Tras las huellas del inka: cerámica, interacciones y reconfiguración del paisaje social en Antofagasta de la Sierra (Catamarca, Argentina)

In the footsteps of the Inka: pottery, interactions, and the reconfiguration of the social landscape in Antofagasta de la Sierra (Catamarca, Argentina)

Resumen

A comienzos del siglo xv, con la expansión del Imperio inka en el Noroeste Argentino se inicia un proceso de creciente complejidad económica, social y política. En Antofagasta de la Sierra (Catamarca, Argentina) su presencia es evidente en la infraestructura productiva y vial, y son muy escasos los hallazgos de otras materialidades. Recientemente, se ha excavado el contexto funerario Casa Eladio Reales i (cer i) que aporta un conjunto de evidencias, en particular cerámicos, para una primera aproximación al nuevo paisaje social definido por lo inka. En este trabajo abordamos el análisis morfoestilístico del conjunto alfarero recuperado en cer i, entendiendo las piezas no solo como una expresión material, sino también como elementos simbólicos que participan en procesos de socialización, en los que se construyen formas de mirar, creencias y significados, tanto de los nuevos participantes como de los habitantes originarios. De esta manera, las cerámicas de este entierro múltiple dan cuenta de la convivencia de objetos que evocan lugares distantes y conforman el entramado social al sur del Tawantinsuyu.

Palabras clave: Tawantinsuyu, análisis morfoestilístico, diseños, contexto funerario.

INTRODUCCIÓN

En los inicios del siglo xv, los inkas incursionaron y conquistaron parte de los actuales territorios de Bolivia, Argentina y Chile, denominando Kollasuyu a la provincia más extensa y meridional del Tawantinsuyu. Según los estudios arqueológicos y las crónicas de la Conquista, la economía imperial se construyó sobre instituciones preexistentes, utilizando mecanismos de reciprocidad y redistribución como formas de legitimación, y coordinando diversas estrategias políticas, administrativas y productivas (D’Altroy 1992; Williams 2000, 2004; Alconini 2014; entre otros). Siguiendo la propuesta de Williams (2004), los inkas gestionaron en los Andes meridionales: 1) la instalación de fortalezas fronterizas y la red vial imperial; 2) la creación de centros estatales con funcionarios de distintos orígenes; 3) la intensificación de la producción agropastoril, minera y artesanal; y 4) el reclamo del paisaje sagrado a través de santuarios de altura, arte rupestre y traslado de objetos simbólicos. Los intereses de esta expansión fueron diversos, considerándose tanto los recursos minerales, agrícola-ganaderos y exóticos, como la disponibilidad de artesanos y el control de las fronteras (Raffino 1981; Williams 2000; Olivera & Vigliani 2000-2002; Coloca & López 2023). Asimismo, se reconoce una gran variabilidad en las estrategias usadas por el imperio para extenderse y consolidarse en el territorio (Malpass & Alconini 2010; García et al. 2021), y en muchos casos, como en el Noroeste Argentino (en adelante noa), este proceso de expansión no habría sido secuencial ni continuo de norte a sur (García et al. 2021).

En Antofagasta de la Sierra (en adelante ans) (fig. 1), la presencia inka es evidente en nuevas construcciones y en la reconfiguración de sitios preexistentes. A este período se asignan modificaciones en los conglomerados habitacionales de La Alumbrera y Bajo del Coypar ii, en las instalaciones productivas de Bajo del Coypar i y Campo Cortaderas, o en los recintos perimetrales compuestos y fortalezas tipo pucará, como El Coyparcito (Raffino & Cigliano 1973; Olivera 1991; Olivera & Vigliani 2000-2002; Salminci 2015; Elías 2017; Gentile et al. 2023; Pérez et al. 2023). También corresponde a esta época la construcción y ampliación de canales y terrazas de cultivo, así como el trazado de la red vial inka (Qhapaq Ñan) que integraba esta región con vías de circulación más amplias y habría facilitado el traslado de mitmaqkuna (sensu Williams 2000), como en el caso de los grupos santamarianos (Olivera & Vigliani 2000-2002).

Figura 1. Mapa de Antofagasta de la Sierra con los sitios arqueológicos asociados a la presencia inkaica (modificado de Pérez y colaboradores [2023: fig. 2]). Figure 1. Map of Antofagasta de la Sierra showing the archeological sites associated with the Inka presence (modified from Pérez and collaborators [2023: fig. 2]).

Asimismo, se identificaron sitios de altura conectados por los caminos inkaicos, como las tamberías de Laguna Diamante, Corral Grande y El Peinado (Olivera 1991; Pérez et al. 2023), los que destacan por su localización estratégica como lugar de aprovisionamiento y movimiento de mercancías (Williams 2000). Sin embargo, no solo las construcciones formaron parte de este escenario imperial. Un conjunto específico de materialidades asociadas refleja también la configuración de un nuevo paisaje social vinculado al inka, entendiendo este concepto como un constructo que contiene los aspectos materiales e inmateriales de la cultura, las relaciones sociales y su interacción con el ambiente (Ingold 1993).

El paisaje es un espacio socialmente producido, construido, significado y habitado por personas, y para ser entendido holísticamente, deben considerarse las prácticas que ellas desarrollan, las relaciones sociales establecidas y las experiencias vividas. Como afirma Acuto (2013), para explorar estos sentidos debemos recurrir a la trama material del pasado, reconectando los objetos con lugares, y al mismo tiempo, con las prácticas sociales, relaciones y experiencias que se vinculaban a estos objetos y espacios. En la concepción del paisaje social andino, los enterratorios y los materiales asociados a ellos jugarían un importante papel en la configuración de las prácticas sociales (Williams & Castellanos 2014). Específicamente para el caso inka, una de las estrategias de conquista utilizadas por la administración imperial fue la apropiación simbólica de los territorios anexados a través de lugares y objetos relevantes, ocupando la cerámica un lugar preeminente (D’Altroy et al. 1994; Bray 2003; Williams 2008; Prieto & Tobar 2017; entre otros).

En este trabajo presentamos un análisis morfoestilístico de los materiales cerámicos provenientes del entierro múltiple denominado Casa Eladio Reales i (en adelante cer i), descubierto en la hoyada de ans, para indagar en la dimensión material del paisaje social construido a partir de las relaciones e interacciones propiciadas por el Imperio inka en la región.

La cerámica, en tanto tecnología producida y usada dentro de un contexto social determinado, a través de una compleja red de asociaciones conjuga en sí misma lo material, lo social y lo simbólico (Ingold 1990; Pfaffenberger 1992; Dobres & Hoffman 1994). Las características morfológicas y estilísticas de una cerámica reflejan un conjunto de criterios socialmente coherentes (Puente 2010), por lo tanto, se considera que, a partir de un abordaje de las características morfoestilísticas del conjunto cerámico de cer i, se puede indagar en diferentes formas de mirar, entender y relacionarse con el paisaje habitado (Basile 2013).

ANTOFAGASTA DE LA SIERRA Y EL SITIO CASA ELADIO REALES I

La microrregión de ans se encuentra en el departamento homónimo, ubicado al noroeste de la provincia de Catamarca. Este artículo se centra en el sector donde se encuentra la actual villa de Antofagasta de la Sierra, conocido como fondo de cuenca (Olivera 1988). Junto a la plaza principal, se excavó en 2014 el sitio cer i (26º3’35,2”S y 67º24’18,53”O, a 3443 msnm), de donde proviene el material que se analiza a continuación (fig. 2).

cer i es un enterratorio situado en la ladera oeste del cerro La Loma, una elevación de 20 m de altura y una hectárea de extensión. Está constituido por estratos de areniscas limosas muy finas y arcillas de color rojizo, pertenecientes a la Formación Sijes, de edad Terciaria. La estructura funeraria consiste en dos hoyos excavados en la roca, cuyas paredes están sostenidas por grandes bloques tabulares de ignimbrita gris. Los análisis bioarqueológicos realizados indican un número mínimo de 14 individuos, entre adultos jóvenes y subadultos de ambos sexos, desarticulados y mezclados, además de un párvulo encontrado en una urna cerámica. Los objetos asociados se componen de dos tupus de bronce, útiles de madera propios de la textilería, puntas de proyectil óseas, objetos cerámicos y una valva del Pacífico, todo ello sin vínculo específico. Aún no se han establecido los factores que desarticularon los cuerpos, aunque esto pudo relacionarse con la reapertura sucesiva de la tumba para incorporar nuevas inhumaciones secundarias o para la manipulación de los restos. Se descarta la acción del agua en la disposición de los huesos, ya que no se observa estratificación interna en la unidad inferior (Pérez et al. 2023) y los escasos depósitos salinos en algunas cerámicas son coherentes con filtraciones y no movimientos de agua (Porto 2000).

Figura 2: a) y b) paisaje circundante de cer i donde se distingue el cerro La Loma (fotografías de Joaquín Dávalos); c) y d) vista frontal del enterratorio cer i (todas las fotografías e ilustraciones son de los autores salvo cuando se indica). Figure 2: a) and b) Landscape surrounding cer i showing the La Loma hill (photos by Joaquín Dávalos); c) and d) frontal view of the cer i burial context (all photos and drawings are by the authors except where otherwise indicated).

Este sitio ha sido datado a partir del colágeno de un individuo, cuyo resultado es un fechado calibrado entre 1507 y 1659 años dc (cal. 95,4%), contemporáneo con los períodos Inka e hispano-indígena en el noa (Killian et al. 2021).(1) Se debe señalar que esta cronología es coherente con dataciones de contextos inkaicos para el noa, aunque correspondan a un momento tardío de la presencia del imperio. En un trabajo reciente de García y colaboradores (2021) se revisaron exhaustivamente las cronologías de la provincia de Catamarca asociadas al Tawantinsuyu que no incluyen elementos coloniales. Los resultados indicaron que la anexión de estos territorios se produjo entre los años 1460 y 1470, si bien, se registran ocupaciones más tardías, como en Potrero Chaquiago (Andalgalá), Fuerte Quemado (Santa María), Aldea Piedra Negra (Laguna Blanca) y Batungasta (Tinogasta). Por lo tanto, la cronología asignada a cer i es coincidente con otras ocupaciones inkas en la provincia.

MATERIALES Y MÉTODOS

El conjunto cerámico de cer i se compone de siete pie-zas completas o semicompletas y 81 fragmentos, los que fueron analizados según sus características morfoestilísticas. En todos los casos se consideró el espesor de las paredes, y en los ejemplares completos, semicompletos y fragmentos significativos se relevó la altura y el diámetro mínimo, máximo y de boca. Para la determinación de la morfología de los objetos se estandarizó la descripción con la terminología de Balfet y colaboradores (1992), agregando también la denominación con la que se conocen las piezas en la bibliografía local. En base a las formas y la decoración se conformaron grupos de acuerdo con las descripciones de los estilos cerámicos definidos para momentos tardíos-inka en el noa. Por último, se agruparon las familias de fragmentos (sensu Orton et al. 1997: 74) para obtener el número mínimo de vasijas (nmv) (Feely & Ratto 2013), de esta manera, se calculó un total de 18 objetos, correspondientes a los seis estilos cerámicos que se presentan en la tabla 1.

Tabla 1. Materiales cerámicos atribuibles a cada estilo. Table 1. Ceramic materials attributable to each style.

Posteriormente, se analizaron los aspectos decorativos de las cerámicas, fotografiándolas en su totalidad e incluyendo sus partes. Cuando las representaciones eran escasamente visibles, se procesaron las fotografías mediante la extensión DStretch del programa ImageJ, para reflejar más fielmente la iconografía presente en el soporte cerámico. Sus diseños se replicaron en plano bidimensional a fin de visualizar los motivos y las asociaciones que los componen. Para su descripción en las vasijas se utilizó la terminología definida por los diferentes autores especializados en cada estilo cerámico recuperado en cer i.

RESULTADOS: EL CONJUNTO CERÁMICO DE cer i

La clasificación del conjunto cerámico según los estilos identificados en el noa para el momento de la expansión inka permitió no solo apreciar la variedad morfoestilística disponible en ans, sino también la vinculación, en términos simbólicos, con otros lugares o comunidades que se asocian con tales piezas. Cabe señalar que en este trabajo no nos referimos a los sitios específicos donde estas se produjeron –cuestión que no se puede definir hasta contar con registros comparativos de los elementos composicionales propios de cada alfar–, sino a zonas en donde los estilos cerámicos en cuestión han sido caracterizados y definidos, basándonos en trabajos previos realizados por los autores e indicados oportunamente.

Cerámica Inka Provincial Indeterminado

La administración inka controló y propició la circulación de ciertos tipos cerámicos que cumplían funciones relevantes para la integración de los territorios. En las cercanías del Cusco es frecuente el hallazgo de materiales provenientes de la capital (González 2013), sin embargo, en las zonas periféricas del imperio suelen aparecer otros recipientes que combinan atributos inkaicos y locales, cumpliendo la misma función que la cerámica Inka Imperial (Hayashida 1994, 1999) en el modelo redistributivo y de control del Tawantinsuyu. Para el imperio, la manufactura y distribución de determinados productos formaba parte de una estrategia consciente y planificada que buscaba crear símbolos materiales de jerarquía social, especialmente en contextos rituales y ceremoniales (Bray 2004; Williams et al. 2005; Prieto & Tobar 2017).

En este trabajo utilizamos la categoría Inka Provincial Indeterminado (sensu Otero 2015) para describir la cerámica manufacturada fuera del Cusco y distribuida en gran parte del noa bajo la supervisión del inkario, ya que, en muchos casos, aún no se han identificado las distintas variantes del material provincial según subestilos, como sucede en el caso del norte de Chile o en Bolivia (Alconini 2013; González 2013). Aunque se repiten patrones existentes en la producción cusqueña, esta cerámica se diferencia por su tamaño, modificaciones formales y de diseño, y menor frecuencia de algunos motivos decorativos (Bray 2004; Williams et al. 2005; Tarragó et al. 2017).

En cer i identificamos dos piezas morfológica-mente asignables al estilo Inka Provincial Indeterminado: un aríbalo y una aysana. Estas formas son características del equipamiento de la cocina de élite inka y estaban destinadas al consumo comunal de chicha (Bray 2003; Páez 2014). El aríbalo corresponde a una botella de cuello estrecho con borde divergente, cuerpo elipsoide con dos asas y, posiblemente, una base cónica. Además, tiene dos botones adosados al labio de la vasija y un tercero en el tercio superior del cuerpo (fig. 3a). Su altura proyectada es de 42 cm, con diámetros de boca y máximo estimado de 12 cm y 20 cm, respectivamente. Las paredes tienen un espesor promedio de 0,7 cm a la altura del cuerpo. La aysana, por su parte, es una botella de cuello corto, con una altura de 13 cm, y diámetros de boca, base y máximo en la parte inferior del cuerpo de 6 cm, 4 cm y 9 cm, en cada caso. El espesor promedio de sus paredes es de 0,6 cm. Si bien ha perdido el asa, se infiere su presencia en posición oblicua (fig. 3b).

Figura 3. Formas identificadas de la cerámica Inka Provincial Indeterminado: a) aríbalo; b) aysana. Figure 3. Inka Provincial Indeterminate ceramic forms identified: a) aribalo; b) aysana.

En cuanto a la decoración del aríbalo, presenta pintura polícroma (negro y rojo sobre ante) con motivos geométricos. En el cuello y en el cuerpo se observan bandas horizontales compuestas por hileras de rombos y triángulos negros en traslación, además de líneas paralelas negras y rojas que dividen los campos iconográficos (fig. 4a-c). Aríbalos con decoración similar fueron hallados en otras regiones del noa (Serrano 1958; González & Tarragó 2005; Otero 2015; Tarragó et al. 2017; Puente & Martel 2023) y se definen como cerámicas típicas del estilo Inka Provincial. En el caso de la aysana, se observó un motivo compuesto que rodea el cuello de la vasija. Se trata de una banda de rombos en traslación obtenidos por técnica negativa y enmarcados por dos bandas horizontales, cada uno de los cuales contiene un punto rojo en el centro (fig. 4d).

Ambas piezas muestran una estructuración del diseño y elementos decorativos típicos de la alfarería cusqueña, si bien su ejecución carece de la estandarización presente en la cerámica Inka Imperial (González 2013), como en el caso del aríbalo, que en algunas zonas no presenta una composición simétrica. Asimismo, la aplicación de la pintura en las figuras geométricas no es precisa ni constante, en particular en el cruce de líneas rectas y en el trazado de los elementos geométricos, como suele verse en las piezas Inka Provincial.

Figura 4. Detalle de los motivos y representación en plano de la decoración en la cerámica Inka Provincial Indeterminado: a-c) aríbalo; d) aysana. Figure 4. Detail of motifs and unrolled rendering of decoration on Inka Provincial Indeterminate ceramic pieces: a-c) aribalo pitcher; d) aysana pitcher.

Cerámica Yocavil Polícromo

El estilo alfarero Yocavil Polícromo (Lorandi 1984) fue considerado un indicador de las relaciones identitarias y territoriales de las poblaciones de las tierras bajas y piedemonte santiagueño-tucumano durante el mo-mento inka. Esta región representaría el área de producción de cerámicas de este estilo antes de la llegada del Tawantinsuyu, las que posteriormente circularían en los valles mesotermales e incluso en la puna. Dicha circulación estaría asociada a la presencia efectiva y estable en otros territorios de personas provenientes de la llanura santiagueña (Taboada et al. 2013), en calidad de colonos mitmaqkuna, como un mecanismo de traslado de personas por parte de la administración del Cusco (Leiton 2010). Esta movilidad habría respondido a estrategias que aseguraran el control de determinados bienes y de personas con habilidades específicas, o bien la defensa de la frontera oriental del imperio (Lorandi 1984; Alconini 2013).

En cer i se identificó un vaso levemente divergente, de perfil continuo con base cóncava, altura de 16,5 cm, y diámetros de boca y base de 14 cm y 10 cm, respectivamente (fig. 5a), junto con un vaso similar, pero de base plana, con diámetro de boca de 14 cm y 10 cm de base (fig. 5b), y un fragmento de cuenco con borde divergente y diámetro de boca estimado en 12 cm (fig. 5c). Las paredes de los objetos tienen un espesor promedio de 0,44 cm.

Figura 5. Formas identificadas de la cerámica Yocail Polícromo: a) vaso de base cóncava; b) vaso de base plana; c) cuenco. Figure 5. Yocavil Polychromatic ceramic forms identified: a) concave-bottomed cup; b) flat-bottomed cup; c) bowl.

En cuanto a las técnicas decorativas, las tres vasijas presentan pintura polícroma en negro y rojo sobre el fondo ante, íntegramente pulidas en la superficie externa. El vaso de base plana incluye un modelado ornitomorfo en el labio, que parece repetirse en el de base cónica debido a la presencia de una impronta en el mismo sector de la pieza (fig. 6a y c). En ambos objetos se observan espirales angulares alternadas con motivos triangulares texturados simples. En el vaso con el modelado ornitomorfo, estos motivos tienen continuidad desde el cuerpo hasta la base (fig. 6c), mientras que en el otro existe una segmentación entre el cuerpo y la base, rellenada con decorados romboidales reticulados en traslación horizontal sucesiva, enmarcados por un motivo pleno de fondo negro (fig. 6a y b). Los motivos figurados en el fragmento del cuerpo del cuenco son lineales plenos, articulados con espirales angulares (fig. 6d).

Figura 6. Detalle de los motivos y representación en plano de la decoración en la cerámica Yocavil Polícromo: a) y b) vaso de base cóncava; c) vaso de base plana; d) fragmento de cuenco. Figure 6. Detail of motifs and unrolled rendering of decoration on Yocavil Polychromatic ceramic pieces: a) and b) concave-bottomed cup; c) flat-bottomed cup; d) bowl fragment.

Cerámica Yavi-Chicha

El altiplano meridional de Bolivia es considerado como el lugar de origen de la cerámica Chicha. En el noa se ha registrado la presencia de una variante de ella denominada Yavi-Chicha, específicamente en las nacientes del valle del río San Juan Mayo u Oro, en las comarcas quebradeñas de Santa Victoria Oeste, en Iruya y la quebrada del Toro, así como en las localidades de Pozuelos, Moreta y Queta de la puna de Jujuy, llegando incluso a sitios más lejanos como Potrero-Chaquiago, en Catamarca (Krapovickas 1977; Williams 2000; Raffino et al. 2004; Ávila 2008, 2009; Cremonte 2014; Angiorama et al. 2017; Echenique et al. 2021). En Atacama, este estilo cerámico se encuentra en los oasis de San Pedro y la cuenca del río Loa, asociado con la expansión del imperio, ya que los chichas fueron claves para los inkas en la región (Uribe et al. 2004; Uribe & Agüero 2005). En este contexto, la distribución de cerámica Yavi-Chicha estuvo bajo el control del Tawantinsuyu y pudo ser utilizada como un obsequio con carga política para sellar alianzas con las élites locales en otras regiones (Echenique et al. 2021).

Figura 7: a) fragmento de escudilla Yavi-Chicha hallada en cer i; b) reconstrucción de forma y motivos. Figure 7: a) sherd of a Yavi-Chicha serving bowl found at cer i; b) reconstructed form and motifs.

La cerámica adscrita al estilo Yavi-Chicha hallada en cer i corresponde a una escudilla incompleta, con diámetro de boca estimado de 16 cm, altura de 5,1 cm y espesor de pared de 0,45 cm, en promedio (fig. 7a y b). Presenta paleteado, superficie externa pulida y decoración de pintura negra sobre ante, todas ellas características propias de este estilo (Cremonte 2014). Los motivos registrados en esta escudilla corresponden a triángulos con espiral pintados en líneas de color negro desleído. La forma en que se disponen los motivos refiere a la configuración reversible definida por Ávila (2008, 2009) para vasijas estilo Yavi-Chicha de la puna nororiental de Jujuy.

Cerámica Belén

La cerámica Belén, característica del valle de Hualfín (Catamarca), tuvo amplia distribución espacial en las provincias de Catamarca, La Rioja, Salta y Tucumán (Sempé 1999; de la Fuente 2007; Wynveldt & Iucci 2009). Su cronología se ha establecido en los períodos Tardío (ca. 900-1400 años dc) e Inka, en algunas regiones del noa (Basile & Ratto 2023), llegando a momentos de contacto hispano-indígena (Wynveldt et al. 2017).

Debido a la llegada de los inkas, la cerámica Belén dejó de manifestarse en algunos sitios valliserranos (Lorandi 1984), como en el caso de ans, sin embargo, en otros la presencia de estos materiales implicó la integración de las unidades sociopolíticas preexistentes en el complejo sistema imperial, ya que fue registrada en importantes asentamientos, como La Alumbrera y Bajo del Coypar ii, en torno al año 1250 dc (Olivera & Vigliani 2000-2002).

Figura 8. Cerámica Belén: a) urna completa; b) urna fragmentada. Figure 8. Belén ceramic: a) complete urn; b) urn fragment.

Este estilo se define principalmente por sus formas (urnas, cuencos y ollas) y por una decoración pintada en negro sobre engobe rojo. En el caso de cer i, se hallaron dos urnas Belén, una de ellas íntegra con los restos de un párvulo en su interior (fig. 8a), y otra en estado fragmentario, cuya forma fue reconocida a partir del asa (fig. 8b). A estas piezas se suman algunos fragmentos de formas no identificadas. La urna completa presenta una altura de 33 cm, y diámetros de boca y base de 32 cm y 9 cm, respectivamente. Las paredes tienen un espesor promedio de 0,7 cm.

Figura 9: a) detalle de los motivos contrastados con DStretch, reconstrucción en color original; b) y d) representación en plano de la decoración en la cerámica Belén; c) detalle de la decoración interior. Figure 9: a) detail of motifs with DStretch contrasting, reconstruction of the original color; b) and d) unrolled rendering of decoration on Belén ceramic piece; c) detail of interior decoration.

Mediante la utilización de la matriz de transformación crgb de la extensión DStretch se observó que la decoración de la urna se divide en tres campos (fig. 9a). En el superior, correspondiente al cuello, aparece un motivo de escalonado simple de ángulos rectos, con relleno geométrico de tipo ajedrezado. En el campo intermedio, perteneciente al cuerpo, se representaron paneles con decoración dispuesta asimétricamente. En ellos aparecen motivos de espirales curvilíneas de trazado doble inverso, un rectángulo vertical con relleno geométrico (rombos) y una voluta cuadrangular aislada (fig. 9b). En la cara interna del borde se identificaron volutas simples en transición lateral, alternadas con semicírculos concéntricos simples (fig. 9c y d).

Cerámica Santa María

Las cerámicas atribuidas al estilo santamariano constituyen un grupo diverso de formas y decoraciones relacionadas con los valles de Santa María y del Cajón, en Catamarca, y el valle Calchaquí, en Salta. Sin embargo, su distribución alcanza gran parte del noa y se vincula con otros estilos, como Belén (Wynveldt et al. 2020) o San José (Palamarczuk et al. 2014). La característica más notoria de este estilo cerámico es su decoración compuesta de figuras negras y rojas pintadas sobre fondo blanquecino o ante. Sin embargo, se han registrado variaciones morfológicas y decorativas (Marchegiani et al. 2009; Nastri & Stern 2011; Greco 2014; Palamarczuk et al. 2014).

En el caso de ans, la presencia de cerámicas con representaciones y formas típicas relacionadas con este estilo se hace evidente con la llegada de los inkas, y en particular, el traslado de mitmaqkunas (Olivera & Vigliani 2000-2002). En este contexto, no es extraño que en cer i se hallaran piezas de este estilo, si bien no se trata de las vasijas decoradas más características, sino de un vaso libatorio (sensu Ambrosetti 1907) o vaso ventroso (sensu Bregante 1926). El objeto posee un borde entrante y apéndices sobre el labio, a juzgar por las improntas existentes, que posee una altura de 5,3 cm y diámetros de boca, base y máximo de 8 cm, 3 cm y 10 cm, respectivamente (fig. 10a). También se halló una tinaja bicolor de forma ovoide que se podría adscribir al estilo santamariano tipo c2, definido por Palamarczuk y colaboradores (2015), que tiene una altura estimada de 19,7 cm, con diámetros de boca y de cuerpo de 18 cm y 17,5 cm, en cada caso (fig. 10b). El resto del conjunto lo conforman 16 fragmentos con restos de pintura. En todos los casos las paredes tienen 0,55 cm de espesor en promedio.

Figura 10. Formas identificadas de la cerámica Santa María: a) vaso; b) tinaja (fotografías de Vanessa Nieto). Figure 10. Santa María ceramic forms identified: a) cup; b) jar (photos by Vanessa Nieto).

Los fragmentos presentan motivos de líneas muy deteriorados que se cruzan en negro sobre blanco y negro sobre ante (fig. 11a). El vaso libatorio no tiene pintura visible y está decorado con un par de brazos y manos esquemáticas en relieve a los lados de una posible cabeza zoomorfa o antropomorfa, y un mamelón enfrentado a la misma (fig. 11b). Por su parte, la tinaja fue recubierta con engobe rojo, del cual se conserva solo una zona, con una franja horizontal en negativo de color ante de base (fig. 11c). Piezas similares se hallaron en contextos funerarios del entorno del valle de Santa María, como El Chañar (Arocena et al. 1960), La Paya (Sprovieri & Dmitrenko 2020) o Andalgalá (Cometti et al. 2006).

Figura 11: a) fragmento Santa María con pintura negra sobre ante; b) detalle del modelado en el vaso; c) baño de engobe rojo con franja horizontal en negativo en la tinaja (fotografías de Vanessa Nieto). Figure 11: a) sherd of a Santa María ceramic piece with black paint on ante; b) detail of molding on cup; c) red slip with horizontal band in negative on the jar (photos by Vanessa Nieto).

Cerámica Caspinchango

La cerámica conocida como Caspinchango fue caracterizada en contextos funerarios junto al río homónimo, en el departamento de Santa María, Catamarca (Lanzelotti 2014). Aunque cronológicamente se suele asociar con momentos hispano-indígenas, también aparece en contextos sin materiales de posconquista, como el sepulcro 63 de La Paya (Marchegiani 2011) y Tebenquiche tc39w2 (Lema 2004).

Este estilo comprende un conjunto específico de recipientes tipo olla, reconocibles por pastas con abundante mica y con base pedestal, conocidas localmente como ollita pie de compotera, con notorio punto de inflexión en la parte central del cuerpo (Baldini & Albeck 1983; Tarragó 1984). Se ha postulado que esta morfología puede ser rastreada desde formas típicamente inkas (Marchegiani 2011) y ha sido registrada en numerosos sitios del noa, como el valle de Yocavil, el valle Calchaquí Norte, el bolsón de Andalgalá, el valle de Hualfín, Tinogasta (Marchegiani 2011) y Antofalla, en Antofagasta de la Sierra (Haber 1999; Lema 2004). Con respecto al ámbito de uso de estas ollas, son más bien propias de entornos funerarios, aunque también aparecen en recintos domésticos y generalmente se encuentran en pares (Marchegiani 2011).

Figura 12. Formas identificadas de ollas Caspinchango: a) con pie de contorno complejo; b) con pie cilíndrico (Marchegiani 2011: fig. 6.2) (fotografías de Vanessa Nieto). Figure 12. Caspinchango pot forms identified: a) with complex foot; b) with cylindrical foot (Marchegiani 2011: fig. 6.2) (photos by Vanessa Nieto).

En cer i se identificaron dos pies o bases pedestal de diferentes morfologías, coincidentes con la variedad de formas descritas por Marchegiani (2011). Una de las bases (fig. 12a) corresponde al tipo denominado olla con pie de contorno complejo y presenta 5,6 cm de diámetro. La otra (fig. 12b) se clasificaría como olla con pie cilíndrico, tiene 13 cm de diámetro y el espesor de las paredes promedia los 0,86 cm. En ambos casos se trata de materiales de pastas gruesas, con inclusiones de mica, manufactura tosca y superficie alisada, sin decoración visible.

DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES

A partir del siglo xv, el noa fue escenario de cambios radicales en los procesos de ocupación y reocupación de territorios, lo que promovió una reconfiguración de las relaciones sociales existentes. La expansión inka, y luego la española, generaron nuevos paisajes sociales caracterizados por tensiones y negociaciones que modificaron la vida de las personas y su cultura material en diversos grados (Raffino 1981; D’Altroy et al. 1994; Williams 2008). Tanto por su cronología como por su ubicación geográfica, el entierro de cer i se emplaza en estas coyunturas históricas. Si bien el fechado disponible para este contexto (1507-1659 cal. dc) corresponde a tiempos de la conquista española en gran parte del noa, cabe señalar que en la puna catamarqueña las prácticas prehispánicas estuvieron vigentes hasta épocas más tardías. Esta situación pudo haber sido favorecida, entre otras cuestiones, por la resistencia en los valles, que postergó el avance español a las tierras altas andinas e incentivó el movimiento de poblaciones hacia esta región (Quiroga 1999; Lema 2004). Ello concuerda con la evidencia del sitio, en el que, además de su cronología tardía, no se registran objetos coloniales. Todo el material hallado en el enterratorio es propio del repertorio inka y representa el nuevo paisaje social configurado por el imperio para administrar los territorios conquistados –incluso en regiones tan alejadas del Cusco, como la puna meridional argentina– mediante diversos mecanismos que permitieron la articulación de materialidades, personas y territorios.

Así, las comunidades integrantes del Tawantinsuyu dejaron su impronta en este paisaje, que fue objetivado por las acciones y la cultura material tanto de los nuevos como de los antiguos residentes, otorgándole sentido a partir de la transformación del entorno y la experiencia social (Soja 1971). Desde esta perspectiva, los distintos elementos tangibles y simbólicos generaron un espacio social compartido (Scaro 2019), que quedó particularmente señalizado en lugares y eventos significativos, como los enterratorios y su parafernalia asociada.

Siguiendo esta idea, el conjunto cerámico de cer i da cuenta de dichas dinámicas, en la medida en que las representaciones y las formas de las vasijas conectan a los individuos allí inhumados con territorios disímiles y lejanos como el Cusco, el altiplano boliviano y jujeño, el valle de Santa María, las tierras bajas santiagueño-tucumanas y el valle de Hualfín (fig. 13). Ahora bien, no proponemos que estas fueran las áreas de procedencia de los objetos cerámicos de cer i. Consideramos que la diversidad de formas, colores, diseños decorativos y motivos evidencia la existencia de nuevas interacciones y formas de mirar, entender y relacionarse con el paisaje social en ans para momentos inkas, construidas a partir de una pluralidad de objetos que evocan territorios distantes pero, a la vez, conectados por las estrategias expansionistas del imperio.

La cerámica cumplió un papel fundamental en las estrategias de control sobre los territorios anexados (Giovannetti 2015), al ser distribuida entre individuos destacados de las comunidades locales para su utilización en ceremonias de significación social propiciadas por los inkas, las cuales garantizarían la afiliación de los pobladores al nuevo régimen, generando alianzas y disponibilidad de mano de obra (Raffino 1981; D’Altroy et al. 1994; Cremonte & Williams 2007; Williams et al. 2009). La cerámica inkaica presente en cer i constituye el repertorio de mayor difusión en las áreas periféricas del Tawantinsuyu. Es el caso del aríbalo y la aysana, los cuales son imprescindibles como marcadores del vínculo con la élite cusqueña en los territorios provinciales (Bray 2004), aunque también cumplirían este papel los “estilos subordinados” (sensu Hayashida 1999) o “estilos prestigiosos” (Williams 2004) de otros grupos étnicos, resignificados a partir de su apropiación por parte de los inkas, como en este caso el Yocavil Polícromo, Yavi-Chicha, Santa María, Caspinchango y Belén.

Figura 13. Territorios vinculados con las formas y los estilos cerámicos de cer i (fotografías de Vanessa Nieto y de los autores). Figure 13. Territories linked to cer i ceramic forms and styles (photos by Vanessa Nieto and the authors).

El contexto funerario de cer i incluye una serie de objetos que permiten vislumbrar la complejidad de las estrategias utilizadas para administrar los territorios anexados. En este sentido, el conjunto cerámico Yocavil Polícromo es un ejemplo del movimiento de personas y objetos, propiciado por los intereses inkas. En su elaboración, habrían intervenido alfareros de las tierras bajas santiagueño-tucumanas, de acuerdo con el principal interés imperial asociado con la obtención de textiles (Lorandi 1984; Leiton 2010; Taboada et al. 2013). Tanto en este caso como en los demás, futuros análisis arqueométricos ayudarán a identificar posibles zonas de procedencia o incluso postular la producción de estos objetos a nivel local.

La distribución de la cerámica Yocavil Polícromo tiene un claro valor político (Lorandi 2004) y se integra en una región que articulaba asentamientos y redes de producción, circulación y consumo de objetos con carga simbólica (Taboada et al. 2013). Por ello, su registro en cer i indica la inclusión de ans en estos nuevos escenarios políticos y económicos.

La presencia de cerámica Yavi-Chicha fuera del altiplano meridional se asocia con la movilización de elementos de prestigio por parte del inka en el noa (Krapovickas 1981-1982; Raffino et al. 1986), facilitada por amplias redes de circulación regional conectadas por el caravaneo (Cremonte 2014; Otero 2015; Puente & Martel 2023), del que ans definitivamente formó parte.

En el caso del conjunto santamariano, se hallaron en cer i tipos cerámicos vinculados con la ocupación inka, como los vasos libatorios, que presentan una distribución espacial muy concreta en los sectores medio y septentrional del valle Calchaquí (La Paya, Cachi, Molinos y El Churcal) (Raffino 1984). Su uso corresponde a funciones rituales asociadas al ceremonial funerario (Ambrosetti 1907) y su presencia podría deberse al traslado de mitmaqkunas que, en el caso de ans, procederían de la zona valliserrana (Olivera & Vigliani 2000-2002).

La cerámica Caspinchango corresponde a épocas inkaicas y de contacto hispano-indígena en los valles mesotermales, especialmente en Santa María, acompañando contextos funerarios (Marchegiani 2011). En cer i, la aparición de dos ollas con pie Caspinchango está asociada a prácticas funerarias inkas, sin incluir material español.

Por su parte, la cerámica Belén constituye un contrapunto con los objetos de concepción cusqueña y de los otros estilos regionales asociados a las políticas imperiales. En ans, esta cerámica representa la continuidad de prácticas sociales y tradiciones materiales preexistentes a la expansión inka en esta región de la puna y su integración en la organización sociopolítica del Tawantinsuyu.

Este conjunto cerámico variado conduce a pensar en cer i como un nodo, en donde los objetos cerámicos reunidos reflejan la extensa red de relaciones que el Imperio inka construyó para llevar a cabo su estrategia de control en lugares alejados de la capital del Tawantinsuyu. Esta situación se asemeja a la de otras localidades de la región que registran estas nuevas relaciones, como el contexto ritual de Peña del Medio en Paicuqui (Cohen et al. 2020), o lugares de tránsito, como Aguas Calientes en el volcán Galán (Puente & Martel 2023).

En definitiva, todo el repertorio cerámico de cer i es testimonio de la presencia efectiva de la administración inka en ans y evidencia la puesta en práctica de diversos mecanismos utilizados a lo largo de las regiones conquistadas, que colaboraron para que el imperio articulara y reconfigurara los territorios anexados. Este panorama da cuenta de la capacidad inkaica para reunir diferentes materialidades que remiten a una diversidad de grupos y territorios distantes, y que legitiman su presencia. Son estos objetos los que propician desandar la trama de la reconfiguración del paisaje al conectar lugares y prácticas sociales (Acuto 1999, 2013), que reflejan las estrategias de expansión y conquista que solo fueron posibles de la mano del Tawantinsuyu.

Agradecimientos A los equipos dirigidos por Patricia Escola y Daniel Olivera que participaron en la excavación y el estudio de los materiales. A Joaquín Dávalos, Valeria Palamarczuk y Mirta Lamarca por facilitarnos fotografías, bibliografía y comentarios. A la municipalidad de Antofagasta de la Sierra y a su comunidad, por el interés y colaboración permanente. También a los evaluadores, cuyas sugerencias mejoraron notablemente el artículo. A la memoria de Eladio Reales, que al encontrar este hallazgo mientras reformaba su vivienda, detuvo la obra y notificó a las respectivas autoridades y a los arqueólogos para que rescataran tan valioso testimonio de los antiguos habitantes de Antofagasta de la Sierra. Este trabajo se enmarca en los proyectos pip 2021-2023 gi-11220200103166co, pict 2020-a-00703, y filocyt fc19-094.

REFERENCIAS

Acuto, F. 1999. Paisajes cambiantes: la dominación Inka en el valle Calchaquí, Norte (Argentina). Revista do Museu de Arqueologia e Etnologia 3: 143-157.

Acuto, F. 2013. ¿Demasiados paisajes?: múltiples teorías o múltiples subjetividades en la arqueología del paisaje. Anuario de Arqueología, Rosario 5: 31-50.

Alconini, S. 2013. El territorio kallawaya y el taller alfarero de milliraya: evaluación de la producción, distribución e intercambio interregional de la cerámica inka provincial. Chungara, Revista de Antropología Chilena 45 (2): 277-292.

Alconini, S. 2014. Producción y distribución del estilo cerámico Inka Taraco Polícromo: Milliraya y Charazani en perspectiva. En Ocupación Inka y dinámicas regionales en los Andes (siglos xvxvii), C. Rivera, ed., pp. 177-196. La Paz: ifea-Plural Editores.

Ambrosetti, J. 1907. Exploraciones arqueológicas en la ciudad prehistórica de La Paya (valle Calchaquí-provincia de Salta). Campañas de 1906 y 1907. Revista de la Universidad de Buenos Aires 8: 5-534.