Arqueología de la guerra en la costa de los Andes Septentrionales: el equipamiento del guerrero Jama Coaque en el arte escultórico

Archaeology of War on the Northern Andean Coast: The Equipment of the Jama Coaque Warrior in Sculptural Art

Resumen

Guerras y conflictos entre grupos culturales sudamericanos han sido poco estudiados, propiciando una visión idealizada sobre las sociedades prehispánicas. En el presente trabajo se analiza el equipamiento del guerrero representado en el arte escultórico de la cultura Jama Coaque (45 ac-1634 dc), basándose en la revisión de fuentes etnohistóricas, principalmente crónicas de la Conquista, y en el análisis iconográfico de estas estatuillas en colecciones de dos museos de Ecuador. A partir de las crónicas se identificó cómo los antiguos habitantes de los Andes Septentrionales se defendieron frente a amenazas externas, particularmente en el contexto previo a la ocupación española. Entre los atributos de las figuras guerreras Jama Coaque se distinguieron dos unidades de ataque, de infantería pesada y ligera. En el estudio se reflexiona sobre las estrategias desarrolladas por los pueblos prehispánicos del actual Ecuador, para la protección de sus recursos y la continuidad de su forma de vida a través del ejercicio de la guerra.

Palabras clave: guerra prehispánica, conflictos etnohistóricos, iconografía guerrera, arqueología de Ecuador.

INTRODUCCIÓN

Los contextos arqueológicos de los Andes Septentrionales suelen incluir objetos de distintos materiales, como artefactos líticos, cerámicos, metálicos o de madera. Estos aportan evidencia sobre posibles episodios de conflicto resueltos mediante la fuerza, y ofrecen representaciones vinculadas a la violencia, el ataque, la defensa y la guerra. En este sentido, una aproximación conceptual implica el uso hermenéutico de términos amplios, como “arqueología del conflicto” (Leoni 2015) o “arqueología de la guerra” (Quesada 2009; Landa 2013), siendo este último mucho más general. Una reducción inicial plantea dos escenarios. Por un lado, es posible pensar que las sociedades prehispánicas vivieron una paz idílica y permanente; y por otro, que también tuvieron momentos o procesos de enfrentamiento por diversas razones. En este caso, habrían producido artefactos para utilizarlos en sistemas de defensa y ataque, lo que implicaría la obtención de los materiales necesarios, su uso en el conflicto y su posterior función como ofrendas funerarias.

La guerra tuvo un papel relevante en sociedades con cierta jerarquía social, especialmente aquellas vinculadas con el manejo de recursos a gran escala. Como señala Juan Carlos Vargas (2015), entre las comunidades prehispánicas de los llanos del Orinoco existían comportamientos hostiles con distintos niveles de complejidad, impulsados por factores ecológicos, de asentamiento, control de la fuerza laboral, presión sobre los recursos y demográficos. No obstante, las causas específicas de estos conflictos y las estrategias empleadas aún no están completamente claras. En Ecuador, los hallazgos arqueológicos han identificado modificaciones estratégicas del paisaje, aunque la información sigue siendo limitada. Estudios futuros podrían centrarse en los lugares de enfrentamiento para describir con mayor precisión la organización y logística implicadas. Ello permitiría recuperar información sobre procesos violentos y las estrategias de ataque y defensa desarrolladas, ocurridas en distintos momentos y niveles, de las cuales los europeos fueron testigos en las sociedades con las que se encontraron (Kim et al. 2023). A partir de los informes de esos contactos, se pueden extraer valiosos datos sobre las acciones bélicas llevadas a cabo por los grupos locales.

La región de los Andes Septentrionales (actual territorio de Ecuador, frontera norte con Colombia y sur con Perú) presenta un paisaje geográfico y ambiental diverso, en donde aún se preserva una arquitectura prehispánica defensiva, sobre todo en las sierras ecuatoriales (Moreno & Borchart 2010). En contraste, en la zona costera no se han conservado evidencias de las fortificaciones descritas por los cronistas del siglo xvi. Sin embargo, en contextos arqueológicos fechados en los años 276 ac, como el sitio malan, en Machalilla, provincia de Manabí, se han identificado artefactos diseñados específicamente para funciones ofensivas y defensivas (Prümers & Ugalde 2018). Se han hallado también representaciones en cerámica escultórica ‒aunque sin contexto estratigráfico‒ que muestran personajes en actitud de combate, ya sea en posición de ataque o defensa y portando armas de corta y larga distancia, elementos que permiten inferir la existencia de tensiones y conflictos sociales al menos desde el siglo v ac en adelante.

La cultura Jama Coaque se desarrolló en la costa ecuatoriana a lo largo de un extenso lapso temporal, que abarca los períodos conocidos como Desarrollo Regional (500 ac-500 dc) e Integración (500-1500 dc) (tabla 1) (Estrada 1957, 1962; Meggers 1966; Zeidler & Pearsall 1994). Durante el Desarrollo Regional, Jama Coaque y otras sociedades contemporáneas de la región costera experimentaron transformaciones culturales heterogéneas (Marcos 1986: 37; DeBoer 1996: 170; Zeidler & Isaacson 2003: 70; Masucci 2008: 500). Se trató de procesos desiguales, marcados por rivalidades y alianzas interétnicas que surgieron por la búsqueda del acceso y control de los recursos (McEwan & Delgado-Espinoza 2008: 505).

Tabla 1. Cronología de la cultura Jama Coaque (modificada desde Zeidler y Pearsall [1994: 109]). Las fechas calibradas representan el rango temporal asignado a cada fase cultural. Table 1. Chronology of the Jama Coaque Culture (modified from Zeidler and Pearsall [1994: 109]). The calibrated dates represent the temporal range assigned to each cultural phase.

Esta sociedad, que habitó las tierras bajas costeras y se extendió hasta las estribaciones andinas, intercambió productos a larga distancia con la cuenca de Quito (Buys & Domínguez 1988; Zeidler & Pearsall 1994; Vásquez 2000; Constantine et al. 2009; Constantine 2014; Zeidler 2016; Soria 2021). Su producción escultórica cerámica incluye una notable representación de guerreros con exuberantes ornamentos, decoración corporal y artefactos. Por ello, Andrés Gutiérrez (2011: 46), basándose en el estudio cerámico y en la descripción etnohistórica del cronista Miguel Cabello de Balboa, ha propuesto la existencia de un grupo armado de gran importancia dentro de la población Jama Coaque. Un ejemplo de esto son los artefactos defensivos, como los escudos, que aparecen frecuentemente en las estatuillas de cerámica. Estos elementos bélicos, al igual que otros semejantes, probablemente reflejan una tradición de porte de armamento en el antebrazo. La práctica sugiere la existencia de una organización social con un sistema de jefaturas, en el cual un grupo militar especializado habría desempeñado un papel clave en la defensa de la población y en la estabilidad del sistema social (Gutiérrez 2011; Moscoso 2021).

El objetivo de esta investigación es analizar la guerra y los conflictos en la costa de los Andes Septentrionales a partir de fuentes etnohistóricas, así como estudiar las tácticas de combate del guerrero Jama Coaque mediante el estudio de diversas estatuillas, pertenecientes a las colecciones de la Reserva Arqueológica del Museo de Antropología y de Arte Contemporáneo de Guayaquil, y del Museo de Arte Precolombino Casa del Alabado de Quito.

LA CULTURA JAMA-COAQUE EN LA ARQUEOLOGÍA ECUATORIANA

Estudios arqueológicos realizados en el valle del río Jama sugieren que los asentamientos de la cultura Jama Coaque se distinguían por la presencia de estructuras monumentales que funcionaban como centros cívicos y ceremoniales. Estas poblaciones estaban organizadas bajo un sistema de jefaturas políticas que ejercían el poder y control de manera moral y no coercitiva a través de centros políticos discretos (Zeidler & Pearsall 1994; Zeidler 2016).

Cabe destacar que el centro ceremonial y administrativo regional de San Isidro, ubicado en el valle del río Jama, jugó un papel crucial en el liderazgo de Jama Coaque. Durante todo su desarrollo cultural, desde este centro se ejerció el gobierno sobre la región, siendo el núcleo principal el que coordinó los asentamientos locales y aledaños (Zeidler & Pearsall 1994). La arquitectura monumental del sitio refleja poder y autoridad, factores que probablemente fueron desencadenantes de conflictos territoriales, motivados por el deseo de controlar tierras para cultivos, rutas comerciales y acceso a bienes exóticos de alto valor (Zeidler & Pearsall 1994; Peregrine & Ember 2001).

Para comprender las transformaciones en la organización social desde los períodos de Desarrollo Regional e Integración hasta la conquista hispana, es necesario estudiar el conflicto como fenómeno, el que fue frecuentemente representado en el arte escultórico. Los estilos culturales costeños que lo reflejan se encuentran en la costa centro y norte del Ecuador, e incluyen los complejos de Jama Coaque i, Bahía y Tolita, durante el Desarrollo Regional, y Jama Coaque ii, Manteño-Guancavilca y Milagro-Quevedo, en el período de Integración (fig. 1). En ambos momentos, los ceramistas crearon figuras humanas portando elementos defensivos y ofensivos, reflejando probablemente con ello las necesidades de una sociedad jerarquizada, basada en una amplia producción agrícola y con una élite emergente en la costa ecuatoriana (Stothert 1984; Marcos 1986; Valdez & Veintimilla 1992; Stemper 1993; Zeidler & Pearsall 1994; Masucci 2008). Su producción cerámica invita a reflexionar sobre una sociedad que demostró la capacidad de liderar conflictos para defender territorios, facilitar la circulación de bienes o gestionar su manufactura en diversas áreas.

Figura 1. Distribución geográfica de los complejos arqueológicos ubicados en la costa centro y norte del actual territorio de Ecuador, durante los períodos de Desarrollo Regional y de Integración. Figure 1. Geographical distribution of archaeological complexes located along the central and northern coast of present-day Ecuador during the Regional Development and Integration periods.

Es probable que estos rasgos no fueran exclusivos del arte cerámico de Jama Coaque, Bahía y Tolita, sino compartidos por otras culturas. Las estatuillas evidencian posturas vinculadas al combate, y probablemente las construcciones monumentales habrían cumplido también funciones defensivas, lo que resalta la importancia de considerar el estilo cultural como un fenómeno social propio de estas sociedades al momento de analizar sus artefactos, con el fin de interpretar adecuadamente su significado y función dentro del contexto cultural.

MATERIALES Y MÉTODOS

Para el análisis de la guerra y el conflicto en la costa de los Andes Septentrionales se estudiaron los registros etnohistóricos de cronistas que documentaron distintos territorios de Sudamérica prehispánica. Entre las fuentes se consideraron las crónicas de Francisco de Xerez (1891 [1534]), Pedro Cieza de León (2015 [1553]), Francisco López de Gómara (1991 [1554]), Alonso Borregán (1968 [1565]), Diego de Trujillo (2017 [1571]), Pedro Sarmiento de Gamboa (2001 [1571]), Agustín de Zárate (1965 [1577]), Bernardo de Vargas (1994 [1599]), Fray Reginaldo de Lizárraga (1916 [1605]), Antonio de Herrera y Tordesillas (1726) y Gonzalo Jiménez de Quesada (2013 [1889]). Este análisis, junto con evidencias arqueológicas, históricas y etnográficas, permitió identificar relaciones entre la forma y la función de los armamentos prehispánicos, y además establecer comparaciones con personajes bélicos de los Andes Centrales. Los objetos de estudio reflejan su función social y técnica, así como hechos tecnológicos y contextuales que pueden evidenciarse en el registro arqueológico (Leroi-Gourhan 1965; Schiffer et al. 1999).

La metodología empleada aplica la analogía y la transducción, dos técnicas analíticas complementarias, siendo la última la de mayor relevancia en el estudio. La analogía se considera una herramienta interpretativa y heurística en arqueología, ya que permite la formulación de hipótesis a partir de la comparación con funciones observadas en sociedades previas y conocidas mediante la experiencia. De este modo, ofrece una base para el razonamiento ordinario, aunque en la costa ecuatoriana presenta como limitación un registro arqueológico acotado, que contiene escasas evidencias bélicas (Gándara 2006; Oliva et al. 2016). La transducción, por su parte, se entiende como un proceso de construcción progresiva que articula conceptos entre distintos niveles de análisis. Es decir, se trata del movimiento mediante el cual una forma se amplía hacia otro dominio, transformándose y generando nuevas posibilidades de sentido (Simondon 2017). Estas dos técnicas permiten una descomposición iconográfica de los objetos de estudio, clasificándolos en categorías tales como armamentos, aditamentos u ornamentación, y atributos corporales. Cada una de estas categorías se considera como un elemento individual que, al combinarse con las demás, hace posible inferir una estructura interpretativa; en este caso, los campos de actividad bélica representados en las esculturas del guerrero Jama Coaque. Tal rearticulación se asemeja al proceso transductivo, en la medida en que cada elemento estructurado contribuye a la construcción de un nivel superior de interpretación, manteniendo siempre la provisionalidad del modelo.

Para esta investigación se analizaron artefactos arqueológicos y fotografías procedentes de las colecciones de la Reserva Arqueológica del Museo de Antropología y Arte Contemporáneo (maac) y del Museo de Arte Precolombino Casa del Alabado (mca). La selección de la muestra se realizó en función de la disponibilidad y permiso de uso de las piezas y fotografías de cada museo. El estudio iconográfico incluyó un total de 37 estatuillas de filiación Jama Coaque, distribuidas de la siguiente manera: 11 estatuillas y 11 figurillas de recipientes pertenecientes al maac, y dos estatuillas y 13 figurillas de recipientes del mca. La muestra corresponde al período cronológico de Integración, y específicamente a Jama Coaque ii. Para la descomposición analítica se consideraron no solo las categorías previamente establecidas, sino también la definición y clasificación del armamento, de manera que las inferencias se articulan con conceptos interpretativos, para generar así un nuevo nivel analítico con argumentos de mayor solidez (Moscoso 2021). Posteriormente, se calculó la frecuencia relativa de los grupos de armas identificados, y luego un reensamble de la descomposición de elementos y sus categorías.

A partir de este proceso, se elaboraron representaciones hipotéticas del rol bélico de los objetos de estudio, respaldadas tanto por las crónicas como por el material arqueológico, generando una tipología escultórica y una individualización de los guerreros por tipo. Para este estudio se estableció una correlación entre las armas ofensivas y defensivas, considerando la infantería pesada (de corta distancia) y la ligera (de larga distancia).

Cabe señalar que, si bien las técnicas de analogía y transducción permiten generar inferencias e hipótesis, estas no constituyen una base de referencia única. Por ello, es necesario complementarlas con fuentes secundarias de información, que en este caso corresponden a datos históricos y a material arqueológico (Binford 1967; Hodder 1982).

RESULTADOS

Registros etnohistóricos en la costa de los Andes Septentrionales

El interés por el estudio de temas relacionados con la guerra y la violencia física en el mundo andino se ha centrado mayormente en las últimas sociedades prehispánicas que habitaron los Andes Centrales (Bram 1941; Duviols 1979; Rostworowski 2001; Arkush & Stanish 2005; Nielsen & Walker 2009; Arkush 2011; Battcock 2018). En tal contexto, esta temática en los Andes Septentrionales ha sido escasamente tratada y aborda, sobre todo la expansión inca en la serranía ecuatoriana (Anderson 2014; Connell et al. 2019). Las fuentes históricas mencionan el término “guerras” entre los pueblos indígenas, especialmente en la región costera, donde su experiencia frente a los conquistadores quedó registrada en diversas crónicas. Del mismo modo, existen referencias de los enfrentamientos que ocurrieron entre incas y punáes, y la rivalidad entre estos y chonos (De Xerez 1891 [1534]; Cieza de León 2005 [1553]; Borregán 1968 [1565]; De Trujillo 2017 [1571]; Sarmiento de Gamboa 2001 [1571]; De Lizárraga 1916 [1605]).

En el siglo xvi, los cronistas describen algunas conductas de las culturas prehispánicas durante la época de Conquista, enfatizando las hazañas de los españoles enfrentados a los pueblos indígenas. Se menciona, de modo general, el carácter belicoso de la gente nativa, la fuerza física de los guerreros y la capacidad de convocatoria de los caciques para que su gente permaneciera levantada (De Xerez 1891 [1534]: 29; De Trujillo 2017 [1571]: 195), así como la existencia de poblados organizados y fortificados. Como se señala en la crónica de Martín de Carranza (Sagaseta et al. 1987: 40), a su paso por Cabo Pasado “había pueblos cercados de cañas gordas, hechas murallas dellas y guarnecidas las puertas con muchas piedras y armas de las que ellos usan”. El acceso a armamento elaborado en madera, metal o piedra refleja una disposición para la defensa, aunque no queda claro si los guerreros formaban grupos especializados o eran individuos entrenados que actuaban según la necesidad.

A este respecto, resultan interesantes las crónicas de Francisco de Xerez escritas en 1534, durante su travesía de Panamá hacia el Mar del Sur. En ellas describe que los pueblos pusieron mucha resistencia, atacando y causando lesiones corporales durante su avanzada. Cuenta, además, que las gentes de la costa del actual Ecuador tenían grandes asentamientos con calles, plazas y una población numerosa y belicosa. En el trayecto por Lacamez (actual ciudad de Atacames) y Cancebí (costa central, actual provincia de Manabí), De Xerez (1891 [1534]) menciona que miles de guerreros aparecieron para enfrentar a los españoles. Este relato permite extraer tres observaciones: durante el período de Integración (Evan & Meggers 1965), los pueblos prehispánicos de la región estaban densamente habitados, contaban con equipamiento y organización necesaria para el desarrollo de infraestructura monumental y poseían una notable disposición para la guerra. Las crónicas mencionan que varios asentamientos se encontraban “alzados”, es decir, que estaban dispuestos al ataque o ya lo habían realizado. En la isla Puná se documenta el agrupamiento de numerosa gente con sus armas, atabales y otros instrumentos (De Xerez 1891 [1534]). Después de la llegada de los conquistadores, estos actos de guerra eran sofocados frecuentemente a sangre y fuego, lo que sugiere un proceso de interacción marcado por el conflicto, pero también se puede deducir, a partir del relato de De Xerez, que las sociedades americanas habían invertido grandes esfuerzos en la construcción de infraestructura defensiva, así como en la creación de senderos y caminos para conectar y comunicar sus poblados.

Gonzalo Jiménez de Quesada (2013 [1889]), al describir la resistencia violenta de los habitantes de la provincia de Bogotá, en la Nueva Granada, resalta la gran cantidad de personas que participaron en los ataques contra los expedicionarios españoles, y destaca su organización, las limitaciones que enfrentaban y el desconocimiento de las armas y los caballos; sus estrategias de ataque y retirada, así como los instrumentos que utilizaban, flechas lanzadas con tiraderas a viento sobre el brazo, macanas o espadas de palmas pesadas que las jugaban a dos manos, lanzas, hondas y escudos oblongos o paveses, objetos que probablemente fueron fabricados con materiales perecibles como maderas y pieles. Además, relata que los guerreros llevaban consigo a sus compañeros caídos, posiblemente como símbolo de valor ancestral. En cuanto al aprovisionamiento de armas, Jiménez de Quesada (2013 [1889]: 89) señala la existencia de otra estrategia:

[…] los cubren de pies a cabezas, de pellejos de animales aforrados y el aforro está hueco y en aquello hueco del aforro traen todas las armas ya dichas; y si quieren pelear con lanza, sacándola de lo hueco del pavés donde la tienen atravesada, y si se cansan de aquella arma, sacan del mismo hueco el arco y las flechas, o lo que quieren, y echanse el pavés a las espaldas, que es liviano por ser de cuero, o por delante para defenderse cuando es menester; pelean callando, al revés de los otros.

Las descripciones de Jiménez de Quesada confirman el uso de armas en dichas poblaciones al tiempo de su llegada, lo cual es un testimonio de lo que habría ocurrido en períodos anteriores. Esto guarda similitudes con lo sucedido en el actual territorio ecuatoriano y evidencia su materialidad cultural, como las cabezas de maza estrellada y los propulsores o atlatl registrados en contextos arqueológicos y colecciones museales.

La expansión del imperio Inca, que había ocurrido con anterioridad a la conquista hispana, es relatada por De Trujillo (2017 [1571]: 286), quien describe la ruta que siguieron Francisco Pizarro y sus huestes en 1531 a través del paso de Huayna Cápac: “[…] de allí venimos al paso de Guayana-caba, y deciase ansi porque por alli entro Guayna-caba quando conquisto la isla de la Puna”. En ese lugar encontraron una unidad sociopolítica que se extendía hasta Tumbes, en los límites del Imperio (Volland 1985). Por su parte, los registros sobre la exploración en la isla Puná indican que las sociedades que habitaban el golfo de Guayaquil estaban en constante guerra. Desde la conquista Inca se había incrementado la rivalidad entre tumbesinos y punáes, manteniéndose los intentos de sometimiento −sin éxito−que buscaba imponer Huayna Cápac a los isleños (Cieza de León 2005 [1553]; De Trujillo 2017 [1571]; Sarmiento de Gamboa 2001 [1571]). En este contexto, fueron varios los anhelos de conquista de la costa ecuatoriana, los que habían comenzado con el Inca Túpac Yupanqui. Al respecto, Pedro Sarmiento de Gamboa (2001 [1571]: 260) sostiene:

[…] hizo construir la fortaleza de Guanchala y bajo a los mismos guancavilicas y resolvio conquistarla y tanto hizo que conquisto todos los guancavilicas aunque eran muy guerreros y peleaban por tierra y por mar en balsas desde Tumbez hasta Guañapi y a Guano y a Manta y a Turuca y a Quisin.

La persuasión y el engaño fueron tácticas utilizadas por los punáes para derrotar a sus enemigos incas y tumbesinos. Pedro Cieza de León (2005 [1553]: 171) destaca la efectividad de esta estrategia al indicar: “Y con esto envió Tumbala mensajeros propios a Guaynacapa con presentes, haciéndole grandes ofrecimientos, persuadiendo quisiese venir a la isla de la Puná a holgarse en ella algunos días”. El relato del cronista continúa: “Y en el interin de estas platicas Guaynacapa vino a la isla de la Puná, y en ella fue honradamente recibido”. También menciona (2005 [1553]: 172) que Huayna Cápac regresó a Tumbes, mientras nobles cusqueños ingresaban a la isla en las balsas punáes:

Y como fuesen descuidados dentro en el agua los naturales engañosamente desataron las cuerdas con que iban atados los palos de las balsas, de tal manera que los pobres orejones caían en el agua, donde con gran crueldad los mataban con las armas secretas que llevaban. Y así matando a unos y ahogando a otros fueron todos los orejones muertos, sin quedar en las balsas sino algunas mantas con otras joyas suyas.

Reginaldo de Lizárraga (1916 [1605]: 53) proporciona información sobre las armas utilizadas por los punáes y los chonos (sociedad de la cuenca del Guayas): “[…] viven en esta ciudad [Guayaquil] y su distrito dos naciones de indios, unos llamados guancavillcas; los unos y los otros son gente guerrera; sus armas arco y flecha”. Según Cieza de León (2005 [1553]: 178), los guancavilcas contaban con armas de mano de distintos materiales, y “pelean estos Indios con varas y bastones, que acá llamamos macanas”. Por su parte, Francisco López de Gómara (1991 [1554]: 167) describe a los punáes como unos diestros y temidos guerreros, destacando el tipo de armas que empleaban: “[…] y en la guerra diestros y temidos de sus comarcanos, peleaban con hondas, porras, varas arrojadizas, hachas de plata y de cobre, lanzas con los hierros de oro”.

Antonio de Herrera y Tordesillas (1726: 152) añade la observación de un tipo de arma utilizada por las sociedades del trópico durante el enfrentamiento entre los punáes y los conquistadores. Dice “[…] porque ya en este tiempo estaban juntos de la isla mas de 500 hombres armados de dardos de durisima madera de palma con muy agudas puntas, en sabiendo la muerte de los caziques y la prision de Tomala”. Agustín de Zárate (1965 [1577]: 15) amplía el repertorio de instrumentos bélicos utilizados por los punáes, mencionando un tipo adicional de armamento: “[…] peleavan los desta isla con tiraderas y hondas, y con porras y hachas de plata y cobre. Tenian muchas lanzas con hierro de oro baxo”.

Los primeros relatos de la Conquista ofrecen una visión general sobre la organización y el material bélico de estas sociedades. Aunque se menciona poco sobre la indumentaria, es probable que las comunidades de las tierras bajas tropicales utilizaran algún tipo de vestimenta o protección corporal, como lo sugiere el relato de López de Gómara (1991 [1554]: 105) sobre las sociedades del Darién: “[…] casquetes no los han de menester, que tiene en las cabezas tan recias que se rompe la espada dando en ellas, y por eso ni le tiran cuchilladas ni se dejan topetar. Llevan en ellas grandes penachos por gentileza”.

Las fuentes históricas citadas no mencionan la presencia de mujeres guerreras en los Andes Septentrionales, ni siquiera en funciones de apoyo logístico. Sin embargo, López de Gómara (1991 [1554]: 105) expresa que “[…] van muchas veces con sus maridos a pelear las mujeres, que también saben tirar de un arco, aunque más deben ir para servicio y deleite”, lo cual sugiere la posibilidad de que las mujeres también pudieran haber participado en los combates.

Finalmente, es importante señalar que las armas, estrategias y funciones asociadas a la guerra pueden identificarse en artefactos y representaciones en diferentes materiales producidos por las sociedades prehispánicas, comunicando procesos violentos y posibles conflictos en los Andes Septentrionales. Su iconografía revela posturas, armamento, jerarquías y símbolos de poder asociados a contextos sociales organizados y demográficamente complejos, con evidencias de estructuras defensivas. El análisis detallado de estas imágenes permite comprender mejor su equipamiento y dinámicas de combate.

Análisis iconográfico y grupos de combate

Los personajes estudiados corresponden a esculturas cerámicas de la fase Jama Coaque ii y comprenden modelados de figuras antropomorfas, en forma de estatuillas, sean estas únicas o como elementos que ornamentan recipientes o contenedores. Considerando el criterio morfofuncional del análisis, un guerrero no se define como un personaje bélico solo por portar un arma, sino por formar parte de un sistema de armamento que incluye tanto instrumentos ofensivos, como armas, y otros con funciones defensivas (Cervera 2007: 27). Así, el aditamento o atavío de los personajes se convierte en un rasgo esencial (Moscoso 2021). Con el objetivo de sistematizar los elementos identificados se empleó la analogía y, como eje principal, la transducción. La finalidad fue establecer comparaciones entre los guerreros Jama Coaque y los personajes de tradiciones andinas, amazónicas y mesoamericanas, para posteriormente, mediante la transducción, proponer interpretaciones de carácter social y simbólico. De este modo, se identificó la existencia de grupos paralelos significativos en términos de armamento, los cuales evidencian prácticas bélicas vinculadas con aspectos jerárquicos y de cosmovisión (tabla 2).

Tabla 2. Categorías analíticas, elementos bélicos e interpretaciones a partir de la transducción. Table 2. Analytical categories, warfare elements, and interpretations derived from transduction.

En suma, a través de su descomposición se identificó que los guerreros no son sujetos aislados en su dinámica social; más bien, forman parte de un sistema inicial y estructurado a nivel bélico que se puede comprender a partir del tipo de armamento. A su vez, gracias a la transducción, es posible establecer inferencias a partir del tipo de indumentaria, la que vincula a los personajes con estatus, diferenciación y poder, constituyendo así testimonio de un sistema complejo ideológico-social que surge o se fundamenta a partir de la guerra.

Hemos clasificado las figuras de guerreros en dos “unidades de ataque”: una de corta distancia, identificada como infantería pesada, y otra de larga distancia, denominada infantería ligera. La síntesis de esta organización, junto con los tipos de armas ofensivas y defensivas que portan los personajes, se presentan en la tabla 3 y en la figura 2.

Tabla 3. Distribución de armas ofensivas y defensivas en las representaciones de guerreros de la cultura Jama Coaque. Cuando un número se distribuye entre dos tipos de armas, indica que la estatuilla poseía ambas. Table 3. Distribution of offensive and defensive weapons in representations of Jama Coaque warrior figurines. When a number is split between two types of weapons, it indicates that the figurine possessed both.

Figura 2. Representación iconográfica del armamento en las esculturas antropomorfas de Jama Coaque. Los casos a-c corresponden a guerreros de infantería pesada, mientras que d y e, a infantería ligera: a) con macana (GA-3-2466-83, maac); b) con macana con incrustaciones (GA-4-1561-80, maac); c) con maza estrellada y lanza (GA-3-2466-83, maac); d) con dardos y escudo cuadrangular (GA-1-2590-84, maac); e) con dos lanzas (sin código, mca); f) macana en diferentes ángulos (GA-8-1249-78, maac); g) detalle de macana con incrustaciones (GA-4-1561-80, maac) (todas las fotografías son de María José Moscoso). Figure 2. Iconographic representation of weaponry in the anthropomorphic sculptures of Jama Coaque. Cases a-c correspond to heavy infantry warriors, and d and e to light infantry: a) with macana (club) (GA-3-2466-83, maac); b) with macana with inlays (GA-4-1561-80, maac); c) with star-shaped mace and spear (GA-3-2466-83, maac); d) with darts and square shield (GA-1-2590-84, maac); e) with two spears (uncoded, mca); f) macana at different angles (GA-8-1249-78, maac); g) detail of macana with inlays (GA-4-1561-80, maac) (all photos by María José Moscoso).

Esta segregación de grupos de ataque constituye un reflejo de dinámicas internas propias de una sociedad compleja, en la que los guerreros no solo estaban familiarizados con diversos tipos de armas, sino que también dominaban estrategias de combate. Al mismo tiempo, esta especialización les permitía obtener y consolidar un estatus dentro de su grupo identitario.

Representación iconográfica de los guerreros de infantería pesada

En la unidad de ataque de infantería pesada o a corta distancia, la vestimenta del guerrero se caracteriza por el uso de un tocado circular, adornado con una diadema que sostiene un apéndice en forma de moño, un elemento recurrente en esta categoría. El torso se presenta descubierto y es habitual el uso de taparrabos. En cuanto a los adornos faciales del guerrero Jama Coaque, estos incluyen orejeras, aretes, nariguera y tembetá (varilla, por lo general metálica, colocada en el labio inferior), todos sin diseños ornamentales. Lleva accesorios en el cuello, como collares con cabezas-trofeo (usualmente organizadas en grupos de tres) o colgantes antropomorfos con puntas en forma de colmillo (dispuestos en pares). En esta unidad de ataque, es común que los personajes exhiban el órgano sexual masculino (fig. 3).

Figura 3. Vestimenta de los guerreros de infantería pesada. Las estatuillas muestran torso expuesto y adornos faciales como orejeras, aretes, narigueras y tembetás: a) y b) presentan collares con tres cabezas- trofeo (GA-8-1249-78, maac, y GA-3-2466-83, maac, respectivamente); c) porta un collar con dos colgantes en forma de colmillo (GA-1-1613-80, maac). Figure 3. Attire of heavy infantry warriors. The figurines display bare torsos and facial ornaments such as ear spools, earrings, nose ornaments, and tembetás: a) and b) the figurines bear necklaces with three trophy heads (GA-8-1249-78, maac, and GA-3-2466-83, maac, respectively); c) bears a necklace with two fang-shaped pendants (GA-1-1613-80, maac).

En cuanto a los tipos de armas, se identifican dos variantes: la maza estrellada y la macana. Esta última se distingue por una variación particular, pues la macana con púas o incrustaciones de puntas se la representa con menor frecuencia que la macana clásica, caracterizada por su forma de bastón (fig. 4).

Figura 4. Tipos de armas utilizadas por los guerreros de infantería pesada: a) maza estrellada (sin código, maac); b) macana clásica en forma de bastón (GA-8-1249-78, maac); c) macana con púas o incrustaciones (GA-4-1561-80, maac). Figure 4. Types of weapons used by heavy infantry warriors: a) star-shaped mace (uncoded, maac); b) classic baton-shaped macana (club) (GA-8-1249-78, maac); c) macana with spikes or protruding knobs (GA-4-1561-80, maac).

En la muestra destaca un guerrero de infantería pesada con características distintas a las demás estatuillas (fig. 5). Este personaje sostiene una maza estrellada en la mano izquierda, mientras que la derecha está levantada y no porta ningún tipo de arma, lo que podría ser interpretado de diversas maneras en función de diferentes enfoques de análisis.

Figura 5. Distintas vistas de un guerrero de infantería pesada con maza estrellada y mano levantada (GA-3-2466-83, maac). Figure 5. Different views of a heavy infantry warrior holding a star-shaped mace and a raised hand (GA-3-2466-83, maac).

Representación iconográfica de los guerreros de infantería ligera

Los guerreros de la unidad de ataque de infantería ligera o a larga distancia presentan una vestimenta que incluye tocados circulares simples o con penachos. Se observan accesorios como collares con representaciones de colmillos y collares de bandas sin colgantes. En la mayoría de los casos el torso suele estar expuesto y, en menor medida, algunos guerreros lo cubren con una túnica rectangular. En casi todos los guerreros es común el uso de taparrabos, además de portar orejeras, nariguera y tembetá, aunque estos no siempre se encuentran presentes.

En cuanto a las armas utilizadas, se incluyen dardos con su propulsor y lanzas en manos de los guerreros, quienes están respaldados por elementos defensivos como escudos cuadrangulares. Es importante destacar que todos los combatientes que llevan tocados con penachos y túnicas cuadrangulares sostienen estos escudos como su armamento de defensa (fig. 6).

Figura 6. Vestimenta y tipos de armas utilizadas por guerreros de infantería ligera: a) con tocado circular y collar de colmillos (sin código, mca); b) con tocado con penacho, collar de bandas y túnica rectangular (GA-1-2872-85, maac); c) con dardo y propulsor (GA-1-2521-83, maac); d) con lanzas (sin código, mca); e) con dardos y escudo cuadrangular (GA-1-2590-84, maac). Figure 6. Attire and types of weapons used by light infantry warriors: a) with circular headdress and fang necklace (uncoded, mca); b) with feathered headdress, banded necklace, and rectangular tunic (GA-1-2872-85, maac); c) with dart and propeller (GA-1-2521-83, maac); d) with spears (uncoded, mca); e) with darts and square shield (GA-1-2590-84, maac).

Es relevante señalar también que en esta unidad de ataque no se observan figuras con collares compuestos por cabezas-trofeo. En su lugar, hay un aumento en la representación de guerreros con tocados, especialmente de penachos, algunos de los cuales presentan pintura decorativa (fig. 7). Esta inclusión sugiere una diferenciación interna dentro de estas unidades, posiblemente asociada a rangos o funciones específicas. En cuanto a la indumentaria, predomina el uso de taparrabos combinados con túnicas largas. Además, las extremidades inferiores, especialmente los tobillos, llevan bandas recurrentes que pueden interpretarse como elementos de carácter defensivo.

Figura 7. Vistas de un guerrero de infantería pesada con to-cado de penacho, representado en una estatuilla integrada al diseño de un recipiente (GA-2-2590-84, maac). Figure 7. Views of a heavy infantry warrior with a feathered headdress, represented in a figurine incorporated into the design of a vessel (GA-2-2590-84, maac).

DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES

Las estatuillas representan figuras humanas con uno o más accesorios de combate, de potencial cortopunzante o contundente, clasificados según su diseño y función. Sin embargo, su forma no determina un único uso, pues algunos de estos elementos pudieron emplearse también en actividades de caza, agricultura o tareas domésticas (Cervera 2007). Además, las representaciones sugieren la presencia de especialistas en la fabricación de herramientas de roca dura y en el conocimiento de las fuentes de este material. El análisis se fundamenta en el estudio iconográfico, entendido como un medio para descifrar los mensajes codificados por las sociedades prehispánicas. Desde este enfoque es posible formular inferencias que contribuyen a la comprensión de su dinámica sociocultural y cosmovisión (Hunter & Whitten 1981).

El estudio de los guerreros Jama Coaque permitió identificar dos grupos de combate. El primero corresponde a la unidad de ataque a corta distancia o infantería pesada, que presenta un tipo de casco o tocado como parte del equipo de protección que se documenta en el relato de las sociedades del Darién (López de Gómora 1991 [1554]: 105), el que es representado en el arte escultórico de los guerreros de la cultura Recuay de los Andes Centrales (Lau 2004). En este grupo, los torsos suelen estar expuestos y la cintura baja se encuentra cubierta por taparrabos. En el cuello de los guerreros de infantería pesada se observan collares con cabezas-trofeo como colgantes, una tradición cultural que se refleja en diversas sociedades prehispánicas. Por ejemplo, las imágenes de guerreros y dioses nasca del período Intermedio Temprano de los Andes Centrales (200 ac-600 dc) portan cabezas-trofeo en sus cuellos o manos (Silverman & Proulx 2002; Proulx 2006). Iconografías similares se encuentran en la cerámica de la cultura Tumaco-Tolita, en la costa norte de Ecuador (Di Capua 2002). Esta práctica o culto perduró hasta el siglo xx en la región amazónica del Ecuador, particularmente entre los shuar, quienes continuaron la tradición de las cabezas-trofeo, conocidas como tsantzas. La práctica formaba parte de un ritual religioso que otorgaba suerte al guerrero y lo protegía contra las malas energías (Chumpí 1985).

La indumentaria del guerrero Jama Coaque no es un rasgo novedoso dentro del equipamiento militar prehispánico. Durante el período Inicial en los Andes Centrales, los guerreros de la cultura Sechín ya eran representados portando cabezas-trofeo y vistiendo cascos, taparrabos y torsos expuestos (Hawley & Rowe 1964). Un aspecto distintivo de esta unidad de combate es la representación del miembro viril, lo que sugiere un énfasis en el vigor masculino y su vínculo con el poder espiritual. Al mismo tiempo podría estar relacionada con un concepto falocentrista, posiblemente asociado a la conexión entre masculinidad y fuerza (Jordán 1998). El arma “clásica” de esta unidad es la macana, utilizada por los cañaris, los guancavilcas y los punáes de la costa ecuatoriana (Cieza de León 2005 [1553]: 178; De Zárate 1965 [1577]: 15; Jiménez de Quezada 2013 [1889]; Chamussy 2014), distinguiéndose una variante particular que presenta aplicaciones puntiagudas en la superficie. Según la definición de Vincent Chamussy (2014), la macana es un palo de madera con forma de bate que puede o no presentar incrustaciones adicionales, como puntas de piedra o dientes de tiburón. Este mismo tipo de arma se encuentra representada en los guerreros de la cultura Bahía de la costa septentrional andina, aunque con diferencias respecto de las macanas Jama Coaque (Moscoso 2021).

En la unidad de infantería pesada se identificó, además, un caso particular: la figura de un guerrero con la mano derecha levantada en posición de sujeción, sosteniendo una lanza, mientras que en la otra empuña una maza estrellada (fig. 5). Así, esta pieza no lleva macana, ya que su uso requeriría de ambas manos, sin embargo, una de ellas queda libre para sujetar un arma arrojadiza, mientras que la otra tiene un arma de impacto contundente, destinada al combate cuerpo a cuerpo. Si bien es común encontrar en las culturas Moche y Nasca de los Andes Centrales o entre los mexicas de Mesoamérica ejemplares de guerreros portando dos armas diferentes, generalmente estas combinan una ofensiva con otra de carácter defensivo (Donnan et al. 2003). A diferencia de los casos anteriores, este guerrero Jama Coaque lleva solo armas ofensivas, representándose plásticamente el relato de los guerreros punáes (De Zárate 1965 [1577]). La lanza destaca por su doble función de ataque y bloqueo, cumpliendo roles ofensivos y defensivos a la vez. Esta clase de guerrero es poco común en aquellas culturas, aunque sí se encuentra en otras regiones del mundo, como entre los combatientes mongoles ambidiestros y los vikingos (Halpin 2010; Turnbull 2024).

El segundo grupo o unidad de ataque identificado corresponde a los guerreros de combate a larga distancia o infantería ligera, quienes, como característica principal y a diferencia del otro grupo, no portan cabezas-trofeo colgantes. En su lugar, estos personajes figuran con tocados adornados con penachos, en los cuales se representan rostros con escarificaciones. En esta unidad de ataque se observan diferencias notables, particularmente en términos anatómicos, en el tipo de aditamento que llevan en sus cabezas. La segmentación se establece a partir del uso de penachos y tocados circulares, lo que evidencia distinciones claras entre dos subgrupos: los que portan penachos suelen vestir túnicas que llegan hasta la cintura o las rodillas, mientras que quienes usan tocados circulares se muestran con el torso descubierto. No obstante, ambos subgrupos comparten la presencia de ornamentos ubicados en las articulaciones de las extremidades superiores (Moscoso 2021). Esta segmentación puede interpretarse como un indicador de estratificación interna, posiblemente vinculada a funciones diferenciadas en términos de estrategia y liderazgo dentro del grupo de acción.

Como se ha mencionado, este grupo no presenta cabezas-trofeo en la ornamentación de la zona del pecho, sin embargo, se observan rostros humanos a la altura del penacho cefálico que podrían simbolizarlas. Ellas también podrían estar asociadas ‒aunque no necesariamente‒ a otros grupos culturales como, por ejemplo, los denominados Caras Labradas, mencionados en las crónicas históricas como poblaciones con escarificaciones faciales, que habitaban en la costa central del Ecuador, región vinculada a la cultura Manteña-Guancavilca (Cieza de León 2005 [1553]). En cualquier caso, estos elementos pueden interpretarse como artefactos vinculados a actos de violencia. La exhibición de cabezas humanas como trofeos confiere mayor poder simbólico a los guerreros, en una práctica recurrente tanto en los Andes Centrales como Septentrionales.

Esta investigación establece las primeras bases de evidencias bélicas materiales en la cultura Jama Coaque durante el período de Integración, identificando al guerrero como elemento central. Su postura corporal indica combates a corta y larga distancia, y su indumentaria combina armas defensivas (cascos, túnicas, tocados y escudos) y ofensivas (dardos, lanzas y mazas estrelladas), diferenciándolos de otras figuras antropomorfas escultóricas y proyectándolos como guardianes del orden social. No obstante, esto no prueba que fueran un grupo militar exclusivo, y probablemente se trataba de habitantes comunes que asumían funciones de combate según la necesidad. Las estatuillas constituyen una valiosa fuente para comprender las manifestaciones guerreras en culturas contemporáneas y ofrecer información sobre armas y posturas en contextos de combate. A pesar de la riqueza decorativa y el alto potencial interpretativo que poseen estas figuras cerámicas, aún se requieren nuevos estudios para profundizar en la relación de estas representaciones de guerreros con posibles estrategias defensivas y de ataque. Es fundamental indagar cómo diversas manifestaciones, por ejemplo el tipo de edificaciones o de infraestructuras defensivas y comunicativas, pudieron haber contribuido a la consolidación de tácticas de guerra, las cuales efectivamente parecen haber existido durante la época precolombina.

El estudio de esta clase de materialidad es todavía incipiente, por lo que resulta imprescindible continuar investigándola. Es necesario explorar diversas reservas arqueológicas del territorio ecuatoriano, confrontar estos hallazgos con indagaciones etnohistóricas y cotejar la información con otros datos que permitan reconstruir el panorama bélico del Ecuador prehispánico.

Agradecimientos A las directoras de los museos, MSc. Mariella García Caputi (maac) y PhD. Lucía Durán Solís (mca), por permitir el acceso a las colecciones de reserva de sus instituciones. Reconocemos el apoyo de los custodios del maac, Andrés Armijos, Mario Sánchez, Daniel Mezones y Cristóbal Pilozo, así como la valiosa guía durante la investigación del PhD. Carlos Montalvo Puente (mca) y del PhD. Marco Cervera Obregón (Grupo Latinoamericano de Investigación en Guerra Precolombina, Universidad Anáhuac-México).

REFERENCIAS

Anderson, K. 2014. More that Forts: A Study of High Elevation Enclosures in the Pambamarca Fortress Complex, Ecuador. Disertación en Filosofía, University at Buffalo, Nueva York.

Arkush, E. 2011. Hillforts of the Ancient Andes. Colla Warfare, Society, and Landscape. Gainesville: University Press of Florida.

Arkush, E. & C. Stanish 2005. Interpreting Conflict in the Ancient Andes: Implications for the Archaeology of Warfare. Current Anthropology 46 (1): 3-28.

Battcock, C. 2018. La guerra entre incas y chancas. Relatos, sentidos e interpretaciones. Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México-Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe.

Benson, E. 1972. The Mochica: A Culture of Peru. Nueva York: Traeger Publisher.