la época virreinal. La autora se centra en la descripción de la primera imagen de estas páginas, para esclarecer algunos aspectos poco comprendidos de estas secciones a través del análisis iconográfico de la figura y de una inédita traducción y explicación del texto que la acompaña. Con ello ofrece una nueva interpretación que postula la identificación de un eclipse, leones y un cometa.

Palenque

Dos artículos de este número especial tienen como protagonista a la ciudad de Palenque o Lakamhaˀ, como se conocía en la antigüedad. El primero, analiza el sistema funerario palencano con el foco en los tipos de sepulturas y su ubicación durante fines de los períodos Clásico Temprano y Clásico Tardío (550-900 dc) del Grupo Residencial iv, una de las sedes más notables de la élite de esta ciudad. Un trabajo a cargo de los arqueólogos e investigadores doctor mexicano Luis Núñez Enríquez, especialista en las sepulturas de esta urbe, así como en prácticas mortuorias mesoamericanas y en el pensamiento complejo en la prehistoria, en conjunto con el doctor español Andrés Ciudad Ruiz, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid (ucm) y especialista en arqueología de Mesoamérica, en la cultura maya, en la estructura socio-política y los patrones de asentamiento en Tierras Altas de Guatemala. En su estudio, ambos realizan una comparación con los entierros de otros conjuntos habitacionales de la nobleza no real de la urbe, evidenciando algunas de las estrategias desarrolladas por estas clases privilegiadas, además de sus prácticas sociales en relación con la población que estuvo a su cargo. Concluyen que la alta nobleza no real maya que ocupó estos recintos intentó mantener y ampliar su posición de privilegio en la sociedad imitando a la realeza en sus actos, en su cultura y en sus comportamientos, incluidos los funerarios, probablemente en un intento por conseguir el mismo destino de sus gobernantes después de la muerte.

El segundo artículo ha sido dirigido por Ángela Ejarque Gallardo, doctora española en historia del arte de la unam, en asociación con un equipo mexicano compuesto por la doctora Martha Cuevas García, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah), la doctora Nora Pérez Castellanos, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la unam, y el doctor José Luis Ruvalcaba Sil, jefe del Departamento de Física Experimental y coordinador del Laboratorio Nacional de Ciencias para la Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural (lancic) del Instituto de Física de la misma universidad. El equipo presenta un trabajo centrado en una de las producciones más icónicas de la ciudad de Palenque: los incensarios-efigie de cerámica. Se trata de obras materiales que estuvieron presentes en la vida ritual de la urbe durante el período Clásico (250-900 dc), lo que evidencia la continuidad de su uso vinculado al culto a los ancestros y a las deidades tutelares GI, GII y GIII de los templos del Grupo de las Cruces. El simbolismo de estas imágenes sagradas se plasmaba mediante el modelado en arcilla con motivos y diseños alusivos a la cosmovisión palencana, pintados con una rica paleta pictórica a través de diversas técnicas de manufactura y decoración que variaron en el tiempo, transformaciones que según los investigadores se manifestarían en distintas etapas. El texto expone un estudio diacrónico desde la ciencia del patrimonio, aplicando una metodología interdisciplinaria que busca identificar las técnicas de confección y policromía de estos objetos, las que, de acuerdo con las autoras y el autor, estuvieron relacionadas con el desarrollo histórico y político que caracterizaron la vida en dicha ciudad.

Vasijas, figurillas e instrumentos

Tres contribuciones abordan el análisis iconográfico de vasijas polícromas, figurillas e instrumentos de la cultura maya. La primera es obra de la doctora estadounidense Rosemary A. Joyce, quien oficia como profesora distinguida del Departamento de Antropología de la Universidad de California, en Berkeley, y se especializa en áreas como la antropología, el patrimonio cultural, el género, la arqueología, y el feminismo en América Latina, sobre todo en Centroamérica. Ella nos presenta una propuesta orientada a la forma en que nos aproximamos a la interpretación y comprensión de las obras de arte de las sociedades que no dejaron textos. Su trabajo se enfoca particularmente en el análisis de vasijas polícromas de la población del valle de Ulúa, actual Honduras, una sociedad del área fronteriza maya que estuvo en contacto con esta cultura durante gran parte del período Clásico (250-900 dc). Por esta misma razón, se la ha concebido como una variante de la tradición cerámica maya. No obstante, pese a algunas similitudes que presentan ambas expresiones alfareras, la autora expone un enfoque alternativo en el que plantea que la iconografía de las vasijas de estilo Ulúa solo pueden entenderse en relación con su propia cultura visual, su estética y su historia indígena hondureña, para lo cual el análisis semiótico del arte y de la indexicalidad visual y material son de gran ayuda.

La siguiente contribución nos conduce a la zona de Veracruz, México. Mediante un estudio comparativo entre las culturas mesoamericanas olmeca, zapoteca y maya, identifica a un complejo de seres humanos vinculados a ofidios representados en diversas figurillas e instrumentos musicales de cerámica moldeada de las culturas del Centro de Veracruz del período Clásico Tardío (650-900 años dc). El trabajo fue elaborado por una especialista en iconografía de figurillas y esculturas de la Costa del Golfo, la doctora francesa Chantal Huckert, curadora del acervo Culturas del Centro del Museo de Antropología de Xalapa (max), perteneciente a la Universidad Veracruzana. Su investigación se basa en el análisis de fragmentos y piezas completas de la colección del max, desde donde realiza la identificación de elementos fitomórficos, de seres humanos y de ofidios barbados asociados con la entidad del Viento, con el Dios del Maíz, y con sacrificios y rituales agrícolas.

El tercer artículo de este tópico nos regresa nuevamente a los mayas. Un trabajo liderado por la doctora chilena Francisca Zalaquett, del Centro de Estudios Mayas perteneciente al Instituto de Investigaciones Filológicas de la unam, junto al doctor francés Philippe Nondédéo, encargado de investigación en el Centro Nacional para la Investigación Científica (cnrs) y director del Proyecto Naachtun (2010-2022), así como la doctora de esta misma nacionalidad Julie Patrois, profesora en la Escuela del Louvre, y el licenciado en historia con posgrado en estudios mesoamericanos de la unam, el investigador mexicano Ricardo Gómez. El trabajo expone las evidencias de actividades sonoras halladas en excavaciones arqueológicas de varios contextos de la ciudad maya de Naachtun, en el Petén, actual territorio guatemalteco. Esto se realiza a través del análisis de ocarinas de cerámica, flautas, vasijas con soporte, un silbato y una sonaja trompeta o corno de concha, así como de sus representaciones iconográficas. El estudio aborda las características organológicas de estos instrumentos, sus técnicas de manufactura y los sonidos que emiten, los que pueden ser escuchados por lectoras y lectores gracias a los audios dispuestos en el mismo artículo. El análisis incluye los contextos arqueológicos de estos artefactos, comparaciones con otros instrumentos hallados en el área maya, y los posibles usos, simbolismos y rituales en los que fueron utilizados estos dispositivos sonoros.

Tiempo

Como complemento, un artículo de este número especial profundiza en torno a la percepción del tiempo, así como en los rituales y dioses vinculados con los fines de período, conocidos como hoˀtuun, específicamente en la ciudad de Quiriguá, actualmente en Guatemala. El texto tiene como autora a la doctora mexicana María Eugenia Gutiérrez González, docente de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (enah) y miembro fundadora del Centro de Estudios Interdisciplinarios de las Culturas Mesoamericanas a.c. (ceicum), también es especialista en calendarios, epigrafía, iconografía y deidades mayas. Tal como lo describe la investigadora, la mitad de los eventos hallados en los monumentos de Quiriguá se asocian con el paso del tiempo. En efecto, durante el gobierno de K’ahk’ Tiliw Chan Yopaat se registraron todos los fines de período hoˀtuun entre los años 725-785 dc. El texto analiza las fechas e identifica la existencia de un patrón ritual direccional basado en la orientación este-oeste de las inscripciones del gobernante en la Plaza Central de la ciudad, en las estelas F, D, E, C, A y en el Zoomorfo B. La disposición de sus jeroglíficos se corresponde con información calendárica vinculada con los dioses G9 (este) y G7 (oeste) como protagonistas, lo que permite proponer que el momento, el lugar y la orientación con que colocaron estos monumentos se relaciona con los movimientos del Sol y de la Luna, así como con una práctica ritual de culto a las deidades patronas de las veintenas, G9 y G7, y con la Diosa Lunar en un complejo sistema de observación celeste. Estas veneraciones podrían estar conectadas con ciclos agrícolas, con el Dios del Maíz y con rituales para conjurar las tormentas.

Es mi mayor deseo que los lectores del Boletín comprendan mejor el mundo maya, disfruten este número especial y, a su vez, se motiven a seguir profundizando en estos temas. A nuestros lectores y lectoras especializadas, les invito a contribuir con sus valiosos trabajos e investigaciones en esta revista, que estará siempre abierta a recibir propuestas que aporten a una mejor comprensión del arte y el simbolismo americano.

Agradecimientos Quiero expresar mi gratitud a todos los autores y autoras, notables investigadores y, algunos de ellos/as, queridos/as amigos/as, por contribuir con sus valiosos trabajos, gracias a los cuales hemos concluido exitosamente esta gran iniciativa. Asimismo, agradezco sinceramente a los y las evaluadoras anónimas por el enorme esfuerzo realizado y por sus preciados comentarios y aportes que, sin lugar a dudas, beneficiaron a todos los artículos presentados. De igual forma, manifiesto mi gratitud al Editor del Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Benjamín Ballester Riesco, por invitarme a participar como editora de este número especial, por su compromiso en esta labor y su contagioso entusiasmo, así como al Equipo Editorial de la revista, en particular a Marcelo Alarcón Álvarez, Carole Sinclaire Aguirre, Víctor Jaque Faúndez, Alexander San Francisco Araya y Paula Martínez Sagredo, por su constante apoyo y esfuerzos por concluir de la mejor manera este proyecto. Este número especial fue realizado gracias a la colaboración del Proyecto fondecyt de Posdoctorado 2021-3210794 de la Subdirección de Proyectos de Investigación de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (anid), y al apoyo del investigador patrocinante de este proyecto, doctor José Berenguer Rodríguez.

Macarena Soledad López Oliva*

 

* Macarena Soledad López Oliva, Sociedad Chilena de Arqueología, Santiago, Chile.
orcid: 0000-0001-5859-4970.
E-mail: mlopezol@yahoo.com, moliva@museoprecolombino.cl

Editorial BB 29 2

El presente número del Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino constituye el cierre de un volumen especial dedicado al arte maya, una de las culturas mesoamericanas más importantes y trascendentes de todo el continente, publicado en dos partes durante el primer (29.1) y segundo semestre (29.2) del año 2024. Una empresa que solo fue posible gracias al apoyo, el compromiso y la generosidad de la doctora en Historia y Arqueología Macarena López Oliva, quien, durante su estadía de investigación postdoctoral financiada por la anid y orientada a analizar las piezas de origen maya depositadas en la colección del Museo Chileno de Arte Precolombino, colaboró en la gestación, planificación y ejecución editorial de esta obra.

La estancia de Macarena en el Museo sirvió también para potenciar uno de los programas principales que ha guiado nuestro proyecto desde el recambio de parte importante del Equipo Editorial a comienzos del año 2022, que dice relación con la internacionalización de la revista y su acceso a nuevos círculos escriturales y de lectura científica, más amplios y diversos, por sobre aquellos que definieron su existencia hasta ese entonces. Y en efecto, tal propósito tuvo un resultado positivo, pues logramos convocar a más de una veintena de investigadores e investigadoras a colaborar en este volumen, de orígenes y escuelas muy diversas, pero por sobre todo, ajenos a las redes históricas y tradicionales de nuestra revista. En concreto reunimos a especialistas de México, España, Guatemala, Finlandia, Estados Unidos, Francia, Rusia y Chile, en un esfuerzo único en su tipo, ya que probablemente se trata de la primera obra escrita de carácter científico dedicada al mundo maya, editada y publicada desde el hemisferio sur.

Debido a la gran cantidad de contribuciones recibidas durante el proceso de convocatoria, decidimos dividir el volumen en dos números temáticos, conectados dentro del marco general del arte maya. El primero de ellos, lanzado a fines de junio del presente año, agrupó los artículos orientados a la iconografía y la escritura jeroglífica maya, con especial énfasis en aspectos relativos a sus rituales, mitos y gobernantes. El segundo, en tanto, el que justamente presentamos ahora, congrega las investigaciones que giran en torno a tópicos como el espacio, el tiempo y las manifestaciones artísticas de esta singular cultura mesoamericana. Este último, abarca un abanico temático bastante más amplio y heterogéneo que el anterior, y por eso, también más diverso que su predecesor. Esperamos que, en conjunto, constituyan un referente en los estudios mayistas a nivel internacional, en la medida que son la expresión de algunas de las más recientes investigaciones sobre este ámbito, disponibles además en formato digital, de acceso libre y en su gran mayoría en nuestro idioma español, editados desde Chile y Latinoamérica para ser leídos en el resto del mundo.

El avance en la internacionalización de la revista producto de la publicación de esta obra nos encuentra hoy con una buena noticia. A partir del año 2025 el Boletín asumirá un nuevo desafío al contar con una renovada estructura institucional, ya que, a la alianza actual conformada por el Museo Chileno de Arte Precolombino y la Universidad Adolfo Ibáñez, se une la Pontificia Universidad Católica de Chile. Mediante esta tríada al cuidado de la revista esperamos mantener nuestros estándares editoriales y, sobre todo, crecer en el alcance de nuestros círculos de lectura y escritura, que se refuerza con la posibilidad de incluir artículos en otros idiomas (inglés, francés, portugués), sin perder nuestra raíz latinoamericana. Sin duda, vincularse con universidades ayuda al Museo a movilizar mayor capital humano dedicado a la investigación científica en áreas de las humanidades, las ciencias sociales y las artes. Como Equipo Editorial estamos seguros que esta unión nos entregará nuevas fuerzas y perspectivas para continuar con el proyecto cultural y social que significa el Boletín, una de las revistas más reconocidas e importantes a nivel mundial sobre temas de arte y simbolismo americano, producida íntegramente desde el cono sur de este continente.

Nuestro más sincero agradecimiento entonces a estas tres instituciones sostenedoras del Boletín por su confianza y su compromiso. Asimismo, reconocer a los y las autoras de este y otros números previos de la revista que, con mucho esfuerzo y profesionalismo, han contribuido con textos de gran calidad y relevancia científica. No quiero dejar de mencionar a los lectores y las lectoras, responsables de dar vida y valor social a nuestras publicaciones. Finalmente, pero no por eso menos importante, expresar personalmente mi respeto y admiración al fabuloso Equipo Editorial que compone al Boletín, los verdaderos responsables de que la revista tenga la calidad que tiene como resultado de un trabajo arduo y constante, detallado y preciso, pero especialmente hecho con cariño y dedicación. A todas ellas y a todos ellos, gracias, pues el Boletín es una obra cultural colectiva de la cual ustedes son parte.

Benjamín Ballester Riesco*
Equipo Editorial

 

* Editor del Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Santiago, Chile.
orcid: 0000-0002-7677-717X.
E-mail: bballester@museoprecolombino.cl

Editorial ML 29 1

Me complace presentar el primero de dos números especiales realizados en nuestro país sobre una de las culturas más impresionantes y significativas de América: la maya. Ambos incluyen las últimas investigaciones realizadas por reputados especialistas de todo el mundo quienes, de manera entusiasta, quisieron formar parte de este hito histórico, tanto para el Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, como para todo Chile. Este hecho es de gran relevancia, pues se trata de la primera obra de este tipo publicada en el Hemisferio Sur de nuestro continente, región que hasta ahora se había mantenido al margen de este género de estudios, siempre liderados desde la otra mitad del planeta, ya que, en su gran mayoría, las contribuciones realizadas desde nuestras latitudes se han centrado en las múltiples culturas que conformaron la gran área andina. Por lo mismo, también es significativo que se publique prácticamente en su totalidad en español –lo que facilita a todo el mundo hispano hablante profundizar en el conocimiento de esta cultura, cuyo acceso ha estado condicionado, en gran medida, por la barrera idiomática–, gracias a los esfuerzos y por iniciativa propia de los autores invitados.

Pensada inicialmente como una única publicación, la convocatoria tuvo un éxito tal que tuvimos que dividir el conjunto de textos en dos entregas separadas entre sí, pero conectadas por el mismo tema. La primera de ellas, reunida en el actual volumen, se enfoca en los rituales, mitos, reyes y reinas analizados desde la iconografía y escritura jeroglífica maya. Muchos de los tópicos aquí tratados se han discutido por décadas entre los especialistas, evidenciando la importancia de estas problemáticas, las que ahora se presentan con nuevos datos e interpretaciones. Además, otra riqueza de estos escritos radica en que algunos aspectos se discuten ahora desde enfoques más recientes, como los de género, destacando la trascendencia y la necesidad de reivindicar a las mujeres como grandes protagonistas en la conformación histórica y cultural de sociedades antiguas y modernas. Estas han sido tradicionalmente invisibilizadas por el patriarcado imperante –incluso en este tipo de estudios–, amparado por el sistema capitalista global impuesto por las potencias mundiales. Afortunadamente, la discusión y resistencia ante tales paradigmas latentes y reaccionarios está creciendo y la batalla cultural debe continuar.

Otro asunto de gran relevancia tratado en este número especial, se relaciona con el antiguo debate entre escritura e imagen. Al respecto, conviene aclarar que la escritura se define como un “sistema de comunicación que registra una lengua articulada mediante signos gráficos”, el que se estudia a través de la teoría o ciencia de la escritura, conocida como gramatología (Alfonso Lacadena, comunicación personal 2016). Dicha ciencia incluye disciplinas como la epigrafía, la lingüística y la paleografía. Por su parte, la imagen se podría caracterizar como una representación no lingüística, cuya función es emitir un mensaje con un sentido generalmente claro y directo para un observador, sin que medie la intervención de la lengua. En este sentido, su examen no se puede abordar desde la gramatología, sino desde otras disciplinas, como la historia del arte, la estética y la iconografía, entre otras.

En las culturas mesoamericanas como la maya, muchas veces texto e imagen se encuentran estrechamente imbricados, por eso es fundamental diferenciarlos cuando se estudian. Este es el enfoque que utilizan los autores en este número, el que se aleja de posturas contrarias que proponen actualmente algunos especialistas en la cultura nahua, al plantear que las imágenes se pueden leer y que, por lo tanto, no deberían diferenciarse de la escritura. Esta posición me parece inconsistente teórica y metodológicamente, ya que son sistemas de comunicación gráficos distintos, regidos por procesos cognitivos diferentes y que, en consecuencia, deben analizarse con métodos propios. “Una concepción amplia o laxa de ‘escritura’, donde todo cabe, lo único que hace es ignorar el éxito del desciframiento de los sistemas de escritura” (Velásquez et al. 2023: 256) tanto en Mesoamérica (escrituras maya y nahua, las únicas descifradas hasta ahora), como en otras partes del mundo (escritura jeroglífica egipcia, sumeria, elamita, hitita, luvita, etcétera). El debate ha comenzado y solo el tiempo permitirá –como siempre ha ocurrido cuando hay una facción resistente a aceptar una revolución científica, ralentizando así su desarrollo– que el paradigma fonético que varios mesoamericanistas defendemos, asociado a estas escrituras, una vez más, demuestre ser el más sólido (Kuhn 2018 [1962]; López 2022; Velásquez et al. 2023; Velásquez & López 2024).

El mundo maya

Antes de profundizar en las contribuciones de esta primera entrega, quisiera presentar brevemente al lector no especializado algunos aspectos del horizonte cultural en el que estos artículos se sitúan. Para comenzar, conviene señalar que los mayas formaron parte de lo que se conoce como Mesoamérica, una gran área cultural compuesta por diversos grupos que compartieron características religiosas, culturales, sociales, arquitectónicas y artísticas. Entre estas destacan el desarrollo de un sistema de escritura y calendario propio, la construcción monumental que incluye impresionantes pirámides, complejos palaciegos e instalaciones para el juego de pelota, entre otras expresiones, además de un panteón religioso compuesto por numerosos y sofisticados dioses celestes y del inframundo (Kirchhoff 1960). Algunas de las sociedades más renombradas que habitaron esta zona fueron la olmeca, zapoteca, teotihuacana, maya, mexica y tolteca.

El mundo maya se desarrolló principalmente en las regiones selváticas de los actuales México, Guatemala, Belice, Honduras y El Salvador, y tuvo un fuerte apogeo en el período Clásico (250-900 dc). Durante esa época sobresalieron dos importantes ciudades o mega potencias: Tikal –o Mutuˀl, como se conocía en la antigüedad–, ubicada en El Petén, Guatemala; y Calakmul o reino de Kanuˀl, situado en Campeche, México, y que durante el período Clásico Temprano (250-650 dc) incluyó también la ciudad de Dzibanché, en Quintana Roo. Ambos centros urbanos se distinguieron por mantener una perpetúa enemistad a lo largo de toda su historia, situación que definió el panorama geopolítico en este territorio (Martin & Grube 2008).

A lo largo de este período fueron importantes las influencias teotihuacanas, especialmente a nivel iconográfico y arquitectónico, aunque también en los registros epigráficos, los que ofrecen información acerca de la llegada de personajes de estas tierras al área maya en el año 378 dc (Stuart 2000) a través de una conquista militar que fue apoyada por aliados locales (Nondédéo et al. 2019). Esto favoreció la instauración de un nuevo gobierno de origen teotihuacano en Tikal en el año 379 dc (Martin 2003, 2022; Martin & Grube 2008) y al establecimiento de esa ciudad del centro de México como un importantísimo referente de legitimación política, dinástica y religiosa para muchas localidades mayas (López 2018).

Por otra parte, todos los sistemas de escritura conocidos son completa o parcialmente fonéticos, por lo tanto, siempre expresan los sonidos de una lengua específica. Al ser dependientes del habla, se componen de dos categorías: 1) semántica, o nivel del sentido o significado; 2) fonética o del sonido. En el caso mesoamericano, se clasifican como escrituras jeroglíficas, porque sus signos son principalmente icónicos, es decir, se componen de imágenes. Entre ellas, la escritura maya es la más conocida y estudiada porque se ha descifrado casi en un 85%. Corresponde a un sistema logofonético, o sea, está formado por logogramas o caracteres que representan palabras o morfemas de la lengua con significado, y fonogramas o signos que representan sonidos sin significado. Concretamente, es una escritura logosilábica, pues se compone de caracteres que señalan consonantes, sílabas y vocales, además de logogramas que comunican palabras (Velásquez & López 2024). Sus registros más tempranos datan del año 100 dc y se encuentran en los murales de San Bartolo, Guatemala, y se desarrolló durante más de 1400 años, siendo el período Clásico Tardío (650-900 dc) el de máximo esplendor.

La escritura jeroglífica ha contribuido a reconstruir gran parte de la historia y cosmovisión de diversas ciudades mayas, caracterizadas por mantener vínculos o enemistades con Tikal o Kanuˀl y sus respectivos aliados. De estas urbes conocemos sus genealogías reales, rituales, mitos, y ciertas ceremonias cívicas y religiosas (Martin & Grube 2008; Martin 2022).

Iconografía y escritura jeroglífica maya

Los ocho artículos que dan cuerpo a este volumen tratan justamente de algunas de estas narraciones, históricas o míticas, a través de la iconografía y la epigrafía. Esta última se define ampliamente como la disciplina que se centra en el estudio y desciframiento de escrituras antiguas no-alfabéticas (Lacadena 1995). A continuación, comento estos trabajos, prescindiendo del orden establecido en la presente edición, para centrarme en los grandes temas que tratan.

Mujeres en el mundo maya

Dos investigaciones nos transportan a la región del Usumacinta, en Chiapas, México, para profundizar en torno al papel y la importancia de las mujeres de la corte de dos de las ciudades más significativas de esa zona: Palenque y Yaxchilán. Estos centros urbanos destacan, entre otras cosas, por el hermoso e impresionante arte monumental que desarrollaron –y que afortunadamente se ha preservado–, legándonos en conjunto extensas genealogías y narraciones míticas y rituales de gran valor para la comprensión de la cultura de quienes las construyeron y habitaron.

El artículo de las jóvenes investigadoras españolas Esther Parpal Cabanes, postdoctoranda del Departamento de Antropología de la Universidad de California (Berkeley, Estados Unidos), y la Doctora Zoraida Raimúndez Ares, aborda desde una perspectiva de género el rol que desempeñaron ˀIx Tz’akb’u ˀAjaw e ˀIx Kinuuw Mat, dos connotadas reinas del período Clásico Tardío (650-900 dc) en la corte real de Palenque y el vínculo que tuvieron con su ciudad natal ˀUhx Teˀ K’uh. Las autoras examinan sus biografías y sus representaciones en algunos monumentos del arte palencano, las actividades rituales que ellas protagonizaron en el contexto sociopolítico de aquella urbe, así como los objetos que portan en esas imágenes, asociados con el poder dinástico y militar, lo que les habría permitido reafirmar su poderosa posición y ligarse con otras importantes matriarcas locales. Además, revisan su participación en alianzas entre ambas ciudades, confirmando su relevancia política.

El trabajo de la Doctora y joven investigadora mexicana María Elena Vega, Titular del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), se enmarca en el proyecto papiit, “Las mujeres en la antigüedad maya”. Su artículo nos sumerge en la corte real de Yaxchilán –ciudad que ha estudiado extensamente a lo largo de su carrera– y tiene como objetivo el análisis de las actividades rituales de dos reinas del período Clásico Tardío: ˀIx K’ab’al Xook e ˀIx ˀUhuˀl Chan Lem?. Estas mujeres fueron esposas de uno de los gobernantes más afamados de la ciudad, ˀItzam Kokaaj B’ahlam iii, y la última fue, además, madre del sucesor efectivo de este. En su trabajo, Vega se centra en la revisión de la trascendencia que tuvieron el linaje y la nobleza local en la política dinástica de Yaxchilán. Algunos monumentos de esa urbe no solo representaron y nombraron a estas mujeres, sino que también las hicieron protagonistas de célebres eventos religiosos. Incluso se refieren a ˀIx K’ab’al Xook como ˀix ˀochk’in kaloˀmteˀ, ‘señora [gobernante] del Oeste’, uno de los títulos de más alta jerarquía de esta época, y a ˀIx ˀUhuˀl Chan Lem? como ˀix ˀajk’uhuˀn o ‘sacerdotisa’, lo que evidencia el interés por resaltarlas, junto al soberano, como modelos de representación política, religiosa y de rango social. Entre los diversos rituales que realizaron se encuentra el de personificación –introducido desde Teotihuacan a la zona maya–, que debutó en Tikal (López 2018), lugar que, como señalé, fue una de las ciudades más influyentes de toda Mesoamérica.

Tikal

Tres artículos de este número tienen a esta urbe como protagonista. Uno de ellos, de mi propia autoría, profundiza en el ritual de personificación identificado epigráfica e iconográficamente en el Dintel 3 del Templo iv de la ciudad, monumento elaborado durante el reinado de Yik’in Chan K’awiil (734-746 dc), uno de los más sobresalientes gobernantes de esa metrópoli. La estructura anzalizada relata la batalla que sostuvo en el año 743 dc contra el rey de El Perú, B’ahlam Tz’am (ca. 730?-743 dc), donde lo venció, posiblemente lo sacrificó, y se apropió del dios patrono de la localidad derrotada: una advocación de ˀAhkan. El mandatario realizó diversas ceremonias para incorporar a esta divinidad al panteón religioso de Tikal, entre las cuales la más significativa fue la de personificación. Un ejemplo que expresa fielmente cómo las estrategias políticas y religiosas se imbricaban en la obtención de la supremacía de poder.

Otra joven investigadora española, Elena San José Ortigosa, miembro del Grupo de Investigación de Antropología de América de la Universidad Complutense de Madrid (ucm), contribuye también con un trabajo situado en Tikal, en el que aborda las relaciones entre texto e imagen en las estelas 4, 31 y 22. Un estudio realizado desde la historia del arte, la epigrafía y el análisis estructural del discurso, que busca determinar las principales manifestaciones en que se interconectan los medios escritos y representacionales. La combinación entre escritura e imagen es una de las características más relevantes del arte maya prehispánico, dado que, como señalé al comienzo, se trata de dos sistemas de comunicación gráfica diferenciables, que transmiten mensajes de acuerdo a principios operativos y a signos distintos. No obstante, a menudo se emplean simultáneamente en una misma obra para configurar así una totalidad compleja, en la que, tal como afirma la autora, se pueden encontrar y combinar ciertas soluciones de relación identificadas previamente por Áron Kibédi-Varga (2000). San José reconoce algunas de ellas en las estelas que analiza, lo que demuestra que los textos (jeroglifos) y la imagen produjeron importantes significados –como, por ejemplo, el vínculo con Teotihuacan–, en un marco intrincado e indivisible que definió al arte iconotextual de las estelas del período Clásico.

El Doctor Albert Davletshin, oriundo de Norilsk, en la Siberia Oriental, al norte de Rusia, también colabora en este número en su calidad de lingüista, especialista en escrituras logosilábicas y lenguas mesoamericanas. Ha publicado numerosos estudios nacionales e internacionales y, actualmente, se desempeña como investigador a tiempo completo en el Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana, en Xalapa, México. Su artículo aporta a la discusión desde Tikal en un vínculo con Teotihuacan, a través de la identificación del valor de lectura de la sílaba maya tz’o y en el nombre del importante gobernante extranjero que encabezó la llegada de los teotihuacanos a esta zona, Búho-Lanzadardos, conocido gracias a ciertas inscripciones en la ciudad maya. Si bien el valor de lectura de esta sílaba fue aceptado por los epigrafistas hace más de 20 años, no había sido publicado hasta ahora, situación que el autor aprovecha para perfeccionar los argumentos a favor de los planteamientos originales. La propuesta le permite transliterar el signo “mano con lanzadardos”, que forma parte del nombre del gobernante teotihuacano mencionado, como JATZ’OM, que junto al logograma de ‘búho’, KUY (o KUJ, como propone tentativamente Davletshin), traduce como ‘El Búho Atacará’. Esta interpretación muestra que los mayas del período Clásico traducían en su lengua algunos nombres foráneos, en vez de adaptarlos fonéticamente y que utilizaban xenogramas –corroborando lo planteado previamente por Erik Boot (2009) y Alfonso Lacadena (comunicación personal 2016, en López 2018)–, es decir, asimilaban en sus textos ciertos signos de otros sistemas, en este caso, los de la aún hoy indescifrada escritura teotihuacana.

Estilos cerámicos, narraciones míticas y glifos emblema

Los tres artículos restantes abordan temas ligados a Kanuˀl –reino rival de Tikal– o la cuenca del Mirador en El Petén, una zona que reúne las ciudades de El Mirador, Calakmul y Nakbé, de donde procede uno de los tipos cerámicos más destacados y sobresalientes del área maya: el estilo Códice (Reents-Budet et al. 1994, 1997 Ms., 2000 Ms.; García 2011). Como complemento, también se profundiza en aspectos míticos y paleográficos desde distintas ciudades de esta cultura mesoamericana.

El primero de estos trabajos pertenece al arqueólogo guatemalteco Camilo Luin y a los investigadores rusos Dmitri Beliaev y Sergei Vepretskii. Luin es curador del Museo Popol Vuh y participa, junto a Vepretskii, en el proyecto Atlas Epigráfico de Petén que dirige Beliaev, quien actualmente se desempeña como académico de la Universidad Estatal Rusa de Humanidades en Moscú. Todos han publicado extensamente sobre diversas temáticas relacionadas con la escritura, el arte y la política maya. En esta ocasión, dan a conocer los 11 ejemplares de cerámica de estilo Códice pertenecientes a la colección del Museo Popol Vuh de Guatemala, la mayoría de ellos inéditos hasta ahora. Se trata de uno de los tipos alfareros más famosos del período Clásico Tardío y se caracterizó por representar escenas mitológicas, seres sobrenaturales e información calendárica y dinástica. Los temas pueden ser observados en la muestra estudiada por los autores y que, de hecho, desarrollan a través de cuatro categorías de análisis: 1) bandas celestes y registros calendáricos, 2) el dios anciano y la serpiente, 3) fórmulas dedicatorias y personajes sobrenaturales y 4) el vaso de los wahyis.

Un séptimo trabajo fue elaborado por la Doctora española Ana García Barrios y el Doctor mexicano Erik Velásquez García. La primera es académica de la Universidad Rey Juan Carlos en Madrid y cuenta con varias publicaciones sobre el arte y la religión maya, mientras que el segundo es investigador y epigrafista del Instituto de Investigaciones Estéticas de la unam y ha realizado numerosas investigaciones y publicaciones en torno a temas de historia, historia del arte y escritura jeroglífica maya y nahua. Esta contribución se centra en uno de los mitos más antiguos y extendidos en el mundo, el cual también era conocido entre los mayas: la inundación o el diluvio universal. El relato ha sido documentado sobre diversos soportes en la región y a lo largo de casi toda la historia de esta cultura (400 ac-1500 dc), extendiéndose, incluso, hasta el período Colonial. Al igual que en el Viejo Mundo, este evento marca el fin de una era y el comienzo de otra: en el caso maya, el inicio del tiempo histórico. El combate contra el dragón responsable de la inundación, su decapitación, su cuerpo caído y la acción de pisar su espalda componen la secuencia de la narración, desde donde los autores revisan su evolución compositiva e iconográfica priorizando su análisis en piezas nunca antes estudiadas.

La última contribución tiene como autor al joven investigador español recientemente doctorado, Diego Ruiz Pérez, quien analiza el logograma K’UH, ‘dios’, vinculado a los glifos emblema. Dichos signos se conformaban, en parte, por la frase k’uhul ˀajaw, ‘señor sagrado’, uno de los títulos más comunes y prominentes usados por los gobernantes mayas del período Clásico. La denominación completa confería a los soberanos atributos divinos y los asociaba con una dinastía o un lugar de origen. Ruiz caracteriza las variaciones temporales y regionales de los diseños gráficos de este jeroglifo presentes en los monumentos de la época. El autor pone especial atención en la hilera de cuentas dispuestas frente a la cabeza de mono que representa al logograma K’UH y diferencia seis diseños gráficos que numera cronológicamente. Además, aborda los elementos ornamentales (k’an, concha de Spondylus, lem?, yax y el fonograma –la), que aparecen generalmente en la parte superior del jeroglifo. Utilizando la epigrafía, la paleografía y la iconografía, en este trabajo se analizan las variaciones regionales y temporales que tuvo el logograma mientras se mantuvo en uso. Con ello, se ofrece información relevante sobre lo que la iconografía representa y los conceptos de sangre y sustancia sagrada que se vinculan a ella.

En síntesis, este número especial del Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino nos proporciona una amplia perspectiva sobre las más recientes investigaciones mayas, especialmente en lo que concierne a los avances epigráficos e iconográficos. Sin lugar a dudas, esta iniciativa, que ya atrajo el interés de los/as connotados/as mayistas y mesoamericanistas que participan en los dos volúmenes, seguirá suscitando el interés de otros/as especialistas a quienes, de antemano, invito para que en un futuro cercano se animen a compartir sus investigaciones en esta revista científica internacional.

Notas editoriales para la lectura y traducción de textos mayas

Para este número especial, el Equipo Editorial de la revista, junto a quien suscribe en esta oportunidad como Editora invitada, hemos desarrollado y adecuado un protocolo de convenciones en la lectura, presentación y traducción de textos mayas basado en las fórmulas habitualmente utilizadas por los epigrafistas especialistas en la región. En particular, hemos incorporado el signo que representa la oclusiva glotal (ˀ) en el Alfabeto Fonético Internacional y cuyo uso fue propuesto por Albert Davletshin, apoyado por el Doctor Alfonso Lacadena García-Gallo (†), maestro de muchos de los que participamos en este número. Este signo, antes o después de una vocal indica una consonante y sirve para expresar las vocales rearticuladas, lo que las diferencia de otras lenguas en las que no existen –por ejemplo, en el latín, el español y el inglés–, ratificando así que la escritura maya era logosilábica. Por otra parte, la utilización de ese signo –que muchos autores norteamericanos y europeos omiten–, es también una respuesta implícita de autonomía e independencia intelectual y descolonial del Sur Global.

Las convenciones usadas se resumen en las siguientes, aunque para mayores detalles recomendamos revisar el cuaderno 1 de Alfonso Lacadena y colaboradores (2010 Ms.):

1) Uso de negritas, cursivas y comillas en sílabas y logogramas:

a) Negrita para silabogramas (en minúscula) o logogramas (en mayúsculas), separados por guiones en la transliteración. Ejemplos: CHAKHAɂla, K’UH.

b) Cursiva para las transcripciones y corchetes [ ] para las abreviaciones, restitución de fonemas y reconstrucciones lingüísticas. Ejemplos: chak haɂal, k’uh[ul].

c) Comillas simples para las traducciones (‘ ’). Ejemplos: chak haɂal, ‘lluvia torrencial’; k’uh[ul], ‘sagrado’.

d) Comas para separar los pasos de transliteración y transcripción cuando van unidos. Ejemplo: CHAKHAɂla, chak haɂal.

2) Los nombres de personajes (antropónimos) o lugares (topónimos) en lengua maya se anotan en redondas, por ejemplo, “el gobernante Yaxuun B’ahlam”. Solo se usa cursiva cuando se quiere destacar algo.

3) Los signos/palabras de dudosa lectura se señalan con el signo ?. Ejemplo: LEM?, lem?.

4) Los títulos se expresan en cursiva, por ejemplo: Kaloˀmteˀ del oeste, al igual que los meses calendáricos. Ejemplo: 7 b’en 16 mak, 9.13.5.12.13.

Agradecimientos Quiero manifestar mi más sincero agradecimiento a todos los autores y autoras –admirables investigadores y muchos de ellos/as entrañables amigos/as o compañeros/as del camino que siempre nos lleva al mismo lugar: el mundo maya–, por haberme acompañado en esta iniciativa de gran envergadura para mi país natal. De la misma forma, agradezco profundamente a los evaluadores anónimos por el gran trabajo realizado y por sus inapreciables comentarios y observaciones los que, sin duda, ayudaron a enriquecer los artículos presentados. Expreso también mi gratitud a Benjamín Ballester, Editor del Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, por invitarme a participar como Editora de este número especial y al Equipo Editorial por su apoyo e incansables esfuerzos por sacarlo adelante. Ambos números especiales fueron realizados gracias a la colaboración del Proyecto fondecyt de Posdoctorado 2021-3210794 de la Subdirección de Proyectos de Investigación de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (anid), durante los años 2022-2024. Quiero expresar un sincero agradecimiento al Investigador Patrocinante de mi proyecto postdoctoral, José Berenguer, por la constante ayuda, apoyo y paciencia que me ha brindado durante estos últimos tres años. Finalmente, quiero recordar y dedicar este volumen a nuestro querido maestro y amigo, Alfonso Lacadena García-Gallo (†), quien aún nos sigue inspirando y motivando a continuar con su gran legado.

Macarena Soledad López Oliva*

 

* Macarena Soledad López Oliva, Sociedad Chilena de Arqueología, Santiago, Chile.
orcid: 0000-0001-5859-4970.
E-mail: mlopezol@yahoo.com, moliva@museoprecolombino.cl

 

REFERENCIAS

 

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García, A. 2011. Análisis iconográfico preliminar de fragmentos de las vasijas estilo códice procedentes de Calakmul. Estudios de Cultura Maya 37: 65-97.

Kibédi-Varga, A. 2000. Criterios para describir las relaciones entre palabra e imagen. En Literatura y pintura, A. Monegal, coord., pp. 109-138. Madrid: Arco Libros.

Kirchhoff, P. 1960. Mesoamérica: Sus límites geográficos, composición étnica y caracteres culturales. Acta Americana 1 (1): 92-107.

Kuhn, T. 2018 [1962]. La estructura de las revoluciones científicas. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.

Lacadena, A. 1995. Evolución formal de las grafías escriturarias mayas: implicaciones históricas y culturales. Tesis de Doctorado en Historia, Universidad Complutense de Madrid, Madrid.

Lacadena, A., S. Matteo, A. Rodríguez, H. García, R. Valencia & N. Cases 2010 Ms. Introducción a la escritura jeroglífica maya. Cuadernos de Trabajo 1 y 2, 15 Conferencia Maya Europea, Madrid, 30 de noviembre-2 de diciembre.

López, M. 2018. Las personificaciones (ˀub’aahil ˀaˀn) de seres sobrenaturales entre los mayas de Tierras Bajas del Clásico. Tesis de Doctorado en Historia y Arqueología, Departamento de Historia de América y Medieval y Ciencias Historiográficas, Universidad Complutense de Madrid, Madrid.

López, M. 2022. La revolución científica del fonetismo de Knórozov en el desciframiento de la escritura jeroglífica maya. Conferencia presentada en el Simposio de Homenaje a Yuri Knórozov, 16-18 de noviembre de 2022. Museo Nacional de Antropología, Ciudad de México. <https://youtu.be/9g9DkpQpNT0> [consultado: 23-05-2024].

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Reents-Budet, D., J. Baal, R. Bishop, V. Fields & B. MacLeod 1994. Painting the Maya Universe: Royal Ceramics of the Classic Period. Durham/Londres: Duke University Press.

Reents-Budet, D., S. Martin, R. Hansen & R. L. Bishop 1997 Ms. Codex-Style Pottery: Recovering Context and Concept. En The Maya Meetings at Texas, Symposium in Their Own Write: Native Voices of Mesoamerica. Maya Meetings at the University of Texas, Austin.

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Editorial BB 29 1

El Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino es un dispositivo literario destinado a facilitar la producción y difusión del conocimiento científico de vanguardia sobre las culturas y el arte en el continente americano. En tanto aparato del saber, se halla necesariamente anclado a un lugar, un tiempo, a ciertas condiciones materiales y dentro de determinadas redes de relaciones que definen su propia existencia, identidad y alcance. Por lo tanto, cualquier iniciativa que nos lleve a superar ese estatus y esas circunstancias será para quienes estamos detrás de la revista un valioso desafío y, en ese sentido, también una motivación extra de trabajo y esfuerzo por lograr algo que hasta ahora no habíamos podido conseguir. Con esto, confieso que al Equipo Editorial del Boletín nos mueve un profundo sentimiento de superación, perfeccionamiento, crecimiento, aprendizaje y búsqueda de progreso. Ahí yace hoy, probablemente, nuestro principal motor luego de casi 40 años de historia.

No en vano comienzo el Editorial con estas palabras, pues el número al que responde constituye precisamente un excelente ejemplo de dichos esfuerzos y desafíos por crear algo nuevo y hasta ahora rupturista, no solo en la trayectoria de nuestra revista, sino incluso en el círculo de publicaciones seriadas en la que ella se desenvuelve desde sus orígenes. El Equipo Editorial del Boletín ha decidido publicar este año dos números especiales dedicados al arte y la cultura maya que reúnen en total 16 artículos de algunos de los más connotados investigadores e investigadoras de dicho campo temático a nivel mundial. Ambos volúmenes congregan a escritoras y escritores de México, España, Rusia, Finlandia, Guatemala, Francia, Estados Unidos y, por supuesto, también de Chile, en torno a diversas ramas del saber, como la antropología, la arqueología, la epigrafía, la historia del arte, la cartografía y la lingüística, así como los estudios visuales y de género, entre muchas otras.

Una obra colectiva que es única en su tipo, tanto por la materia y los trabajos que compila, como por su origen y contexto. Un proyecto diseñado, editado y publicado desde Sudamérica, el Cono Sur y Chile, pero cuyo contenido trata enteramente sobre una de las más relevantes y prestigiosas culturas mesoamericanas, lugares distantes entre sí por casi 6000 km en línea recta. Así, y gracias a la colaboración de destacados especialistas, el Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino se convierte ahora en una agencia más en la producción y difusión del saber sobre la cultura y el arte maya en la escena global. Con este gesto hemos inclinado leve, pero significativamente la balanza tradicional del sistema de producción de conocimiento en los estudios mayistas, preponderantes hasta ahora desde México, Estados Unidos y Europa, basculándola por primera vez hacia el Hemisferio Sur.

Una empresa ambiciosa que tomó varios años de gestación y que contó con el inestimable apoyo y compromiso de Macarena López Oliva, investigadora chilena con estudios de postgrado en México y España sobre temas mayas quien, con ocasión de su proyecto de investigación postdoctoral (2021-2024), se encontraba estudiando objetos de esta cultura depositados en la colección del Museo Chileno de Arte Precolombino. Sus competencias profesionales, su inserción en redes internacionales de investigación y el amplio reconocimiento de su trabajo en los círculos académicos globales especializados en este campo fueron una gran oportunidad para poner sobre la palestra del Boletín un tema tan apasionante y único en América como la escritura precolombina, un ámbito que, hasta ahora, prácticamente no habíamos podido socializar en nuestras ediciones anteriores. A esto hay que agregar que Macarena ha sido extremadamente generosa con su conocimiento y tiempo para ayudar a lo largo de todo el proceso editorial, lo que aseguró la calidad de los manuscritos y facilitó la labor del resto del equipo.

Concebida la idea, comenzamos de inmediato a pensar la obra y a convocar especialistas. Para nuestro asombro recibimos muchas más propuestas de las que esperábamos, por sobre una veintena de contribuciones que, luego del proceso de revisión editorial interna y de evaluación externa por pares ciegos, desembocaron en 16 artículos, de los cuales ponemos ahora ocho en sus manos, mientras seguimos trabajando en la edición de los restantes. En esta coyuntura vimos una oportunidad y la aprovechamos para ofrecer no uno, como estaba previsto, sino dos números especiales de ocho textos cada uno: el primero de ellos (29.1), dedicado a la iconografía y la escritura jeroglífica maya a través del estudio de ciertas manifestaciones ligadas a sus rituales, mitos y gobernantes; y el segundo (29.2), orientado a las representaciones y simbolismos de esta cultura mesoamericana desde distintos soportes, perspectivas y disciplinas.

Para el buen desarrollo de este proyecto hemos creado un protocolo estándar o convención para la lectura, traducción y presentación de los textos mayas al público. Si bien todos los escritos realizaban estas prácticas analíticas, ellos lo hacían de distinta manera y según las soluciones habituales en sus respectivas escuelas académicas y de investigación. Ante la diversidad de fórmulas generamos una norma común de traducción que fue adecuada a todos los artículos con consentimiento de sus autores y autoras, la cual será sintetizada clara y expresamente por Macarena López en su siguiente presentación editorial, junto a una breve y necesaria referencia personal a cada uno de los textos que componen el número. Hago referencia a la elaboración interna de este protocolo para exponer un ejemplo entre tantos de la larga lista de desafíos y nuevos procedimientos que el Boletín implementa al abrirse a publicar otros campos temáticos, metodologías de investigación y líneas disciplinares. Asimismo, pone en valor la necesidad que tienen revistas como la nuestra de mantener no solo altos estándares en las políticas editoriales y las normas de edición, sino también de estar abiertos a la indispensable flexibilidad ante los retos que su desarrollo requiere. Ese es el espíritu y la motivación de la revista y el equipo que le da vida.

La idea de publicar un número especial de arte y cultura maya responde también a otro importante desafío. Hace algunos años emprendimos un proceso de internacionalización destinado a expandir el alcance geográfico de los artículos que publicamos, tanto de la procedencia de sus autorías como de los temas que ellos tratan, al igual que del público que finalmente nos lee. Para este propósito hemos mantenido abierta la recepción de trabajos en inglés además de español. Estamos también reestructurando la composición y los integrantes del Consejo Editorial, ahora con presencia de académicos e investigadoras de más países, escuelas y disciplinas, precisamente para ampliar las redes de acción del Boletín. Es en este contexto, entonces, que deviene atractiva la posibilidad de publicar dos volúmenes dedicados exclusivamente a investigaciones de vanguardia sobre el mundo maya, más aún si fueron escritas por algunos de los más connotados especialistas internacionales en el tema.

La publicación de este número coincide con una muy buena noticia, pues el indicador SCImago Journal and Country (sjr), que mide la calidad de las publicaciones seriadas en todo el orbe, en su último análisis confiere la clasificación Q1 al Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino en las cuatro categorías en las que lo evalúa: Archaeology y Visual Arts and Performing Arts, ambas del área Arts and Humanities; y Archaeology y Anthropology, del área Social Sciences. Esto implica un aumento significativo en su valoración respecto a años previos, situando al Boletín entre las más prestigiosas revistas del mundo en el formato Open Access y con el más alto puesto en América Latina en las tres primeras categorías y tercero en la cuarta. Esperamos que, ampliando sus horizontes con este volumen sobre cultura maya, siga consolidándose como uno de los mejores destinos a nivel internacional para los artículos sobre arte y simbolismo precolombino y nativo americano.

Para este Boletín, pero también para el Museo Chileno de Arte Precolombino y la Universidad Adolfo Ibáñez, es un orgullo y un honor presentar este primer número especial sobre iconografía y escritura jeroglífica maya desde Latinoamérica, con los pies puestos en Chile, en alianza con investigadores e investigadoras de distintas nacionalidades, en un esfuerzo mancomunado destinado al público de todo el planeta gracias a esta revista científica digital y de acceso abierto. Ansiamos que los textos sirvan para socializar ampliamente los valiosos contenidos que presenta y, con ello, fomentar nuevos estudios, con sus respectivas interrogantes y respuestas sobre este apasionante tema. Igualmente, esperamos que este volumen se convierta en una ventana hacia otros círculos de escritoras y escritores con tal de aumentar el alcance temático, geográfico y académico de nuestra revista a nivel internacional. Un enorme esfuerzo presente que confiamos tendrá también un ingente resultado en el futuro.

Benjamín Ballester Riesco*
Equipo Editorial

 

* Editor del Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Santiago, Chile.
orcid: 0000-0002-7677-717X.
E-mail: bballester@museoprecolombino.cl

Editorial 28 2

Con el presente número (28.2) celebramos dos años del nuevo ciclo editorial del Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino. Los desafíos han sido inmensos e intensos, sobre todo, debido a que el recambio ha significado un proceso de reflexión interna acerca de la línea principal de la revista y del proyecto que debiera fundar su presente y definir su futuro. Este último tiene como uno de sus principales objetivos el crecer en su alcance internacional para salir definitivamente del cono sur de Sudamérica, pero sin perder su vínculo e identidad primigenia. Es por esto que el Boletín dará un nuevo impulso a formatos como dossiers y números especiales en la medida en que estos contribuyan con este propósito mayor. Es el caso del número sobre arte y chamanismo publicado durante el primer semestre de 2023 (28.1), al igual que dos dossiers que estamos preparando para el año 2024, dedicados al amplio espectro del arte maya, el primero en torno a la epigrafía (29.1) y el segundo (29.2) acerca de las representaciones visuales de esta fascinante cultura mesoamericana. Ambos formatos son diferentes. Mientras los números especiales están consagrados en su totalidad a un tópico particular que reúne y a la vez hace dialogar entre sí a los artículos que contiene, los dossiers no completan un número, ocupando más bien una sección concreta y delimitada de estos, en compañía de otros escritos de entrada y temática libre. La revista seguirá abierta a proposiciones externas de estos formatos de publicación, de acuerdo con su línea editorial y de contenido, siempre y cuando refuercen su alcance internacional y calidad académica.

Este número nos presenta una rica y variada gama de artículos de flujo continuo y sin restricciones de tema, aunque todos dentro del ámbito general del arte y el simbolismo precolombino o nativo americano. En total, comprende siete textos que abarcan situaciones culturales de toda Latinoamérica, desde el Istmo de Panamá por el norte hasta la Patagonia por el sur, en cuyos desarrollos se cruzan, de una u otra manera y en distinta intensidad, países como Panamá, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina y Chile. La trama de cada uno de ellos transita entre la decoración y el estilo cerámico (Mayo-Torné; Pérez et al.), las representaciones animales y humanas (Aschero & Schneier; López et al.; Mayo-Torné), el simbolismo funerario incaico (Bachraty & Nautré; Pérez et al.), las escenas murales de las iglesias coloniales (Guzmán et al.), y la relación entre diseño y obras indígenas en el contexto artesanal contemporáneo (Pilay & Custoja-Ripoll). El volumen condensa así múltiples soportes y expresiones, tales como el arte rupestre, las pinturas votivas, el textil, el ritual fúnebre y la alfarería, en un eje temporal de larga duración que va desde el período Arcaico, atravesando el horizonte Inca y el Colonial, hasta llegar a la época presente.

Es esta amplitud, diversidad de contenidos y formas de aproximarse a la cultura americana la que caracteriza, a nuestra manera de ver, la identidad actual y el proyecto del Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino. Una revista que puede ser descrita hoy como de estudios culturales, dado que traspasa sin compromisos disciplinares múltiples campos del saber y de la expresión, entre los que destacan la antropología, la historia, la arqueología, la música, la literatura, la arquitectura, la lingüística y la etnohistoria, por nombrar solo los más conocidos y habituales. Nuestra ambición es que esta condición se mantenga y que ojalá se potencie con el paso del tiempo, continuando así la senda recorrida y colaborando en la construcción de una publicación que destaque por dicha singularidad, en un escenario académico en el que prima la especialización y la estrechez disciplinar. Queremos transgredir los márgenes, buscamos la tangente, nos gusta la frontera y apelamos a la fuga, pero sin perder de vista nuestro foco principal: el arte y el simbolismo precolombino y nativo americano, tanto pasado como presente.

Como Equipo Editorial esperamos que este número sea de vuestro interés y deleite. Agradecemos sinceramente a las autoras y a los autores que contribuyeron en esta oportunidad, pues nos entregan lo mejor de sus investigaciones y conocimiento para hacerlo público en las páginas que siguen. Hemos trabajado duro para afinar detalles y presentarles a ustedes una revista acabada y pulida, compuesta de artículos de calidad mundial, escritos desde nuestro continente, sobre nuestro continente y para todo el planeta, pero sin olvidar de dónde provienen. Un especial reconocimiento también para quienes pasaron por el proceso editorial y, por distintos motivos, no llegaron a la etapa final de publicación de sus manuscritos. Asimismo, a los y las investigadoras que colaboraron con las evaluaciones de pares anónimos en doble ciego, una tarea compleja y demandante que, sin retribución alguna, muchas y muchos realizan para que revistas como esta puedan existir y, tal vez más importante aún, para que entreguen contenido científico confiable y de peso. Finalmente a ustedes, lectoras y lectores, sin quienes este boletín no tendría razón de ser ni existir, destinatarios de todos los esfuerzos y costos detrás de su realización de manos de un denso enjambre de personas e instituciones. Somos innumerables agencias moviéndonos y creando para ustedes, por hoy y para el mañana.

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Cuando promediaba el año 2020, el Museo Chileno de Arte Precolombino le propuso a la Universidad Adolfo Ibáñez incorporarse como patrocinante del Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino. La invitación fue recibida con especial entusiasmo, tanto por parte de las autoridades de la Universidad, como por los académicos de Historia, Arte, Literatura y Filosofía, agrupados en la Facultad de Artes Liberales. La trayectoria del Museo, la relevancia de la publicación y la conciencia de poder aportar algo específico fueron los factores que incidieron determinantemente en la decisión de aceptar el desafío. De inmediato, el diálogo entre los investigadores del Museo y de la Universidad –necesario para establecer los términos de un convenio que se firmó en el mes de agosto– dejó en evidencia la complementariedad de las instituciones involucradas. Precisamente, sobre la base de sumar equipos de trabajo con formaciones y perspectivas muy distintas fue surgiendo la convicción de que era posible construir juntos el futuro del Boletín.

Si bien las humanidades han tenido cabida en las páginas de la revista, buena parte de sus artículos han provenido desde otras áreas disciplinares. En este sentido, uno de los compromisos que ha asumido la Universidad es la promoción del Boletín como un espacio que acoja trabajos de investigación de un rango temático más amplio. Para la consecución de esta meta se contará con la activa participación de los profesores de Historia, Arte, Literatura y Filosofía. Estas nuevas miradas disciplinares pueden realizar un aporte decisivo en la construcción de relatos necesarios para el diálogo con la sociedad. Al mismo tiempo, la Universidad espera colaborar en la ampliación de los ámbitos regionales en los que se proyecta la revista, diversificando de este modo el origen territorial de los artículos, así como la distribución de las audiencias.

La Universidad considera un deber colaborar en la creación de conocimiento acerca de la cultura y el arte de los pueblos prehispánicos y de las comunidades indígenas. Los trabajos que desarrollan algunos de sus académicos en este ámbito constituyen una riqueza de la vida universitaria que debe ser apoyada convenientemente. En este sentido, el patrocinio del Boletín es una tarea que la Universidad Adolfo Ibáñez asume como parte de su quehacer propio.

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Este editorial es para informar que, con el presente número, he decidido dar por finalizada mi labor como Editor General de esta revista. No he encontrado mejor forma y oportunidad para hacerlo que rindiendo cuenta de mi gestión en momentos en que celebramos el trigésimo quinto aniversario de su aparición y conmemoramos el primer año de la alianza suscrita por el Museo Chileno de Arte Precolombino (mchap) y la Universidad Adolfo Ibáñez (uai).

Creo innecesario retrotraerme a los tiempos fundacionales del Boletín porque están relatados en otra publicación (Berenguer & Torres 2011: 94-97), excepto reconocer que la revista difícilmente habría despegado sin el respaldo que le dio desde el primer día el fundador del mchap, Sergio Larraín García-Moreno, la asesoría artística prestada por Carlos Alberto Cruz Claro durante 15 años y el continuo apoyo de Carlos Aldunate del Solar hasta su retiro de la dirección de la institución en 2020. En realidad, cuando el etnohistoriador José Luis Martínez y el que escribe propusimos esta publicación, no dimensionábamos la aventura en que nos embarcábamos. Antes he señalado: si en aquel diciembre de 1986 nos hubieran dicho que algún día estaríamos celebrando tres décadas y media de existencia del Boletín, francamente no nos habría sorprendido. Éramos lo suficientemente inexpertos como para creer en la perpetuidad de lo que emprendíamos. Pero si nos hubieran dicho lo mismo 5, 10 o 15 años más tarde, no lo habríamos podido creer. Es que, como hemos manifestado anteriormente (Berenguer & Torres 2011: 282-284; Berenguer 2016), la vida de la revista ha sido compleja. En sus primeros 15 años era publicada solo cuando había recursos para costear su impresión y, por cierto, cuando había artículos para publicar, lo que no era fácil de conseguir dada la pequeña cantidad de autores interesados en escribir sobre el ámbito temático del Boletín. He ahí los motivos que explican la “ocasionalidad” de la revista durante sus primeros 18 años, modalidad de aparición que hoy provoca extrañeza, pero que era relativamente común en las revistas chilenas de prehistoria, arqueología y antropología de los años 60, 70 y 80. Pero no estoy aquí para escribir una apología de su resiliencia, sino para recordar algunos hitos, contextos y definiciones que han marcado su recorrido de un modo cualitativo y cuantitativo.

Después de 43 números y más de 250 artículos publicados pertenecientes a alrededor de 500 autores, no hay dudas de que el Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino ha sido un exitoso proyecto editorial. Se trata obviamente de un logro colectivo que corresponde a los sucesivos equipos editoriales, diseñadores y colaboradores que han trabajado en la revista a lo largo de los años, a los colegas que en diferentes épocas han integrado el Comité y el Consejo Editorial, a los autores que han confiado en el Boletín para enviar sus manuscritos, a los evaluadores que han consagrado su tiempo a revisarlos y a los colegas que citan sus artículos contribuyendo a elevar la importancia de la revista en los medios científicos y académicos internacionales. A ellas y ellos, muchísimas gracias.

Concentrando esta revisión en los hitos más relevantes, la primera mitad de la década del 2000 fue particularmente rica en ellos. En 2001, se publicó el primer número monográfico con editores invitados, dedicado en esa ocasión al arte rupestre, uno de los tópicos más recurrentes a través de las décadas. La cantidad ligeramente mayor de contribuciones de ese dosier comparado con los números misceláneos, nos hizo vislumbrar que la intercalación de estos últimos con números temáticos podía ser una buena estrategia para sobrellevar la escasez de artículos que sufría entonces la revista, estrategia que se fue imponiendo con el tiempo, especialmente desde 2010 en adelante.

En 2004, después de una crisis que llevó a preguntarnos sobre la factibilidad y conveniencia de continuar publicándolo, seguida por el decisivo respaldo del Consejo Directivo de la Fundación Larraín Echenique, el Boletín recibió un renovado impulso (Berenguer & Torres 2011: 282). Por de pronto, dejó de ser una revista de aparición ocasional y su único número de aquel año pasó a ser el primero en el que los manuscritos se evaluaron por pares calificados, adoptándose para ello el sistema “doble ciego”.

Al año siguiente –en el comienzo de lo que llamo la etapa moderna de la revista− el Boletín entró en la carrera por acceder a los principales índices de revistas científicas internacionales. Ajustarse a los criterios requeridos en las bases de postulación exigió adoptar la modalidad de publicar un volumen anual con dos números semestrales. Para una revista que, rara vez publicaba más de seis artículos por número, convertirse de la noche a la mañana en una de aparición bianual fue una dura prueba, tanto que, por mucho tiempo, se debieron repartir entre el número de junio y el de diciembre los pocos artículos que llegaban. Esto explica las ediciones con bajísima cantidad de artículos de la segunda mitad de esa década. Sin embargo, ello no fue obstáculo para que en 2008 la revista lograra ser indizada en SciELO Chile, hecho que por entonces –se nos decía– constituía un paso indispensable para postular a índices internacionales de importancia. Aquel fue también el año en que se estrenó la sección del Boletín en la página web del mchap, espacio que se utilizó hasta 2016, cuando empezó a operar la versión del sitio web de la revista inmediatamente anterior a la actual. Un año antes, en 2007, se introdujo una sección de debate, en la cual un artículo era comentado por tres o cuatro especialistas invitados, con derecho a réplica de los autores. Después de cuatro debates estos fueron discontinuados, básicamente porque no conseguimos compatibilizar las revisiones de pares calificados con los tiempos y modos requeridos por los comentarios y las réplicas. Valdría la pena estudiar una forma de lograr esa compatibilidad, toda vez que estas discusiones desempeñan un importante papel en el avance del conocimiento, y son muy apreciadas por autores y lectores en general.

Otro hito digno de mencionar en este recuento es la creación en 2009 del isotipo del Boletín, consistente en cuatro cruces anidadas y lados escalonados que pueden ser visualizadas como vistas en elevación de ocho pirámides dispuestas en simetría axial o en espejo. El ícono intenta ser una síntesis visual de la América originaria, pues reproduce en forma total o parcial motivos que se hallan ampliamente distribuidos en el arte amerindio del continente. Pero, además, los cuadrantes generados por las cruces simbolizan los cuatro campos del conocimiento que conforman el núcleo temático fundacional del Boletín: el arte precolombino, la arqueología, la etnohistoria y la antropología.

Lo sembrado a partir de 2005 comenzó a dar frutos recién en 2014 y 2015, cuando la revista obtuvo su indización en dos de los más prestigiosos índices internacionales: Scopus y Thomson Reuters, Arts & Humanities Citation Index, Web of Science (WoS) Core Collection. Parte de este logro se debe a que el mchap invirtió cada vez más recursos en reforzar el equipo editorial: en 2013 pasa de tener una sola coeditora a dos, y en 2016 a disponer de un equipo editorial de cinco integrantes. En esa década el volumen de trabajo se incrementó enormemente; de hecho, el promedio de artículos publicados por número en los últimos 10 años es prácticamente el doble de aquellos publicados en los primeros 25. Claramente, la revista comenzó a ser percibida por los autores cada vez más como un buen lugar para publicar sus artículos.

Otro hito a destacar en esta segunda década es el término de las ediciones impresas en papel en 2018, hecho que la convierte desde entonces en una revista exclusivamente electrónica o digital. El cambio coincide con pasos similares de otras publicaciones, como parte de una tendencia general en las revistas científicas. En el caso del Boletín, la decisión estuvo desde un comienzo fuertemente determinada por la necesidad de eliminar costos de impresión, almacenaje y despacho.

A los celebrados hitos de Scopus y WoS se sumó en febrero de 2020 un informe de SCImago Journal and Country Rank que mostró la sobresaliente posición del Boletín en el ranking de revistas científicas de América Latina, pasando a integrar el exclusivo grupo de revistas Q1 en cuatro categorías, hecho que se considera bastante excepcional. Además, logra un lugar destacado entre las revistas de artes visuales del mundo, siendo la primera de acceso abierto (open access) en ese ranking y la séptima en el mundo en la misma categoría en el listado general.

Un mes después de conocida esta noticia, la pandemia de COVID -19 se enseñoreó por todas partes, la situación económica del mchap se volvió difícil y la sobrevivencia del Boletín se vio –por primera vez en 15 años− seriamente amenazada. En ese contexto se gestó una alianza entre el mchap y la uai para compartir costos, responsabilidades, saberes y sueños en torno al Boletín. La asociación del Museo con la Facultad de Artes Liberales de la uai aspira a convertir la revista en un espacio de encuentro donde, a partir del citado cuarteto temático original −arte precolombino, arqueología, etnohistoria y antropología− confluyan y dialoguen el pensamiento y los conocimientos de las ciencias sociales, el arte, la historia y las humanidades. Producto de esta unión, a fines de 2020 se incorporaron al Comité y al Equipo Editorial tres historiadores del arte de la uai y comenzó un estimulante intercambio de ideas y experiencias que augura prometedoras instancias de colaboración interinstitucional, no solamente en función de la revista, sino también de proyectos de investigación, iniciativas museológicas, actividades académicas y encuentros de especialistas; por ejemplo, reeditando quizás –en versión siglo xxi– nuestras legendarias Jornadas de Arte y Arqueología.

Este año 2021 lo considero en muchos aspectos como de transición entre lo que el Boletín ha sido hasta ahora y lo que va a ser en el futuro. Semejante a como fue el año 2004, cuando el antiguo Boletín no terminaba de finalizar y el nuevo no acababa de empezar. Un catalizador importante ha sido la asesoría contratada por la uai con la anuencia del mchap para consolidar la revista. Esta consultoría nos ha hecho conscientes de la necesidad de perfeccionar su gobernanza, ampliarnos a toda América tanto organizacional como autoral y temáticamente, actualizar los procesos, objetivos y alcances de la revista, aumentar la cantidad de artículos publicados, mantener los altos estándares de la publicación e incrementar su visibilidad. Todo esto ha potenciado en el Boletín un espíritu de permanente avance, actualización, mejoramiento e innovación. En este proceso ha sido gratificante constatar que, en la versión 2021 del informe de SCImago Journal and Country Rank, los puntajes del Boletín y su posición en los rankings continúan en alza (Berenguer 2021: 7). Son resultados que premian el esfuerzo y confirman las convicciones, pero también invitan a continuar superándose, porque en materia de revistas científicas no hay misión cumplida, todo está en constante evolución. Es así como este año el Boletín se dispone a implementar la plataforma Open Journal System (ojs) como herramienta en la gestión editorial, a usar el sistema Digital Object Identifier (doi), a avanzar a la modalidad de publicación continua de artículos desde 2022, a postular al Directory of Open Access Journals (doaj) y ha adherido al Committee on Publication Ethics (cope). Cabe destacar que, merced al aporte de la Universidad Adolfo Ibáñez y gracias al trabajo conjunto entre esta institución y el Museo Chileno de Arte Precolombino, se ha renovado el sitio web por completo, con un diseño inteligente, amigable y particularmente bello. Es que no por privilegiar lo funcional, se debe olvidar que se trata del sitio de una revista de artes visuales.

Todavía quedan muchos desafíos por delante, pero con lo hecho hasta ahora existen buenas razones para sentir satisfacción y esperar confiados en lo que depararán los tiempos que vienen. Cuando veo la gran cantidad de colegas que hoy escriben sobre arte precolombino o de raíces precolombinas en esta y otras publicaciones de arqueología, etnohistoria y antropología, no puedo dejar de recordar lo “despoblado” que estaba este campo hace tres décadas y media, y me gusta pensar que el Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino ha tenido algo que ver en este crecimiento. Siento que, en la aventura editorial que una vez emprendimos, la revista fue acogiendo en sus páginas a miembros dispersos de una comunidad disciplinaria en formación, y creo entrever que en los próximos años asistiremos a la consolidación de todo un ecosistema transdisciplinario en torno a la investigación de las artes visuales de la América originaria, en cuya épica el Boletín podrá reclamar con mucha legitimidad un lugar protagónico.

Al finalizar este editorial, quisiera agradecer al Museo Chileno de Arte Precolombino por la oportunidad que me otorgó de dirigir esta revista durante todos estos años y a la Universidad Adolfo Ibáñez por la confianza que depositaron en mí durante este primer año de colaboración entre ambas instituciones. Al despedirme, solo me resta comunicar que el nuevo Curador Jefe del Museo, el arqueólogo Benjamín Ballester Riesco, será el nuevo Editor General del Boletín a partir del próximo año. Un investigador talentoso, preparado y productivo, para con quien solicito colaborar con el mismo compromiso que le han brindado a este Editor.

Reconocimientos Deseo agradecer a los doctores Atilio Bustos-González y Fernando Guzmán Schiappacasse, al cineasta Orlando Lübbert Parra y al equipo editorial del Boletín, por las observaciones hechas a distintas versiones de este texto. Por supuesto, ninguno de ellos es responsable de la manera en que interpreté sus comentarios.

REFERENCIAS

Berenguer, J. 2016. Presentación. Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino 21 (2): 5-7.

Berenguer, J. 2021. Presentación. Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino 26 (1): 7-9.

Berenguer J. & A. Torres 2011. Compartiendo memoria. 30 años del Museo Chileno de Arte Precolombino. Santiago: Museo Chileno de Arte Precolombino-Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.

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En mi presentación del Número 2 del Volumen 25, el año recién pasado, junto con comunicar la alianza suscrita entre el Museo Chileno de Arte Precolombino y la Universidad Adolfo Ibáñez para editar esta revista, informaba que esta, a contar del presente año, pasaría a denominarse Boletín de Arte Precolombino. Sin embargo, hemos juzgado prudente esperar las mejores condiciones que garanticen el buen nivel de indización que actualmente tiene la publicación, su factor de impacto y su posición en los ránquines de publicaciones.

Dicho lo anterior, no hay lugar más indicado que esta Presentación para comunicar la siguiente buena noticia. Acabamos de conocer la versión 2021 de SCImago Journal and Country Rank (https://www.scimagojr.com/), que muestra el excelente lugar en que se sitúa el Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino. La revista está posicionada primera en América Latina en cuatro categorías temáticas: Archaeology, Archaeology and Humanities, Anthropology, and Visual Arts and Performing. En Visual Arts and Performing, se encuentra en el séptimo lugar en el mundo, en un universo de más de 500 revistas, y primera en el mundo en el concierto de las revistas Open Access. Mediante el indicador SJR, que ranquea las revistas considerando la reputación de las revistas citantes, nuestra publicación se halla clasificada en Q1 (Cuartil 1) en las cuatro categorías mencionadas. Por otra parte, en las áreas temáticas Social Sciences y Art and Humanities, está situada en el primer lugar en América Latina, y como la revista de más alta reputación internacional editada en Chile. Es decir, el Boletín es hoy por hoy uno de los mejores destinos de publicación para los trabajos en estas categorías temáticas. Tomamos estos logros con la debida humildad, sabiendo que habrá que redoblar los esfuerzos para mantenerse en estas posiciones, y reconocemos que todo esto se debe a la confianza depositada en nosotros por los investigadores, la colaboración seria y comprometida de los evaluadores y el trabajo profesional del equipo editorial.

El presente número comienza con un artículo de Alberto E. Pérez que describe y analiza una serie de artefactos, ecofactos y estructuras de granito –identificadas como menhires, kollones y oráculos− de los mapuches del siglo pasado y antepasado en la cuenca Lácar, Patagonia noroccidental de Argentina. Sostiene el autor que estas caracterizaciones posibilitan ir más allá de las dimensiones económicas y de subsistencia que han prevalecido en la arqueología de la región, permitiendo identificarlas y proyectarlas al pasado, tanto al paisaje y sus recursos como a las diversas interacciones entre las poblaciones que habitaban este territorio. El artículo siguiente es una investigación de Lisandro G. López y Mario J. Silveira en el suroeste de la provincia del Neuquén, Argentina, que muestra los resultados de un análisis de la distribución espacial y las condiciones de acceso de los sitios arqueológicos con arte rupestre en la ambientalmente heterogénea cuenca del lago Traful. Justamente, por esta heterogeneidad −sugieren los autores− su ubicación no obedecería a un patrón específico, sino a las relaciones entre el calendario socioritual de los cazadores-recolectores y sus sistemas de movilidad y de asentamiento-subsistencia.

Basados en información etnohistórica sobre la existencia de quipus en Chile central y la Araucanía, y de registros de petroglifos en Chile central y Neuquén en Argentina, José Manuel Zavala et al. postulan la presencia del quipu o pron mapuche en tiempos prehispánicos, sugiriendo su asociación con la guerra. En el caso de aquella porción de territorio mapuche que estuvo bajo dominio inka, los autores insinúan que las representaciones de estos dispositivos en grabados rupestres se vincularían a rutas de tráfico y a yacimientos mineros.

Entendiendo el estilo y la disociación de sus “referentes culturales” como una instancia activa que se vincula con la agencia artesanal/artística y los contextos sociopolíticos, el artículo de Nicole Fuenzalida discute y reflexiona acerca de los ‘lentes’ que, en clave colonial-civilizatoria, operan en el concepto de Estilo Alfarero (local, cuzqueño y Diaguita) enmarcado en la expansión de los inkas en Chile central. Su autora sugiere que, aun cuando las comunidades incorporaron nuevos estándares tecnológicos y pautas de diseño, se observan en la alfarería no solo principios de exclusión en su estilo de vida tradicional que son atribuibles a la práctica colonial del estado Inka, sino también a las propias comunidades locales en su empeño por persistir y resignificar el nuevo orden.

Desde una aproximación focalizada en el análisis estilístico, contextual y espacial, Amanda E. Ocampo y Mirella S. Lauricella ahondan en la configuración asumida por el arte rupestre de Quebrada de Las Cañas, una localidad arqueológica del valle de Santa María, en el Noroeste Argentino. De acuerdo con las autoras, los resultados de su investigación muestran un proceso de producción a lo largo del tiempo que cuestiona las propuestas que a este respecto han sido tradicionalmente postuladas para el área.

En su reporte de investigación, María Florencia Becerra et al. analizan más de un millar de cuentas del área septentrional de la provincia de Salta, Argentina, identificando materias primas como toba, pizarra, vidrio conchas de moluscos y minerales, en el caso de 27 de ellas identificando turquesa, sodalita y ópalo, y modificando clasificaciones anteriores sobre la base de datos geoquímicos y observaciones macroscópicas. El reporte incluye una evaluación de las posibles fuentes de aprovisionamiento.

Mientras la inmensa mayoría de los trabajos sostiene que los adoratorios de altura son exclusivamente del Período Inka, Alejandro Ferrari et al. argumentan que la historia de Uña Tambo, un adoratorio del norte del Valle Chalchaquí, Argentina, comienza a principios del Período Intermedio Tardío, prolongándose su actividad hasta la ocupación inkaica. El reporte incluye análisis de la arquitectura, la cerámica y las fechas radiocarbónicas de materiales recuperados en la excavación.

Cerrando el presente número, Richard L. Burger describe un conjunto inédito de pacchas cusqueñas con cámara en forma de anillo y gollete vertical corto, tanto de la Colonia como de los siglos xix y xx. Como todas las vasijas de este tipo, las pacchas anulares se emplearon en libaciones rituales y continuaron expresando elementos de la cosmología prehispánica mucho después de ocurrida la conquista española. Su forma y la representación de amaru, la legendaria serpiente de la cosmovisión andina, indicarían un papel en los rituales de la lluvia y la fertilidad.

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El presente número del Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino contempla doce trabajos sobre arte y chamanismo, haciendo uso de una diversidad de herramientas, metodologías y conceptos. A continuación, se considera el uso global de la palabra chamán, la práctica chamánica y sus aplicaciones a la arqueología, y se intenta aclarar la relación entre arte y chamanismo. Luego, se comentan brevemente cada uno de los artículos reunidos en este volumen del Boletín. Felizmente, después de superar varios retos, incluyendo la pandemia y un cambio de Equipo Editorial, este volumen coincide con la exhibición Chamanismo. Visiones fuera del tiempo, realizada en el Museo Chileno de Arte Precolombino.

La mención inicial de la palabra chamán se encuentra en la autobiografía (Zhitiye, la primera autobiografía de la literatura rusa) de Avvakum Petrovich (1620-1652), un sacerdote disidente de la iglesia ortodoxa rusa. Petrovich se oponía a las reformas litúrgicas que el patriarca de la iglesia intentaba imponer. Debido a sus actividades fue exilado a Siberia y, a su regreso a Moscú en 1652, fue sentenciado a prisión y condenado a ser quemado en la hoguera. Durante su exilio, Petrovich pasó un tiempo entre los evenki (tungus), donde presenció sus ritos y escuchó a los participantes referirse al individuo de aparente mayor importancia en el evento como chamán. Este es el relato de Petrovich (Narby & Huxley 2001: 18; la traducción es nuestra), escrito probablemente el año 1650:

Puesto que iba a enviar a su hijo Jeremías a luchar contra el reino de los mongoles, acompañado de 72 cosacos y veinte indígenas, obligó a uno de los indígenas a hacer de samán, es decir, el adivino, y le preguntó: ¿Tendrá éxito la expedición, regresarán victoriosos? Este vil mago, cerca de mi cabaña trajo por la tarde un carnero vivo y empezó a poner en práctica su magia sobre el animal: le dio varias vueltas, le retorció el cuello y lanzó la cabeza a lo lejos. Entonces se puso a saltar y bailar y a llamar a los demonios. Al final se tiró al suelo con grandes gritos y empezó a salirle espuma por la boca. Los demonios le apremiaban y él les pidió: “¿Saldrá bien la expedición?” y los demonios dijeron: “Con gran victoria y grandes riquezas regresaréis”.

La palabra chamán fue introducida en Europa por Evert Ysbrant Ides y Adam Brand (1698), quienes participaron entre 1692 y 1695 en una expedición rusa enviada por Pedro El Grande a China. La narrativa de Ides y Brand incluye el siguiente pasaje del encuentro del primero de ellos con un chamán tungus:

Algunas millas más arriba de aquí habitan numerosos tunguzians, entre los cuales está su famoso chamán o artista diabólico. Los reportes que me habrían llegado acerca de este tramposo hicieron que deseara mucho verlo. Y así, para satisfacer mi curiosidad, fui a estas partes a visitarlo a él y su vivienda. Encontré a un anciano alto con doce esposas y no se avergonzaba del arte que pretendía practicar: me mostró su vestido de conjurar y otras herramientas que usaba. Primero vi su capa, hecha de placas de forja unidas, representando toda clase de aves, peces, cuervos, búhos, etc., además de varias garras de bestias y aves, y picos, sierras, martillos, cuchillos, sables e imágenes de varias bestias (Brand 1698; Ides 1706: 29-30, en Borm 2018: 3, nota 5; traducción de Joan Donaghey).

A través del tiempo, gracias a la labor de viajeros, exploradores, misioneros y antropólogos, comenzó su uso global después de 1940 (Schobinger 1997; Narby & Huxley 2001; Price 2001). Desde aquella época la palabra chamán ha pasado a ser una denominación de conveniencia. Las acciones que caen dentro de la esfera chamánica son diversas y variables. Cada cultura aplica un nombre en el lenguaje que le corresponde. Así encontramos behique, mara’akame, machi, y muchos otros. El término chamán nos ofrece la oportunidad de utilizar una sola palabra para referirnos a las actividades rituales que conducen al estado extático; una categoría que abarca la diversidad de practicantes que comparten una serie de características, alguna de las cuales serán enumeradas a continuación.

El chamanismo ocurre en sociedades de pequeña escala, con bajas manifestaciones jerárquicas. Consecuentemente, y desde cierto punto de vista, no sería correcto denominar chamánicas a sociedades complejas y con claras evidencias de jerarquías como las de Chavín, Moche, Wari o Tiwanaku. Sin embargo, podría ser ventajoso identificar elementos chamánicos en el arte de estas culturas, en esfuerzos por aclarar ciertos aspectos de la iconografía que, de otro modo, podrían permanecer oscuros. Con respecto al estatus religioso del chamanismo, las ideologías chamánicas probablemente influyeron en el desarrollo de las religiones (Wasson 1986), sin embargo, el chamanismo no es una religión. A diferencia de ellas, no existe un dogma chamánico que se aplique a diversas expresiones. En efecto, las religiones tienen, por lo general, un estricto dogma y un cuerpo de oficiantes organizado jerárquicamente, factores que se hayan virtualmente ausentes en el chamanismo. Las ideologías chamánicas son flexibles y se adaptan a las demandas de la gente, a su lugar y al momento. El chamanismo se basa en la relación maestro/aprendiz, con una mínima distinción de niveles organizacionales.

Para establecer una definición de chamanismo se deben considerar múltiples acercamientos al tema y, debido a su cualidad politética (sensu Clarke 1968: 67; véase también Van Pool 2009: 179), es preciso diferenciar entre elementos o atributos variables y otros de mayor permanencia. Entre estos últimos se distingue la modificación de la conciencia con la intención de entrar en un estado extático logrando así el acceso a otros mundos o esferas de existencia. Además, a este respecto se deben considerar representaciones iconográficas como, por ejemplo, seres humanos con características zoomorfas y vegetales e imágenes que representan entidades esqueletonizadas. Lo que diferencia al chamán o chamana de otros practicantes en el ámbito ritual (médiums, adivinos, curanderas) es su capacidad de entrar en un estado modificado de conciencia, lo que le permite viajar a otras áreas de existencia e interactuar con otras agencias e inteligencias.

Arte y chamanismo

Los chamanes son considerados como los primeros artistas (Lommel 1967). Para alcanzar la meta de interactuar con otras áreas de existencia necesitan diversas herramientas. De este modo manufacturan dibujos, pinturas (incluyendo pintura corporal, arte rupestre y tatuajes), esculturas, danzas y cantos. Ofrecer una definición de arte escapa a los propósitos de este editorial, pero debemos pensar que el concepto de arte es una construcción de sociedades europeas post-renacentistas. Desde un punto de vista contemporáneo podemos preguntarnos, ¿qué distingue un retrato de Elvis Presley pintado sobre terciopelo, de un autorretrato de Frida Kahlo?, ¿qué diferencia a una novela de Corín Tellado, de obras como Rayuela o Cien años de soledad? Es una cuestión de intención. ¿Qué se propone el hacedor al realizar su obra? Tendríamos que hablar de regalo, ya que el arte puede verse como un regalo que llena los requisitos propuestos por Derrida y por Hyde:

Para que haya don, el donante o receptor no solo no tiene que percibir el regalo como tal, ni tener conciencia de él, ni memoria, ni reconocimiento; él o ella también debe olvidarlo inmediatamente (à l’instant), y además, este olvido debe ser tan radical que exceda incluso la categorialidad psicoanalítica del olvido (Derrida 1992: 173-174; traducción de Joan Donaghey).

[Una] obra de arte es un don, no una mercancía. O, para plantear el caso moderno con más precisión, que las obras de arte existen simultáneamente en dos “economías”, una economía de mercado y una economía del don. Sin embargo, solo una de estas es esencial: una obra de arte puede sobrevivir sin el mercado, pero donde no hay don no hay arte (Hyde 1983: xi; traducción de Joan Donaghey).

Imaginemos a una persona que asiste a una exhibición sobre pintura de paisaje. Observa detalladamente la representación de una puesta del sol. Durante su regreso a casa se encuentra con un luminoso atardecer que le provoca pensamientos y emociones a los que no hubiera tenido acceso de no haber sido por la pintura con la que interactuó hace un momento. La artista que ejecutó esta obra no conoce al receptor, y este puede no haberse dado cuenta de la influencia de esta pintura en su percepción. O sea, ni el donante ni el receptor deben percibir el regalo como tal. Se elimina, ventajosamente, la comercialización inherente en el intercambio y la reciprocidad.

Volviendo a la relación entre arte y chamanismo, es posible que el arte en un contexto chamánico cumpla estos requisitos de un regalo “puro”, como estipula Derrida (1992). Un regalo no es algo obtenido, sino dado. Los objetos, sonidos y movimientos ejecutados por chamanes son agentes de cambio en sus comunidades. A través de su vida y de su proceso de aprendizaje, el chamán recibe dones: canciones, danzas, información de cómo crear un objeto. El relato de Ramón Pané (1974) incluye un pasaje que relata cómo un chamán (behique) taíno, en comunicación con un árbol, recibe instrucciones de parte del material a ser tallado, el que le revela su forma y su narrativa. Es una vida colmada de regalos:

Los de madera se hacen de la siguiente manera: cuando alguno va de camino y le parece ver algún árbol que se mueve hasta la raíz, aquel hombre se detiene asustado y le pregunta quién es; el árbol responde: “Trae aquí un behique; él te dirá quién soy”. Aquel indio, llegado al médico, le dice lo que ha visto. El hechicero o brujo va luego a ver el árbol […], se sienta junto a él y hace la cohoba [inhalante de semillas pulverizadas de Anadenanthera peregrina] […]. Hecha la cohoba, se levanta y le dice todos sus títulos como si fueran de un gran señor, y le dice: “Dime quién eres, qué haces aquí, qué quieres de mí y por qué me has hecho llamar; dime si quieres que te corte, o si quieres venir conmigo, y cómo quieres que te lleve” […]. Entonces, aquel árbol o cemí [fuerza vital relacionada con los antepasados y las deidades] […] le responde diciendo la forma en que quiere que lo haga. El brujo lo corta y lo hace del modo que se le ha ordenado […] y muchas veces al año le hace la cohoba, cuya cohoba es para tributarle oración, para complacerle, para saber del cemí […] (Pané 1974: 41).

Este don tiene que circular y continuar un proceso de reciprocidad sin recompensa. Esta reciprocidad, o este devolver a la comunidad algo que ya posee, requiere un evento, un ritual. ¿Pero dónde está el arte en este movimiento? En un contexto chamánico, el arte no resulta de la autoexpresión de un individuo que relata aspectos de su vida. El arte chamánico, si es que existe, no depende de un objeto, sino de un complejo de objetos, cantos, bailes, dietas, incluyendo la búsqueda de materiales para la preparación de implementos que serán imbuidos de historias y conexiones con el paisaje, con el espacio vivido. El arte en un contexto chamánico es la totalidad del evento, donde lo más importante es el acontecimiento, la performance, cuya intención es causar la entrada al estado extático y expresar un arte con claras intenciones de modificar la existencia. El arte puede ser considerado como un conjunto de herramientas diseñadas para comprender el mundo. Para lograr este propósito los chamanes y las chamanas necesitan ser poetas, pintores, escultores, bailarines y psiconautas. El chamanismo produce un arte holístico, no fragmentado como sucede en Europa desde el final del gótico, cuando las artes todavía funcionaban simultáneamente. Pongamos como ejemplo una de las catedrales, Chartres (1145-1194 dc), donde bajo el albergue de la arquitectura se reunían pinturas, esculturas, bajorrelieves, vitrales, representaciones teatrales, músicas y cantos. Todas estas formas artísticas trabajaron unidas en las iglesias románicas y góticas para lograr una experiencia que cambia la vida de algunos. En Occidente, la fragmentación del arte se aceleró durante el final del medioevo (1300 dc en adelante). Para la época del encuentro con América por los europeos, el arte occidental se disolvió en sus componentes. Con el paso del tiempo esta fragmentación llegó a extremos; la pintura, por ejemplo, se desintegró aún más: pintura de paisaje, bodegones, autorretratos, retratos. Pero, lo más significativo, es que el arte se convirtió en parte de los sistemas de intercambio mercantil y, en la mayoría de las circunstancias, perdió gradualmente el poder de cambiar la vida.

El regalo es un componente importante del chamanismo y, como tal, es parte de su arte. Si este es un presente, otro aspecto que sería evidente es su capacidad de cambiar el modo en que un individuo percibe al mundo. El factor principal del chamanismo es la facultad de viajar y de interactuar con esos espacios a donde acude en sus travesías. El arte chamánico tiene la intención de propiciar el estado extático. Pero no solo esto, también busca curar dolencias individuales o comunitarias. Cuando un chamán tlingit crea un pequeño encanto de marfil (Jonaitis 1988: figs. 44 y 51) se lo deja al paciente por varios días y después pasa a recogerlo, llevándose los malestares y dolencias del paciente. ¿Un arte que solo ofrece entretenimiento o placer estético sin la intención de atravesar la vida, puede sobrevivir como arte sin poesía, sin el propósito de conectar al individuo con otros mundos y con momentos utópicos? En resumen, es posible definir al chamanismo como un punto de vista, como la intención, o quizás como un acercamiento a una forma de vivir, a una existencia en constante cambio, donde el proceso epistemológico es una función primaria. Tendríamos que crear una arqueología de estados modificados de conciencia.

La iconografía ofrece una entrada para comenzar a comprender estas formas de vida. Este acercamiento se ilustra claramente en las tabletas con representaciones en el llamado estilo Tiwanaku, usadas para inhalar polvos visionarios por vía nasal. Su iconografía representa varias características del chamanismo, entre ellas y de manera notable, la transformación o la adquisición por parte de seres humanos de atributos zoomorfos y vegetales, imágenes grabadas en un instrumento que forma parte del equipo diseñado para modificar la conciencia. Dichas representaciones de seres híbridos manifiestan poses y gestos en contextos que sugieren narrativas de actividades chamánicas, probablemente acompañadas de cantos, danzas y palabras perdidas en la materialidad. Una característica de estas tabletas es la alta calidad en la ejecución del trabajo. Los esfuerzos por encontrar manos o artistas dentro del corpus de 64 tabletas con iconografía Tiwanaku en San Pedro de Atacama no han tenido éxito, lo que sugiere algunas consideraciones. Primero, que forman parte de una tradición artística en los Andes Centro Sur no estandarizada, sino más bien cuasi-independente de requerimientos ideológicos. Para que surja una tradición es necesario una demanda. Pero una tradición no es algo estático, sino todo lo contrario. Tradición es el instante presente en estado de permanente flujo, no es la conservación y mantención de una situación ideal en el pasado; es revolucionaria, siempre en metamorfosis, y no la constante recreación de una ideología estancada. Segundo, la ausencia de artistas con una muestra de varias de sus obras en un mismo sitio, sugiere que la parafernalia inhalatoria circulaba a través de esta área sin implicar necesariamente la presencia de centros desde los que se difundía una ideología. Esta circulación probablemente fue partícipe de las redes de tráfico centro sur andinas, incluyendo el flujo de plantas visionarias como la vilca o el cebil (Anadenanthera colubrina var. cebil).

Arte, arqueología y chamanismo

¿Cómo se expresa esto en un contexto arqueológico? La esencia de este fenómeno es intangible. Residuos arqueobotánicos de plantas visionarias en asociación con parafernalia ritual con iconografía pueden indicar actividades chamánicas. Aunque, por sí solas, estas plantas no remiten exclusivamente a actividades chamánicas, pues son usadas también en diferentes situaciones, por ejemplo, lúdicas, en la cacería, para procurar los pigmentos y los minerales, abarcando todo el proceso de creación desde sus componentes básicos y otras actividades cotidianas. Un elemento iconográfico por considerar es la imagen de individuos con atributos zoomorfos y vegetales. La transformación es un tema que tiene amplia distribución geográfica y temporal. Este fenómeno puede incluir no solo seres híbridos, sino también la representación de aliados o asistentes no humanos del chamán, por ejemplo, aquella conocida como doble o alter-ego. La esqueletonización, es decir, un individuo con los huesos visibles bajo su piel, tiene también importancia como elemento diagnóstico. La presencia en sitios arqueológicos de plantas psicoactivas y preparaciones (p.e., inhalantes o residuos de bebidas), sugiere su uso en rituales o eventos relacionados con el chamanismo.

El arte dentro del chamanismo no se refiere solamente a expresiones visuales. Incluye también movimientos, sonidos y relatos de narrativas mito-históricas. Todo el universo chamánico es arte, la ideología es la arquitectura dentro de la cual se expresa la totalidad de las ideas. Es una experiencia holística que puede ser difícil de detectar en un contexto arqueológico. Es imposible separar el arte chamánico de la vida diaria, pues este tipo de expresión es un proceso de tejer lo cotidiano, inseparable de nuestras pasiones y deseos. Por ello, podría asegurarse finalmente que el arte chamánico es difícilmente perceptible en contextos arqueológicos.

Este número especial del Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino es justamente un intento para hacerlo perceptible. Para ello, presenta 12 artículos que nos ofrecen una gran variedad de acercamientos a la relación entre arte y chamanismo, principalmente en contextos arqueológicos, aunque no solo allí. Ana María Llamazares nos propone una interpretación multidisciplinaria, donde combina elementos de la semiótica, la hermenéutica y la antropología simbólica. Elisa Guerra Doce plantea la hipótesis de que, algunas manifestaciones visuales del Neolítico pueden haber surgido en estados extáticos, confirmando la antigüedad de las prácticas chamánicas y del uso de plantas psicoactivas en la prehistoria de Europa. Guerra destaca cómo se intensifica, precisamente en dicho período, la producción de bebidas fermentadas y el cultivo de plantas psicoactivas. Al respecto, nos parece que la situación es análoga a la del continente americano. Los primeros hallazgos de uso de plantas psicoactivas en el Nuevo Mundo ocurren en sitios pre-cerámicos tardíos con agricultura incipiente. Esto hace evidente la función de las plantas psicoactivas como agentes que contribuyen a la adaptación (Fericgla 1993) a los nuevos y rápidos cambios provocados por la transición a la vida sedentaria, a la agricultura y a transformaciones consecuentes, como la intensificación del intercambio y del movimiento caravanero.

El trabajo de Antonella Fagetti consiste en una descripción histórica y antropológica general del uso de plantas psicoactivas en la prehistoria de México y nos provee una amplia cantidad de datos que confirman la continuidad de estas especies en Mesoamérica desde la prehistoria en adelante.

Stacy Schaefer explora la tradición chamánica wixárika (huichol), describiendo de manera elocuente cómo se transmite el chamanismo y discutiendo cómo las plantas y los animales asisten en el viaje del chamán durante el largo proceso de aprendizaje. Ricardo Chirinos, por su parte, investiga el simbolismo de una estatuilla de cerámica del siglo vii –vinculada a la tradición Barrancoide de la Amazonía central brasileña– sugiriendo una identificación de sus orígenes en la tradición chamánica de la zona. Francisca Gili, Paola González y José Pérez de Arce exploran la continuidad del pasado diaguita en la tradición sincrética de las actuales fiestas de bailes chinos, rituales que se celebran en el norte chileno semiárido. Demuestran de qué modo, motivos y composiciones del arte visual Diaguita, presentes en representaciones en vasijas cerámicas prehispánicas, persisten en ciertos aspectos kinésicos y acústicos de los bailes. En otro de los artículos de este número, Paola González comparte los resultados de una extensa excavación del área funeraria del sitio diaguita El Olivar que abarca más de cuatro siglos. El trabajo es un intento por visualizar las asociaciones en el rito mortuorio entre humanos, animales y objetos desde un perspectivismo chamánico muy próximo al planteado por Eduardo Viveiros de Castro.

Verónica Lema resume y estudia los hallazgos de evidencias de consumo de plantas psicoactivas, incluyendo una pipa en la que se detectó cebil (A. colubrina), tabaco y koro (Trichocline reptans). Patricia Knobloch, por su parte, discute y analiza la conocida hipótesis sobre fosfenos de J. Lewis-Williams y T. Dowson, y cómo los motivos entópticos documentan el chamanismo. La autora aplica estas nociones a un estudio de la cerámica estilo Huarpa (Ayacucho, Perú) y concluye que la evidencia apoya la presencia del chamanismo en los grupos sociales portadores de esta alfarería. Rebecca Stone nos presenta una interpretación de varios íconos presentes en el arte Wari y Tiwanaku como representaciones de san Pedro (Trichocereus pachanoi) y A. colubrina. Además, hace la observación de que las imágenes de cactus y de A. colubrina están frecuentemente emparejadas y combinadas. Este emparejamiento sugiere que dichas plantas eran consumidas de manera simultánea y, posiblemente, mezcladas en una preparación. Continuando con las temáticas Wari y Tiwanaco, Helena Horta y Muriel Paulinyi discuten la figura del Sacrificador. Entran en el largo debate sobre este personaje y contribuyen elementos diagnósticos, además del hacha y la cabeza, a la definición de este actor y esclarecen detalles sobre sus posibles funciones. Para concluir el volumen, David Whitley sintetiza la evidencia etnográfica de tres vastas áreas culturales del actual Estados Unidos: Californian, Great Basin y Columbia-Fraser Plateau. El autor muestra los vínculos entre el arte y las representaciones visionarias, y presenta una serie de datos que esclarecen la relación del chamanismo con el arte rupestre de extremo oeste de Norte América.

Este número especial del Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino nos brinda un amplio panorama acerca de ideologías chamánicas, especialmente para la prehistoria. Esperamos que estimule el interés de los investigadores por el tema y que abra el camino no solo a estudios en torno al chamanismo, sino también a la investigación sobre plantas y preparaciones psicoactivas, que han sido tan menospreciadas en nuestra cultura.

Agradecimientos Deseamos agradecer a Benjamín Ballester y al Equipo Editorial por su paciencia y perseverancia en sacar adelante este número del Boletín. Además, estamos muy agradecidos de los autores que contribuyeron en este proyecto con sus excelentes trabajos. Ha sido verdaderamente un honor trabajar con estos eminentes investigadores e investigadoras de prestigio académico. Agradecemos muchísimo la labor desempeñada por los evaluadores anónimos, algunos de los cuales fueron inicialmente contactados hace ya casi cuatro años.

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